martes, 27 de diciembre de 2011

El buey y el asno (27-12-2011)

No hay belén que se precie en el que falte el buey y el asno o, como decimos en España, la mula y el buey. Y esta proximidad a la cuna de Jesús los ha hecho idóneos como protagonistas de muchos cuentos de Navidad. Recomiendo, para hijos o nietos, el libro Cuentos de Adviento de Gabriela Kast, donde pueden encontrar un relato sobre ellos.


Para mi generación, el asno se convirtió en una figura cercana y tierna gracias a Platero y yo, obra publicada por primera vez el día de Navidad (¡qué casualidad!) de 1914. En el capítulo 116 (Navidad), Juan Ramón Jiménez habla de unos niños pobres y tristes que no tienen Nacimiento ni candela para calentarse, a los que les ofrece a Platero. “Se lo doy, para que jueguen con él”, escribe el poeta. No sé cómo se juega con un asno; a lo más sé lo que es subir a sus lomos. Lo hacía sobre el burro que mi abuelo guardaba en el corral; el mismo que le acompañaba al bancal y volvía cargado de hortalizas. Montaba en él a la ida y, sujetándolo por el ronzal, le acompañaba andando a la vuelta. No recuerdo, en cambio, ninguna historia de bueyes.


He dicho que el buey y el asno están presentes en muchas representaciones navideñas y debo añadir, sin embargo, que no existe ni un solo pasaje evangélico en el que aparezca el buey y el asno junto a Jesús en aquella primera Navidad. Entonces, ¿de dónde proviene esa costumbre de poner el buey y el asno? Proviene del primer belén de la historia, el que hizo san Francisco de Asís en Greccio para la Nochebuena de 1223. Fecha en la que la fiesta de la Navidad “adquirió la calidez humana que la convirtió en la fiesta más humana de la fe”, que no la primordial. Fue en aquella Nochebuena en Greccio cuando aparecen por vez primera el buey y el asno. Cuenta Celano, su primer biógrafo, que Francisco había dicho: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. Y este fue el motivo, idea de un hombre que llamaba a su cuerpo “Hermano asno” y que estaba convencido de que el secreto de la vida estaba en ser personaje secundario.


Pero detrás de esta costumbre piadosa hay algo más, tras ella se esconde lo que muchos siglos atrás uno de los protagonistas del Adviento, Isaías, había anunciado: “conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, Israel no conoce, mi pueblo no entiende”. Palabras en las que los Padres de la Iglesia ven el anuncio profético del nuevo pueblo de Dios formado por judíos y gentiles.


El cardenal Ratzinger, en su meditación El buey y el asno en el pesebre, publicada en alemán en 1997 y en castellano en 2005 por la editorial Herder, nos hace reflexionar sobre aquellas palabras de Isaías, así como en el significado de la presencia de aquellos animales. Dice Ratzinger que “ante Dios, todos los hombres éramos como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre nos abrió los ojos de modo que ahora podemos entender la voz del dueño”, la voz del Señor. Y al preguntarse quiénes fueron los que le entendieron en aquella primera Navidad, señala en primer lugar al buey y al asno. Por el contrario, no le reconocieron Herodes y, con él, toda Jerusalén, tampoco le entendieron los eruditos, la gente con renombre, los conocedores de la Biblia, ni los especialistas en exégesis. Una enumeración que engarza perfectamente con la homilía de Benedicto XVI en la misa del gallo del pasado sábado: “si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón ilustrada. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios”.


En fin, parece que la cita de Isaías sigue siendo un juicio sobre la ceguera presente. Y, en un mundo en el que la virtud de la sencillez está en desuso, conviene volver al camino de “esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver”. Ver y reconocer lo que el buey y el asno vieron y reconocieron en aquel establo. Porque, como escribió Sartre, “en este establo se levanta una nueva mañana…. En este establo ya ha amanecido”. Y la razón la apunta Rilke: “Si no fueras la misma sencillez, ¿cómo podría suceder lo que ahora alumbra la noche?”


Estimado lector: ¡feliz Navidad y que la Paz abunde en tu año nuevo!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Una exigencia inscrita en la razón (13-12-2011)

Este artículo no contiene ninguna reflexión sobre lo que hoy es actualidad, así que estimado lector (lectora) puede usted pasar de esta columna, no quiero obligarle a que me acompañe en mi atrevimiento. Hace algunas semanas tomé algunas notas que hoy he decidido desarrollar. Deseoso de profundizar en la realidad invisible, tan silenciada hoy, volví a plantearme algunos de los interrogantes más viejos formulados por el hombre: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, y ¿a dónde voy? Y al hacerlo, se me figuraba que formaba parte de un grupo de chiflados, porque ¿quién, en su sano juicio, dedica tiempo a estas cuestiones? ¿El parado?, ¿el funcionario al que le han bajado, otra vez, el sueldo además de aumentarle las horas de trabajo?, ¿el comerciante que no vende a pesar de bajar los precios?, (…) Quizás, pero normalmente se dice que el que se hace tales preguntas o es un chiflado o es un privilegiado. ¿Cómo perder el tiempo –dirán algunos- en cuestiones tan poco prácticas? Necesitamos soluciones y no más preguntas, dirán otros. Y, así, de un plumazo nos cargamos el saber teórico. El “conócete a ti mismo” de Sócrates, el “sólo entre el que sepa Geometría” de Platón, el “noverim me” de Agustín, (…), se posterga en beneficio de lo práctico. Sólo caben los objetivos controlables, que es el camino del pragmatismo. Pacto fiscal para conservar el euro, pero ¿qué ideas unirán a los que hacen uso común de esa moneda?


Con todo, ya por chiflado o por privilegiado o por ser un hombre vulgar que busca dar sentido a su existencia, me aferré a aquellas preguntas a las que otros, sucesivamente, han recurrido a lo largo de la historia conscientes de que sus respuestas determinan el sentido de cada generación. Pues el que no se las plantea acaba viviendo según las respuestas de otros, inconscientemente, involuntariamente, pero hacen su vida según otros.


El mero hecho de que estas preguntas se repitan generación tras generación sugiere la idea de que hay algo en el hombre (en la mujer) que le empuja a buscar la verdad sobre su existencia y el mundo. Quizás porque en nuestra razón llevamos inscrita la exigencia de descubrir lo que vale y permanece siempre. Y digo en “nuestra razón” porque no veo fuera de ella nada que sea permanente. Ni siquiera las estrellas, fulgor de algo extinguido en el pasado. Hasta me sorprende tener que situar esta inquietud en la razón. Porque, ¿qué hace que la razón –tan corta y finita- se plantee continuamente la infinitud, la permanencia en el tiempo?


Cuenta Papini que a quien dijo saber el secreto de la inmortalidad se le replicó que lo guardara bien hasta que conociera el secreto de la felicidad. Y bien que le daría la razón la Sibila que pidió a dios la inmortalidad, pero olvidó pedirle la juventud, de manera que cuando a sus trescientos años fue visitada por Eneas estaba hecha una pasa. Pero me he desviado del tema, situándome en el final sin haber precisado el origen: ¿quién soy, ¿de dónde vengo?


He dicho que parece estar inscrito en la razón la exigencia de buscar lo que vale. Y no puedo pensar que algo valioso deje de serlo en algún momento; esto es, lo que considero valioso, lo que definimos como tal, debe resistir la impronta del tiempo o no lo es. No puede ser valioso lo que dependa de la cultura del momento, del lugar o el tiempo. No lo es, al menos, en el sentido que doy a esa palabra. Aquello que permanece siempre como tal. Exigencia que reduce la amplitud del campo de los valores.


Ahora bien, ¿los valores son evidentes? Ya he dicho que son razonables, se llega a ellos por la razón, pero esto no implica que sean evidentes. Volvemos a la realidad invisible. No se `pueden tocar, ni medir, pero la ausencia de los que son esenciales se hace notar en la propia existencia. Y lo que puede ser más paradójico, no son democráticos pero contribuyen a la buena marcha de la democracia. Esto es, no necesitan de mayorías para perpetuarse en el tiempo, pero el hecho de ser tenidos como tales por las mayorías beneficia a estas.(…)


Estimado lector o lectora que desoyó mi advertencia inicial, hasta aquí mi atrevimiento o, al menos, el que cabe en un periódico. Es martes y trece.

martes, 6 de diciembre de 2011

Sobre las últimas medidas (07-12-2011)

Albacete es una ciudad de servicios repleta de funcionarios por lo que la bajada de sueldos de éstos repercutirá en aquellos. Algo tan simple de ver que hace pensar en que la situación económica que atravesamos es tan difícil que no queda más remedio. El menos tres por ciento del bruto, que dicen, es para algunos el menos seis coma veintinueve, pudiendo variar a más o menos según el complemento. Pero, claro, si dejamos hacer a los otros que eran menos serios y lo bajaron todavía más, ¿cómo no dejaremos hacer a estos que parecen más honrados? Aunque ya sé que esta pregunta nada dice sobre la cuestión de fondo, que la medida afectará a todos los albacetenses, sean o no funcionarios. Pero sale al paso de esos que ahora dicen defender la sociedad del bienestar sin advertir que ellos mismos fueron los primeros que contribuyeron a destruirla. Pero no trataremos aquí de ello, prefiero hacerlo sobre lo que afecta a educación.


Y como al perro flaco todo son pulgas se suma ahora, para aquellos que tengan hijos en edad de escolarización obligatoria, el desembolso obligado por la compra de los libros de texto. Algo que era de esperar pues ya en este curso los niños trabajan con libros que han pasado en los años anteriores por otros cuatro propietarios, con lo que se ha alargado el periodo que establecía la ley. Pero, no se asusten todos, pues la medida contempla la gratuidad para aquellos que no sobrepasen ciertas rentas. Y si esto último me parece bien, algo que siempre se ha conocido por el nombre de beca, todavía me parece corto. Pues si uno de los valores que más han caído en la educación escolar es el del trabajo esforzado parece lógico que pueda este ser estimulado con medidas que premien al que trabaja. Y una de ellas puede ser la de la gratuidad de libros. Si un alumno que acaba con matrícula en segundo de bachillerato tiene matrícula gratuita en primero de Universidad, ¿por qué no se puede establecer una tabla de calificaciones que den derecho a la gratuidad de libros para el curso siguiente? Algo que debería contemplarse a la par que el recorte de beneficios a las editoriales. Pero sobre libros de texto podremos hablar en otra ocasión.


Por otro lado, nada he oído sobre el beneficio económico que tiene el alumnado de los Programas de Cualificación Profesional Inicial, pero entiendo que será suprimido, pues el mero hecho de que existan estos programas es un premio para tal alumnado y supone un buen desembolso para la Administración.


Con todo, hay otra inversión escolar más preocupante. En los últimos años se ha hecho un gran desembolso en nuevas tecnologías. Las aulas se han llenado de pantallas, cañones, ordenadores y pizarras digitales. Y parte del profesorado ha concebido su metodología con este apoyo. Y digo que es preocupante porque no sabemos si seguiremos contando con dinero para seguir generalizando estos medios o, por el contrario, toda la inversión realizada se irá al garete. Pues, si no se cuenta con presupuesto para reparación y reposición, va a pasarnos como a esos países que habiendo hecho acopio de la última tecnología del momento la tienen ahora paralizada porque no habían contemplado el presupuesto para su reparación y reposición. Va a pasarnos como aquellos payeses de los que decía Josep Pla que presumían por tener bañera en el cuarto de baño, pero que sólo la utilizaban para llenarla de macetas. Al paso que vamos, las pantallas y cañones de las aulas van a acabar sirviendo sólo para colgar los adornos de Navidad.


Confío en que esto no será así, que aquí no va a pasar, que aquí la educación se contempla como algo prioritario, pero como nadie de los que “deben saber algo” dice nada y los que “no deben saber nada” dicen tanto, no tengo más remedio que preocuparme cada vez que se hace una inversión en nuevas tecnologías.
En fin, que las cosas deben estar tan mal que ya parece que solo queda la aplicación literal del adagio de Hobbes: “primum vivere, deinde philosophare”. Y, para conseguirlo, habrá que sustraer dinero a los de siempre.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Se buscan sabios (29-11-2011)

Presiento que en Educación volvemos a dar palos de ciego. Volvemos a dejarnos llevar por las prisas y la efectividad inmediata, Hubo un tiempo en el que, por el énfasis que se puso, parecía que debíamos enseñar a los jóvenes para ser dependientes de algún comercio. Ahora, en cambio, parece que el objetivo es que sean todos empresarios. Evidentemente, puestos a elegir, es preferible lo segundo a lo primero. Pero tan absurdo es pretender que todos sean empleados de ventanilla como que todos sean empresarios. Y me dirán que llevo las cosas a los extremos, pero se equivocan, el extremo es ser sabio. Ese sí que es un extremo. ¿Por qué no formar para que sean sabios? Esto sí que sería un reto. Porque los sabios no sobran, más bien escasean. Es claro que el objetivo de la Enseñanza Secundaria no es hacer del joven un verdadero sabio, pero sí el equiparle “con un conocimiento ordenado que le capacite para avanzar hacia la sabiduría en su etapa adulta”.


Dependientes de comercio, empresarios, emprendedores, y ¿por qué no, por ejemplo, gente que sepa hablar y escribir? Parece que esto sea menos efectivo, ¿verdad? Pero ¡es más fecundo! Además de que es más propio del nivel educativo de la secundaria, como imprescindible para el camino de la sabiduría. Tener palabras y saber expresarse, ¿les parece poco? Decía Aristóteles que todo es ver, pero poco pueden ver los que no tienen familiaridad con los libros, los que no han tenido que escribir y buscar las palabras con las que explicarse.


José Manuel Mora Fandos, en su excelente ensayo Leer o no leer, pone un ejemplo al respecto que tiene que ver con el cuadro Lavabo y espejo de nuestro genial Antonio López. Ante el cuadro, le pregunta a un estudiante:¿qué ves? El estudiante responde: ¡un lavabo! Vale, un lavabo –le responde José Manuel Mora-, pero ¿ves algo más? (…) No creo necesario decirles que el alumno no es capaz de decir mucho más. Y Mora concluye: “Es difícil ver más que un espejo, un lavabo, una brocha, …. si no se lee. Leemos Nada de Carmen Laforet, y luego contemplamos el cuadro. Ahora vemos más”. Así es, “hemos despalabrado nuestros ojos, y por eso vemos cada vez menos”.


Y siguiendo con los ejemplos, ¿por qué no poner énfasis en enseñar a pensar, ¿por qué no preparar pensadores en lugar de empresarios? ¿Saben nuestros gobernantes que los máster de dirección de empresas seleccionan preferentemente a graduados en Filosofía?


No sé a ustedes, pero me da la impresión de que los que dirigen la Educación –tanto los de hoy como los de antes- confunden la escuela con una empresa. Que se mueven con parámetros inmediatos de efectividad y productividad. Pero la sabiduría nada sabe de esto. Necesita tiempo para madurar las ideas, los conceptos, las palabras. Necesita dejarse reposar. Hay que dar tiempo para el asombro. La Educación no puede evaluarse como una fábrica de tornillos o como una granja de gallinas. La Educación no responde a las leyes de la Economía, y la Educación Secundaria no está al servicio de lo inmediato. ¿Lo saben?


No saldremos de las cifras del paro porque intentemos convertir en empresarios a nuestros jóvenes. Sí lo haremos, en cambio, si nos empeñamos en conseguir que sean sabios, que es mucho más. De entre los sabios saldrán los empresarios y también los dirigentes que no teman proponer al pueblo el ideal de la sabiduría.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Las hojas secas (22-11-2011)

Hay días de otoño en los que, por la cantidad de hojas secas esparcidas por el suelo, parece que ya hayan caído todas, que no pueden caer más. Eso pensaba esta mañana cuando me dirigía al trabajo. Y, sin embargo, escribo convencido de que mañana será igual. Deberá pasar el otoño para que las hojas secas dejen de ser nuestros primeros testigos del día. Como deberá pasar el invierno para que aparezcan los primeros brotes verdes. Y no llegarán estos hasta llegado su tiempo. De tal modo que aquellos que, por diversas causas, se adelanten están destinados a perecer. Como perecieron, si los hubo, aquellos brotes verdes que repetidamente anunciaba Zapatero. A igual que quedará en nada la previsión que la ministra Salgado se atrevió a hacer la semana pasada.


Tras el cambio de Gobierno, obligado por el resultado de las elecciones del domingo, es opinión común que el traspaso de poderes debe hacerse en el menor tiempo posible. Hecho este que permitirá al nuevo Gobierno anunciar de inmediato las medidas que va a tomar para ganar la credibilidad de sus socios europeos. Un anuncio que debería darse antes incluso de la investidura del nuevo presidente.


Pero es evidente que esto no basta pues, como señala el catedrático Santiago Carbó (Cinco días, 21.XI.2011), hay otro reto del que se habla menos pero tan urgente como el primero. Y este reto no es otro que el de la deuda privada; esto es, las enormes dificultades que tienen los hogares y las empresas para reducir su propia deuda. Un reto “nada trivial –dirá Carbó- porque ese endeudamiento privado, en un contexto de elevado desempleo, hace difícil reactivar el consumo y está reduciendo la propensión a ahorrar”.


No sé si estamos en el otoño o en el invierno de la economía, pero lo que tengo claro es que su primavera tardará en llegar. Y que, mientras llega, no podernos cruzarnos de brazos y sentarnos a esperar. Desde Europa se nos está pidiendo, de manera más explícita en esta última semana, que colaboremos en nuestra recuperación. Algo así como lo que decía Tom Cruise en una de sus películas: “ayúdame a ayudarte”. Y en esa ayuda que se nos pide es clave la austeridad. Como lo es la colaboración de todos, palabra –todos- que Mariano Rajoi repitió varias veces en su primer discurso de la noche del domingo. Sin descartar la financiación internacional en caso de que persistan los problemas de liquidez.


Ahora bien, con una mayoría absoluta y ante un horizonte tan negro, quizás la austeridad deba sopesar también la posibilidad de grandes decisiones. Esto es, más que quedarnos en pequeños y numerosos recortes habría que afrontar pocos y grandes. Y en esta línea habría que pensar en la dilapidación que llevan a cabo las autonomías; algunas hasta con embajadas propias. Así como la posibilidad de devolver al Gobierno central algunas de las competencias ya transferidas, como la sanidad y la educación, si no otras. Y en un mundo en el que se habla tanto de productividad también sería conveniente analizar la productividad de aquellos bancos que fueron insuflados de dinero público. Así como revocar el blindaje escandaloso de algunos de sus directivos.


La última hoja seca no anuncia la llegada de la primavera, pero sí el comienzo de una nueva etapa.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Citas (8-11-2011)

Aparte de las cuestiones profesionales y familiares, este fin de semana he dedicado el tiempo a cosas políticamente incorrectas. Y, como consecuencia, me siento ahora ante el ordenador sin un tema concreto que pueda interesar a la mayoría. Repaso entre las fichas sacadas por ver si se puede aprovechar algo.


Hay una sobre la Jornada de Asís del pasado 27 de octubre que recoge las siguientes palabras del Papa Benedicto XVI: “el objetivo se ha logrado, pues esta peregrinación ha sido expresión de que la dimensión espiritual es un elemento clave para la construcción de la paz”. Desde luego que esta frase es sustanciosa, pero no está mi mente con ánimo para desarrollarla ahora.


En otra ficha, leo las palabras que Benedicto XI dirige al embajador de Brasil: “Es necesario reafirmar que la educación de una confesión religiosa en las escuelas públicas, lejos de significar que el Estado asume o impone una creencia religiosa particular, indica el reconocimiento de la religión como un valor necesario para la formación de la persona, y además de no perjudicar la laicidad del Estado, garantiza el derecho de los padres a elegir la educación de los padres a elegir la educación de sus hijos, contribuyendo así a promover el bien común”. Desde luego que el contenido de la ficha es, además de sustancioso, concreto, pero como da para desarrollar todo un artículo la dejo para otro momento.


Y en la misma línea educativa, paso a otra ficha, esta vez son palabras del cardenal Newman, que recuerda la importancia del estudio y el silencio; copio: “las verdades morales son adquiridas por el estudio paciente, por la reflexión tranquila, como el silencioso caer del rocío, y no se aclaran en una discusión de una hora”. Saboreo la frase “como el silencioso caer del rocío” que no sólo da para un artículo sino también para una charla de una hora y, por tanto, querido lector, la aparto para otro momento.


Se esconde detrás de ella otra ficha del cardenal Newman en la que, comentando algunas expresiones de san Atanasio, dice: "algunas de sus afirmaciones ofendieron a ciertas mentes; sin embargo, ¿no existe el gran peligro de tolerar la falsa libertad de la época, la cual nos quiere hacer creer que las diferencias de opinión no conllevan mayores consecuencias?” Estoy seguro de que usted, querido lector, ve en el párrafo anterior lo mismo que yo, pero evidentemente no es ahora el momento de desarrollarla, dispongo de veinte minutos y queda poco para acabar el artículo.


Tomo otra ficha, esta es del profesor Tomás Prieto (sacada de su libro Libertad religiosa y espacios públicos), la copio: “en el fondo, una laicidad que no esté al servicio de la libertad religiosa es tanto como imponer un nuevo confesionalismo estatal, sólo que de signo opuesto al anterior”. Que no comento porque ya llegará el día en el que trate la libertad religiosa.


Por último, ya que veo que el espacio y el tiempo “fugit”, leo la ficha que he tomado del Lolo (beato Manuel González Garrido, escritor y periodista muerto en 1971). La había archivado en la M, la M de muerte, y dice así: “¡Oh, Señor…! Ponme Tú la imagen luminosa de la muerte entre las sienes como un tizón ardiendo. (…) y todo mi interior suene a bronce de campanas. Dame la fuerza y el valor para mirar cara a cara a la muerte y no tenga que cerrar, temblorosamente, mis ojos, que la mire y huela a rosas, note luces, palpe, en fin, las alegrías. Allí, Tú, adelantándote ya en el camino, en dulce impaciencia, como el enviado más maravilloso”. Y, sin advertirlo, he escrito algo sobre la muerte, en este mes de noviembre que comienza con su recuerdo. Y, a la vez, ¡eureka!, he escrito el artículo. Citas, citas y citas políticamente incorrectas que superan a tantas palabras, tantas, con las que las noticias nos han bombardeado en este fin de semana. Sí, es verdad, no he perdido el tiempo viendo el debate de televisión entre Alfredo y Mariano. Ahora bien, ¿quieren que se lo cuente? ¿Quieren que les diga quién ha ganado? No se preocupe, en el periódico que usted compra habitualmente hoy pondrá que ha ganado el que usted deseaba.

lunes, 31 de octubre de 2011

Hablen de educación, ¡ilusionen! (01-11-2011)

No hay ni un duro. Así lo ha manifestado Europa al situar a España como uno de los países más necesitados de capital. Con un precio de recuperación semejante al de Grecia y dos terceras partes mayor que el de Italia, España es la penúltima, más próxima a la última (Grecia) que a la antepenúltima nación (Italia). Cuando se hablaba de crisis económica parecía que no tenía nada que ver con una crisis financiera, pero ahora se descubre que ésta es tan grande o mayor que la otra. Pocos bancos tienen liquidez y las autonomías se sirven de la que tienen empresas como Mercadona, El Corte Inglés u otras, que ingresan efectivos diariamente. Los economistas ya no hablan de recesión, sino de algo mayor, estamos –dicen- en una “contracción económica”. El universo económico se enfría, desaparece la incandescencia que lo hacía parecer voluminoso y, en su lugar, se descubre un núcleo de dimensiones muy inferiores a las esperadas.


Y, mientras todo esto sucede, los sindicatos se empeñan en incendiar las calles con el panfletario pregón del no a los recortes. Les recomendaría que leyeran el artículo “Balance provisional de la catástrofe” que César Molinas publicó en El País el 23 de octubre pasado. No sólo habla de hacer recortes, sino que también pone en primer plano la necesidad de reducir gasto de manera estructural, no dudando en afirmar que “los sindicatos se han convertido en la columna vertebral del establishment contrario a la reforma estructural”, por lo que alumbra la posibilidad de que la reforma profunda del mercado de trabajo haya que hacerla contra los sindicatos.


De la misma manera que mantuvieron una actitud nefasta en esta crisis, que todavía se adivina larga para España, los sindicatos lo hacen ahora en Educación. Con la única diferencia de cambiar el silencio y el asentimiento por el vocerío y la queja. Y si el nuevo gobierno que salga de las urnas el próximo 20N deberá parar los pies a los sindicatos en no menos de seis meses, la Junta de Castilla-La Mancha debe poner a los sindicatos en el lugar que les corresponde, que no es precisamente el de ser las cabezas pensantes que determinen lo que debe ser la Educación. Los sindicatos están para otras cosas y, por supuesto, no están para dar cursos de formación, entre otras.


Me rebelo ante la posibilidad de que sean los jefes de los sindicatos los que marquen la Educación en Castilla-La Mancha. Las cuestiones laborales llegarán en su momento, pero la Consejería de Educación no puede aceptar que sean éstas las que determinen el nuevo sistema educativo que tanto anhelamos algunos. El PP no ha sido el partido más votado para volver a hacer lo que hacía el otro, sino para solucionar problemas y dirigir el cambio necesario para que esta Comunidad levante el vuelo.


Confío en que la Consejería de Educación tiene las ideas claras sobre lo que conviene hacer. Pero no basta con esto. Necesita también saberlas comunicar. Llevamos todo el tiempo hablando de recortes pero todavía no he oído nada sobre la filosofía de la Educación que va a proponer. Es cierto que el 20N puede contribuir a sacar adelante un nuevo modelo de educación, pero sería recomendable empezar a conocer algo de su contenido. Hasta el momento, el desarrollo de los acontecimientos hace pensar en una ausencia de ideas. Y como no creo que sea así, les recomiendo –como ciudadano- que comuniquen lo que quieren hacer en educación. ¿Cuáles son sus hitos? ¿Cuáles sus líneas maestras? ¿Continuaran con el constructivismo? ¿Qué modelo tienen previsto?


En fin, ¿no tienen algún discurso –fuera del desmentir las tergiversaciones de los sindicatos- que ilusione? Pues, ¡ilusionen! Hablen de educación, hablen de la educación que pretenden para los castellano- manchegos. Comuniquen sus ideas de modo ilusionante. No se las queden para ustedes, no se las cuenten sólo en los despachos. Extiéndanlas por toda la Región. Combatan la demagogia de los sindicatos con la tarea de ilusionar mediante sus ideas. Dejen para ellos el hablar de los recortes. Ustedes, ¡ilusionen!

El comunicado (25-10-2011)

Dice ETA que no va a matar más, que se acabó el tiro en la nuca y los coches bomba, que deja de poner goma dos en las calles, terminales de aeropuertos y centros comerciales. Que seguirá persiguiendo el mismo fin, pero que ya no va a matar para conseguirlo. Así de claro y así de crudo.


Se le podía haber ocurrido antes. Ha tenido que pasar más de medio siglo para que llegara a esta conclusión tan evidente. Y ha sido en la Democracia cuando ha cometido el mayor número de sus atrocidades. La que ahora se quiere presentar como demócrata ha actuado casi cuarenta años contra la Democracia. Trae en su currículum cerca de novecientos cadáveres. Mujeres y niños, entre otros. Ha hecho exiliarse a doscientos cincuenta mil vascos que pensaban de modo distinto y tiene amedrentados a otros tantos. Pero ahora quiere entrar en Democracia porque sabe que de no ser así acabará por entrar al completo en la cárcel. Además, juega con la ventaja del síndrome de Estocolmo de los muchos a los que ha coaccionado y extorsionado.


Nos alegramos por la noticia. Los hombres y mujeres de España podrán andar por las calles sin temor a ser tiroteados por motivos políticos. Pero, ¿se puede esperar menos de un estado de derecho? El hecho de que ya no vayan a matar por pensar de manera distinta, ¿es suficiente? Evidentemente no lo es, pero ante la barbarie que durante tantos años ha representado ETA no podemos sino alegrarnos. Ahora bien, para la entrada del bárbaro en la civilización que ha atemorizado durante años no basta con un comunicado. Hacen falta hechos, no bastan las palabras. Y más, cuando estas son tan parcas. Hace falta un tiempo de prueba que sirva de prevención para la civilización a la que ha atacado continuamente.


Hechos, actitudes, que brillan por su ausencia en el comunicado. Porque lo primero es dejar las armas a la vez que manifestar cierto grado de arrepentimiento. ETA tendría que pedir disculpa a las víctimas, manifestar en alta voz que está equivocada. Y, consecuentemente, asumir las consecuencias de su anterior barbarie y de su presente poco transparente. Pero ETA no se baja de la burra, sigue considerando sus atrocidades históricas como efectos de una guerra de independencia. Una guerra en la que no bastaba con matar soldados, había que matar también a niños, mujeres, periodistas, políticos, (…)


Mas no demos vueltas a lo que todos sabemos y no debemos olvidar. Volvamos a la actitud del comunicado. Una actitud chulesca, porque es unilateral, con la que parece que perdona la vida a los que no piensan como ella. Ya no os vamos a matar, ¡acercaos! Os permitimos que paseéis por nuestras calles. Hemos decidido que no os vamos a matar.


Nos alegramos por la noticia. Gracias por perdonarnos la vida, pero vais a cumplir todas las condenas por los asesinatos y exaltaciones del terrorismo que pesan sobre vosotros. Las leyes están hechas para defender a los débiles, no para defender a los que amedrentan y matan. La impunidad con el fuerte que transgrede las leyes pone fin al estado de derecho. ¿Por qué se le perdona a él y no a los otros? Más aún cuando el fuerte persiste en su actitud chulesca y no manifiesta ningún tipo de arrepentimiento.


Prevengamos, ahora que podemos, no vaya a ser que pronto tengamos que curar heridas incurables.

lunes, 17 de octubre de 2011

Una de argumentos (18-10-2011)

Hay una edad en la que los niños se dan cuenta de que la vida no es tan fácil o, al menos, que les resulta más difícil que antes. Una apreciación que cualquiera de ustedes habrá oído a alguno de sus hijos cuando estos eran pequeños. Pero, aún tiene que pasar mucho tiempo para que adviertan que es difícil. Ya no más difícil que antes o ya no tan fácil como antes, sino difícil a secas.


Me decía una joven que la vida es difícil. Era una de esas estudiantes responsable que experimentan la carga del estudio y la propia debilidad humana ante una vida que se abre hacia los demás mientras pretende forjarse un futuro. Venía con lágrimas, como tantas otras, algo que no suelen hacer los muchachos hasta el punto de que uno llega a pensar que lo de la responsabilidad no va con ellos. Si bien sabemos que los jóvenes despiertan a la vida más tarde que las jóvenes.


Cualquiera de mis lectores sabe que la vida es difícil, que más de una vez puede parecer que más que vivir estamos sobreviviendo. En fin, ¿qué les voy a decir sobre las dificultades de la vida? Aunque tampoco me lo han preguntado. Pero sí ella, así que estoy obligado a responder. ¿Qué le respondo? ¿Qué le responderían ustedes?


¿Le digo que tiene razón, que la vida es difícil? ¿Le digo que su temor es coyuntural, fruto de la situación de cansancio físico en la que se encuentra pues lleva días durmiendo poco? ¿Me arriesgo a decirle que cierre el libro y se vaya a dar una vuelta, sabiendo que no lo hará o que si lo hace puede que ya no vuelva a tener fuerzas para sentarse? ¿Le digo que no debe preocuparse del futuro sino del presente? ¿Le hablo del carpe diem? ¿Le digo que la vida es algo más que estudio? ¿Le digo que no puede concentrar en un punto todas las posibles dificultades de la vida y que lo que hay que hacer es actuar en función de lo que vaya surgiendo? ¿Le digo que confíe en mi que tengo más experiencia? ¿Le digo que lo hable con sus padres? ¿Le digo que no hay que dramatizar? Todo eso le digo, aunque también podría enviarla a la orientadora y me quito el problema.


Pero, ¿puedo decirle algo más? O dicho de otra manera, ¿serán suficientes todos los argumentos humanos que se me puedan ocurrir –o que se les ocurra a ustedes- en función de la persona que tengo delante? Y si no lo fueran, ¿está preparada para otro tipo de argumentos?


¿Qué piensan ustedes?, ¿basta con este tipo de argumentos? Porque, si bastan, el que sobra es Dios. Si con argumentos que llamamos humanos podemos ir tirando, es comprensible que se viva sin Dios. Pero, entonces, debemos preguntarnos, ¿para qué Dios?


¿Ustedes argumentan a sus hijos siempre con razonamientos bidimensionales? Y ellos, … ¿ellos ven en ellas suficientes razones para la esperanza?

viernes, 14 de octubre de 2011

Comentarios a la exigencia de calidad (11-10-2011)

Cada vez que oigo hablar de calidad en la educación se me viene a la cabeza que la condición previa para enseñar con calidad es mostrarla. Es una idea que, en mis comienzos, oí a un profesor veterano. Y tan sensata me pareció que todavía la recuerdo. Con ella, quería referirse a mostrar elegancia en el porte, sólo a eso. Pero por ahí se empieza. Había sido su respuesta a alguien, que con una pinta que tiraba de espaldas, le hablaba de calidad en la enseñanza. Me miraba y me decía: “y yo le dije que lo primero era mostrarla”. Y todavía lo recuerdo.


Ahora se habla mucho de calidad en la enseñanza, pero es una llamada que responde más al interés de algunos, deseosos de que alumnado y familias se sumen a sus huelgas, que a un problema actual. Para aquellos, el problema no es la calidad de enseñanza sino que la enseñanza esté en manos de otro partido político. Si realmente estuvieran interesados en la calidad de enseñanza, hace ya tiempo que tendrían que haber manifestado su malestar, pues llevamos bajando la calidad en la enseñanza desde la LOGSE.


Aquí hay muchas cosas que deben cambiar y una de ellas es la concepción del “papá Estado” o “Estado benefactor”. Además del sistema educativo en el que sobran marías y optatividad. Y esto deben aplicárselo también los actuales mandatarios. La Secundaria no puede ser un cajón de sastre en el que todo cabe. El gusto por introducir nuevas materias que quitan horas a las básicas es lamentable. Como lo es la excesiva optatividad con la que se marea al alumnado desde 4º de la ESO.


Hay edades en las que a los niños hay que darles lo que ellos nunca elegirían pero sin lo que no pueden hacer nada. Sorprende ver que haya solo tres horas de lengua en primero de bachillerato, como sorprende que en segundo haya optativas con más horas que alguna troncal. Pero hay tantas cosas que sorprenden desde hace años que no puede negarse que se les ve el plumero a los que ahora se llenan la boca de calidad en la enseñanza. Quizás habría que recordarles que la enseñanza que tenemos ahora es la que ellos han permitido. Que no vengan ahora con monsergas. Y, lo que es más lamentable, que no vengan ahora manipulando al alumnado y a sus familias.


La mala calidad de la enseñanza tiene que ver con un mal concepto de lo público. Y para que entiendan lo que les digo, les remito a Suecia –tan socialista ella-. En Suecia, desde el año 1993, cambió la concepción de lo público en la enseñanza. El gobierno se convirtió en un garante de la educación para todos dejando la gestión en manos de aquellos grupos que manifestaran el deseo de mejorar la calidad, a la vez que daban muestras de saberlo hacer. De esta manera, en menos de diez años, lo que se suele llamar enseñanza pública ha avanzado notablemente. No hay más que ver las estadísticas.


En mi opinión, la calidad depende de las personas. Evidentemente, en algunas materias, también importa la tecnología. Pero, mientras no haya dinero, la imaginación del profesorado y su buen hacer deberá suplir las deficiencias materiales. Es la hora de “la imaginación al poder” y, con ella, demostrar la calidad del profesorado que tenemos. Cabía esto o, como decía alguien, alargar la agonía en la que se encontraba nuestra comunidad hasta que no hubiera dinero para nadie. Pero, eso sí, que nadie le engañe con lo de la calidad de la enseñanza.


¡Ah!, se me olvidaba. Las familias también tienen que ver con la calidad de la enseñanza, pues esta depende en parte de la educación que el alumnado ha recibido en sus casas.

lunes, 3 de octubre de 2011

El mundo de Alfredo (I) (04-10-2011)

Se reunían siempre en un lugar diferente. Y, una vez más, le resultaba difícil recordar dónde se habían citado. El cielo plomizo de la mañana había dado lugar a una lluvia intermitente que ahora caía con gran intensidad. Andaba resguardándose bajo los balcones, pero sobre todo se resguardaba de las miradas de aquellos con los que se cruzaba. Se estaba calando hasta los huesos y, a su edad, lo mínimo que podía coger era un resfriado. Pero, para él, aquellas reuniones eran esenciales y estaba dispuesto a asumir el riesgo de que alguien le denunciara a la Administración por no haber tomado las necesarias precauciones para cuidar su salud. Corría el riesgo de que le penalizaran un mes sin prescripción de medicamentos. Aunque, pensándolo bien, se decía, ya había agotado la cartilla farmacéutica del mes, por lo que poco iba a perder.


Aún así, la fuerza de la costumbre le hacía estar vigilante. Los informadores podían fijarse en cualquier cosa. Bastaría que conocieran su edad para que le recordaran el horario de salidas previsto por la Administración. Escribirían la advertencia con sus datos en un papel que depositarían en uno de los buzones anexos a las papeleras. De sumar tres, la Administración le prohibiría salir por las tardes a la calle durante una semana. Pero tampoco esto era un problema pues las reuniones eran mensuales.


La lluvia caía a cántaros y esperó junto al semáforo en rojo. Era una calle poco transitada y, además, no se veía ningún coche en las proximidades. Estuvo tentado a cruzar pero le disuadió la figura de un viandante que esperaba en la calzada opuesta junto a uno de los nuevos buzones. Escribir su nombre por infracción de tráfico en un papel en un día lluvioso podía resultar enojoso, pero los nuevos buzones instalados por la Administración eran digitales y leían la huella del dedo de forma inmediata. Arriesgarse a que el viandante de enfrente tuviera curiosidad por ponerlo a prueba, aunque solo fuera para contarlo después en su casa, sin olvidar los puntos que se sumarían a su cartilla de ciudadano por la información facilitada, no le compensaba. Decidió esperar e intentar recordar el punto de encuentro. Pero tenía dificultad para pensar pues cada vez que se alejaba de su casa era mayor el número de infracciones susceptibles de denuncia.


Cruzó cuando la luz del semáforo se puso en verde, procurando no dar un número mayor de pasos que el indicado en la base del mismo. Le sobraron algunos, lo que no le impidió pensar que dentro de poco le quedaría prohibido cruzar también aquella calle. Con su edad, sus pasos se hacían cada vez más cortos y lentos. Acabaré pudiendo andar sólo alrededor de mi manzana, se decía. La Administración, preocupada por la seguridad vial, había conseguido un programa de optimización del tiempo máximo para cruzar un semáforo basado en el número de pasos que, una vez instalado, se había impuesto como norma ciudadana de carácter imperativo. Con esta medida se aseguraba la ausencia de peatones entre las luces naranja y verde que dirigían el tráfico automovilístico. El control del número de pasos era posible gracias a una alfombrilla sensible e informatizada que cubría el paso de peatones. La determinación del número máximo de pasos era el resultado de un estudio estadístico que tenía en cuenta varias variables, tales como la afluencia de tráfico en la vía, la anchura de ésta, la visibilidad y la medida-paso del ciudadano estándar. Era preferible que la gente buscara calzadas adecuadas a su manera de caminar que cambiar la norma. La seguridad era la seguridad. Y el hecho de contar con la variable ciudadano estándar era suficiente garantía.


Al llegar a la otra acera hizo un brusco movimiento que le llevó a chocar de bruces con un niño. Venía corriendo por la acera con su paraguas y chapoteando en los charcos sin mirar al frente, como suelen hacer los niños. Del golpe, cayó al suelo y su paraguas quedó extendido sobre la acera. La madre, que venía detrás, se precipitó en ayudar a su niño preguntándole si se había hecho daño. El niño lloraba y la madre gritaba como si hubiera caído sobre su hijo el martillo de Thor. Al comprobar que su hijo lloraba más por el susto que por una posible lesión, y que no le pasaba nada que no pudiera ser solucionado en una lavadora, la emprendió con nuestro personaje, acusándole de indolente. A la vez que le hacía responsable de los futuros y previsibles traumas –eso dijo- que le pudieran sobrevenir. Y hay que dar gracias a la lluvia, que en aquel instante era torrencial, de que no le solicitara sus datos. Y también a que para este tipo de informaciones todavía no había buzones digitales. O, al menos, todavía no había sido instalado el sofwhare necesario. Era sólo cuestión de tiempo porque la tecla ya estaba instalada. (Continuará)


PD.: Cuando una sociedad necesita muchas leyes para funcionar, algo va mal en esa sociedad. Cuando todo contratiempo es motivo de denuncia es porque la sociedad ya no existe.

lunes, 26 de septiembre de 2011

The Company men (27-09-2011)

No sé si han visto la película The Company men. Yo la vi el pasado fin de semana. Centrada en la actual crisis económica, relata el proceder de tres altos ejecutivos que acaban de ser despedidos. Y algunas cosas más que guardan relación con la ética o falta de ética empresarial. La importancia de cuidar la imagen para no perder credibilidad y mantener el valor de las acciones a costa de los despidos queda bien expresada. No sé, …, tan sólo es una película y quizás se pasa en algunas cosas como se queda corta en otras. Pero lo cierto es que te hace pensar, que es siempre algo bueno. Aunque ya saben, el que piensa pierde.


Ahora bien, fueron dos las cosas que me hicieron traerla hoy a colación. La primera tiene que ver con el desempleo. Llevamos tiempo hablando de muchas cosas, menos de los parados. Medidas de austeridad, creación de empleo, crisis griega, bajada de la bolsa, … Bien, es verdad que todo gira en torno a los parados actuales o en potencia, pero pocas veces pensamos en cómo lo están pasando. Me refiero a ponernos en la situación, en el rol se diría hoy, de uno de ellos; sea parado o con visos de serlo. Hablamos del número que hay y lo utilizamos como argumento para o en contra de, es siempre un planteamiento grupal. Pero, ¿qué es de ellos?, ¿qué es de cada uno de ellos? Podemos responder a la pregunta si tenemos cerca algún caso, y no es de extrañar que así sea pues aquí nos conocemos todos. Pero el drama de cada uno de ellos no es noticia, lo más gordo de sus vidas queda en el anonimato. Su impotencia es inmensa. Y esto es lo que queda reflejado en uno de los personajes de la película cuando dice: “mi vida se ha acabado y nadie se ha dado cuenta”. Abandonados en su impotencia sólo les queda el consuelo de la familia, si la tienen.


La segunda idea tiene que ver con el hecho de que el que manda es capaz de sacrificar a aquel que ha contribuido a engrandecerle. Algo que además de darse en el mundo empresarial sucede con frecuencia en política. Cuando la primacía de la imagen se antepone a la verdad profesional, se traspasa el límite de toda ética e, incluso, puede conllevar un abuso de autoridad. Parece que la prioridad de la imagen no admite discrepancias. Ni siquiera se analizan éstas, sencillamente no pueden existir. Las personas no importan, sólo importa lo que se dice aunque lo que se diga no sea correcto. En la película citada, el director general del holding despide al socio que contribuyó a crearlo por la sencilla razón de que continuamente le recordaba lo que era ético.


Aunque peor hubiera sido ser sacrificado por un advenedizo, por ese que llega al rebufo de los cambios de chaqueta. Que haberlos los hay. Ya lo decía uno que tan sólo ha cambiado de cargo: “no creas que yo era tanto del PSOE”.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Comienzo de curso (20-09-2011)

La semana pasada comenzó el nuevo curso académico. Universidad, Institutos y Colegios fueron noticia en la calle y en los medios de comunicación no tanto por el hecho de comenzar sino por el modo en que han comenzado. A pesar del recorte de profesores asociados en la Universidad, lo que más ha trascendido son las medidas que tienen que ver con la enseñanza Primaria y Secundaria. Siendo esta última la que más removido tiene el patio. Algo que intento entender. Pero, ya digo, sólo lo intento. Como una reflexión en voz alta, eso hago. Arriesgando incluso que, como funcionario de esta administración, se me eche en cara que soy juez y parte a la vez. Pero este riesgo lo asumo cada vez que escribo y no depende de mí, sino de los prejuicios del lector. Como también asumo mis prejuicios contra este movimiento asambleario con el que los sindicatos, y los oponentes al PP, quieren movilizar a los docentes después de que en otro tiempo, no tan lejano, permanecieran en sus sedes ante la bajada del sueldo de estos. Desde la imposición de la LOGSE, la ley de Educación más nefasta que ha contemplado España, no recuerdo tanto movimiento reivindicativo en Educación, salvo si nos remontamos al curso 1976-1977, pero ya queda lejos. Aquella movida contra la LOGSE, que desde el punto de vista educativo estaba mucho más justificada que esta, no sirvió de nada, los sindicatos nos dejaron vendidos. Lo que me hace desconfiar de lo que ahora sucede o sucederá.

Es evidente que en lo que concierne a la organización de los centros el curso no ha comenzado con normalidad. El 31 de agosto y con motivo de la mala situación económica y financiera por la que atraviesa nuestra Comunidad, María Dolores de Cospedal anunció ante los medios de comunicación la subida del número de períodos lectivos del profesorado, pero dicha medida –que conllevaba un recorte de profesorado y consecuentes cambios de organización en los centros- no fue comunicada a los equipos directivos de Albacete hasta el 9 de septiembre, cinco días antes del comienzo de curso, con sólo dos días hábiles por medio. Haciéndose oficial mediante un decreto con un único artículo, fechado el 15 de septiembre. Algo a que nos tiene acostumbrados la administración, pues ya en el curso 2008-2009 la orden de funcionamiento fue publicada el 25 de septiembre.


Fueron nueve días de rumorología. Muchos se preguntaban si la medida entraría en vigor en el actual curso, otros –como yo- pensaban que sería efectiva en el curso 2012-2013 pues la organización del nuevo curso estaba bastante perfilada y su comienzo era inminente. Se hacía extraño pensar que todo el trabajo realizado en julio se fuera al traste, además de la dificultad añadida de realizar dicho trabajo en sólo unos días, salvo que el comienzo de curso se retrasara. No obstante, los sindicatos y algunos partidos que tienen orejas en todas partes decían lo contrario. Empezó entonces un ping-pong de rumores que hacía difícil trabajar con normalidad. Que si me han dicho que, que si Fulanito que ha sido X dice, … Rumores que llenaban de desasosiego el ánimo del profesorado, no tanto por el aumento de las dos horas como por la incertidumbre familiar y profesional que implicaban. Nos preguntábamos: todo este trabajo que estamos haciendo, ¿servirá para algo?, ¿lo respetarán?


Ahora ya lo sabemos. El trabajo de planificación del nuevo curso, que empieza en febrero, continúa en julio y acaba en septiembre, no ha sido respetado. La planificación ha sido sustituida por la precipitación y ya saben lo que puede pasar si esto sucede, como ha sucedido. Ahora bien, la situación profesional y familiar del profesorado funcionario ha sido respetada. Queda también el aumento de dos horas, que se dice que es transitorio, y una oferta menor de interinidades. Y este último es el clavo ardiente al que se cogen los sindicatos y demás opositores del PP que para nada tienen en cuenta la grave situación económica. Aunque su discurso sea otro. Intentando hacer ver que separan política de profesionalidad, prefieren hablar de la pérdida de la calidad de la enseñanza que conllevará la medida. E, incluso, están movilizándose por medidas posteriores que la mayoría desconocemos.


Por mi parte, veo tres cuestiones. Primeramente, el aumento de las dos horas. Una medida a la que pocos se niegan si esa es la manera de salvar nuestra menoscabada economía. Pero que no entenderíamos si no se tocan otros bolsillos y prebendas. Además de que ha servido para denostar al profesorado público presentando a este como un colectivo que trabaja poco y cobra mucho. Me suena a lo de los controladores aéreos. Es lógico que el ánimo del profesorado, ya tocado por la mala educación de muchos estudiantes, esté por los suelos. En segundo lugar, hemos de esperar una reestructuración de las plantillas. Algo que juega con la vida de muchos. Y, finalmente, si tenemos en cuenta que el número de interinos que queda sin oferta de trabajo es menor del que se pensaba, ¿cómo cuadra esto en las cuentas de la Administración? Además de que no parece que la mejor medida de crear empleo sea destruir el que hay.


Lamento que una vez más parezca que la educación sea la cenicienta de la casa. Por el momento, me atengo a la consideración profesional de un recorte exigido por la precaria situación económica. Pero me reservo, en lo que continuará, el derecho de combatir lo que no proceda. También en la calle, también.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Intervenidos (06-09-2011)

Es bien sabido que España está intervenida de hecho, aunque no de derecho. Subsistimos gracias al BCE que, como es lógico, impone sus medidas. Sería absurdo que invirtiera en España sin intentar imponer unas reformas de las que pueda beneficiarse. En la mentalidad económica no cabe dar algo sin nada a cambio. Los españoles pueden pensar que se pierde soberanía, y es verdad. Pero también tendrán que evaluar si prefieren la soberanía a la banca rota. El dilema de siempre: “barcos con honra u honra sin barcos”. Y cinco millones de parados no están para dilemas.


La gran mentira es decir que con estas medidas se pierde el estado de bienestar. O, más aún, que se hipoteca para siempre el estado de bienestar. ¿Qué es “para siempre” en la historia? Una forma de decir “muchos años” y nada más. Ciertamente, provoca frustración volver atrás, perder lo conseguido con los años, dejar a nuestros hijos una situación más complicada que aquella con la que se encontró nuestra generación. Pero no son estas medidas las que hundirán el estado de bienestar, porque en España el estado de bienestar lleva ya años hundiéndose. Congelación de pensiones, bajada de sueldo a los funcionarios, subida del IVA, supresión del cheque-bebé, … Y CÁRITAS, y otras organizaciones semejantes, funcionando a todo trapo.


Así que, ¿de qué estado de bienestar hablan? ¡Si ya se lo han cargado! Y, si queda algo, acabará por desaparecer en caso de que no se tomen esas medidas que, muy que nos pese, vienen de fuera. Pero, digo yo, que de algún sitio tendrían que venir, ya que en España no hay un Gobierno capaz de imaginarlas. O, al menos, de tomarlas en el tiempo oportuno. Aunque, claro, ¿cómo iba a tomarlas un Gobierno que preveía sólo una desaceleración adornada de brotes verdes?


Tiene gracia, por decir algo, que ahora venga Rubalcaba con recetas para la salvación. Él, que tanto ha tenido que ver con este hundimiento. Y lo mismo sucede con esos sindicatos que, en cuatro años de progresivo descalabro, sólo fueron capaces de organizar una huelga y casi a la fuerza, como por vergüenza torera. Han sido los mejores aliados del Gobierno durante años, pidiendo que confiáramos en este. Y, lejos de plantarle cara, echaban la culpa a la oposición y a los empresarios. A una oposición que, desde el principio, se le impuso un cordón sanitario con el que silenciar su opinión y sus distintos planteamientos. Pero, claro, ahora resulta que se van a eliminar liberados, 500 en Castilla-La Mancha, y esto les duele. Además de que suena fuertemente en la opinión pública que tendrán que pensar en ser autosuficientes económicamente, que tendrán que vivir de sus afiliados, y esto les duele más.


Ahora, de repente, de manera súbita, hay que manifestarse en la calle. Hay que armarla. Hay que impedir que los gobiernos autonómicos puedan tomar las medidas necesarias para su saneamiento. Y todo, como preámbulo de las manifestaciones que organizarán si el gobierno de la Nación es conquistado democráticamente por los populares. Se les ve el plumero. Han mantenido a Zapatero durante casi siete años y no han dado a Cospedal ni cien días, menos aún a Rajoy al que ya intentan torpedear sin ni siquiera haber alcanzado la presidencia.


Cada día me fio menos de esa izquierda rancia, pura demagogia, incapaz de construir y cómplice de este descalabro.

lunes, 29 de agosto de 2011

Pensando en doña Ramona (30-08-11)

Decíamos el otro día que nos educamos en el “hacer” sin advertir que una parte de nuestra vida es sobre todo “contemplar”. Y lo decía porque me parece que sin una formación al respecto o sin una reflexión previa es fácil que hombres que han pasado toda su vida en plena actividad no encuentren sentido a sus vidas cuando a determinada edad, que siempre llega, pierden la autonomía.


Hoy quiero abordar el problema desde otro punto de vista. No desde el sujeto que no encuentra sentido a su vida porque carece de autonomía, ni siquiera desde el que sí que la encuentra, sino del observador exterior que por el motivo que sea (familiar, sanitario, vecino) contempla a una persona en tal condición.


De este tipo de observadores el más inocente es el niño, quien a la vista de cualquier persona necesitada de ayuda exclama con sincera ingenuidad: “¡pobrecito!” o “¡qué pena!”. Sin advertir que hace tan sólo unos años él era una persona indefensa, tan indefensa como aquella. Una realidad que hay que hacerle ver para que ese buen sentimiento no degenere con el tiempo en un oscurecimiento de la verdad sobre las distintas etapas de la vida de todo ser humano. Oscurecimiento que se manifiesta con un temor obsesivo que se expresa con un “que a mí no me pase”. Un sentimiento que hay que educar, poco a poco, mediante la idea de que la dignidad del ser humano no está en “lo que hace” o en “lo que de él se espera”, sino en que “es” un ser humano. No es que tenga valor porque cada vez hace más cosas o levanta mayores expectativas de futuro, sino que tiene valor en sí mismo por el simple hecho de ser un hombre o una mujer. Verdad ésta que contribuye a la autoestima y, mejor aún, a estimar a los demás por sí mismos.


Si esta verdad no se aprende se acaba cayendo en el sentimentalismo, que nada tiene que ver con aquella compasión del niño. El sentimentalismo genera una compasión cuya única solución pasa por la desaparición del problema. Nada importan los deseos del que carece de autonomía, es su propio dolor el que quiere curar. Porque se cruza con él cada día o porque debe dedicarle tiempo o porque le resulta gravoso económicamente, ¿qué se yo? Ya no sirve –se dice-, es un estorbo, una carga, ocupa una cama; pero justificará su decisión con ese “era lo mejor para él”. O engañará diciendo que dar de comer por vía intravenosa es ensañamiento terapéutico. Menudo ensañamiento producen el hambre y la sed, eso sí que es ensañamiento. Y lo que es peor, obligará a sus empleados a realizar sus deseos sin tener en cuenta la conciencia de estos, como si fueran máquinas los tratará.


El mismo niño al que ayer se le dedicaron todos los medios para que sobreviviera a un difícil parto hoy es un anciano que se alimenta por vía intravenosa. Aquella mascarilla de oxígeno que le permitía respirar realiza la misma función que la que ahora cubre el rostro del anciano. Y, sin embargo, el empeño o la convicción o el deseo de que sobreviva no es el mismo en el observador exterior. El niño representa el futuro -dicen-, el viejo es el pasado; una vida por vivir, una vida ya vivida; y vuelta a los mismos parámetros: la capacidad de hacer, las expectativas que se alzan a su alrededor. Cuando la realidad es que tanto el niño como el anciano son presente, vidas ambas que discurren en el tiempo hasta que algo falle. Vidas con la misma dignidad, la que da ser un ser humano. Una dignidad que les viene de nacimiento. Y de la que uno, aunque quiera, no puede desligarse.

lunes, 22 de agosto de 2011

Apuntes sobre educación (y II) (23-08-2011)

Salgo de visitar una residencia de la tercera edad y, ante el calor insoportable del sol, busco mesa en una cafetería próxima situada a la sombra de un callejón. Como fumador, ocupo la única mesa libre que queda sobre la acera. No echo de menos el aire acondicionado. Me siento más cómodo en un ambiente natural. Limpio la pipa mientras el camarero pregunta lo que voy a tomar. Un café con leche será suficiente y, adelantándome a su posible requerimiento, le digo que no lo quiero del tiempo. Empiezo a encender la pipa cuando me lo sirve junto a dos sobrecitos de azúcar. Vacío uno y dejo el otro sobre la mesa. Pienso en que no tengo claro cuál es esa “tercera edad”, ni cuál es la franja temporal que corresponde a cada una de las anteriores. Y me pregunto por qué no me atrevo a llamarla “residencia de ancianos”. Estando en esas, leo el refrán que muestra el sobrecito que he apartado: “Dame un pez y cenaré esta noche, enséñame a pescar y cenaré siempre”. Conocidísimo refrán cuya interpretación habitual es bien conocida. Pero al que yo, en ese día, procuro darle otra que encaje con lo que acabo de ver en la residencia. No la fuerzo, es más bien algo intuitivo. Aparece de pronto, una vez desechada la que se acostumbra.


Ya en recepción se han cruzado cinco residentes. Cuatro en carrito y un quinto en tal estado que, a primera vista, da la impresión de ser algún directivo del centro. Dos carritos permanecen fijos, como anclados, con sus ocupantes observando la entrada. Otros dos son empujados por una auxiliar. Mi acompañante conoce a tres de ellos. Los define por su oficio: una pandera, un trabajador de la radio local y un carpintero. Personas que fueron de gran actividad, pero que dependen hoy de otro para el más mínimo movimiento. Y me vienen a la cabeza aquellas palabras que dicen, más o menos, así: “llegará un día en el que otro te ceñirá y te llevará donde él quiera”.


Durante toda la vida prevalece una educación cuya esencia consiste en “hacer”. Y, desde finales de los ochenta, esta es la pedagogía que el Estado pretende imponer a los jóvenes, una pedagogía de la que algunos escapan gracias a la visión más amplia de parte del profesorado. Por encima de lo que se aprende se sitúan las destrezas, las habilidades y las estrategias cognitivas. Constructivismo se llama. Hasta el punto de que lo que interesa no es tanto lo que se aprende como las habilidades que se desarrollan al aprenderlo. Esto es, la realidad no importa. O, dicho de otro modo, la realidad que verdaderamente cuenta para el hombre es la que él construye.


Pero llega un momento en el que se pierden las habilidades, en el que las destrezas de otrora no sirven y en el que las estrategias no motivan. Un momento en el que, como dice el poeta, me quedo solo con mis pensamientos. En el que no hay nada que “hacer”. En el que de nada me sirve “saber pescar” si ello es solo actividad. Nada exterior que construir. Es el momento del “ser”. Ser de la tercera edad o ser anciano, ¿qué más da? Porque en el fondo es todo lo mismo: ser un humano. Lo mismo a la primera, que a la segunda, que a la tercera edad. Lo básico es ser un hombre o una mujer. Y al llegar a esta edad me doy cuenta que en esa labor se han empleado pocos recursos. Porque no entiendo mi vida sin la actividad. Enseñamos a sobrevivir, pero no a vivir como lo que somos. Nos educamos en el “hacer” sin advertir que una parte de nuestra vida es sobre todo “contemplar”.


La realidad no la construyo yo. Si por mi fuese, nunca ocuparía un carrito de ruedas. La realidad está ahí, tanto la visible como la invisible. No hubiera venido mal que me hubieran enseñado a pescar también en este mar en cuyo horizonte se vislumbra el límite de la vida. Pesca de altura, se llama, Porque entonces sabría que a mi vida todavía le quedan ciento de millas de sentido. A remolque en el “hacer”, a todo babor en el saber y en el contemplar.


Pido la cuenta y, mientras guardo la pipa, pienso que para el próximo martes escribiré algo sobre lo que acabo de intuir. Y eso he hecho.

lunes, 15 de agosto de 2011

JMJ 2011 (16-08-2011)

Hoy comienza en Madrid una nueva Jornada Mundial de la Juventud que, instituida por el beato Juan Pablo II, se viene celebrando alternativamente entre Roma -jornada de celebración diocesana- y otra ciudad del mundo -jornada de celebración internacional-. Ciudades como Buenos Aires, Czestochowa, Dénver, Manila, París, Toronto y Colonia, han sido también sedes de la misma. La última jornada internacional tuvo lugar en Sídney (julio 2008), a la que le siguieron dos jornadas diocesanas en Roma. Con la primera de Roma en 1986 son ya 26 y, para Benedicto XVI, la jornada de Madrid será la séptima que se realiza bajo su presidencia.


Como recordarán los de mi edad (más jóvenes en aquel tiempo), es también la segunda que se celebra en España, después de la de Santiago de Compostela en 1989 que, bajo el lema "Yo soy el camino, la verdad y la vida", reunió a cientos de miles de jóvenes en el monte do Gozo y donde Juan Pablo II recordó las raíces cristianas de Europa estrechamente entrelazadas con la tradición secular del camino a la tumba del apóstol.


El lema de este año es “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. Y presenta los mismos objetivos que todas las anteriores: favorecer el encuentro personal con Cristo; vivir la experiencia de ser Iglesia católica, como misterio y comunión; tomar conciencia de la vocación de todo bautizado, llamado a convertirse en misionero; y redescubrir los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, que fortalecen la vida cristiana.


Como se puede deducir, ninguno de estos objetivos es anti-nada. Al contrario, son propuestas positivas que la Iglesia Católica dirige a los jóvenes, especialmente a aquellos que se consideran cristianos. Unas propuestas exigentes que, por su alta aceptación, demuestran que los jóvenes saben distinguir muy bien el grano de la paja. Porque aquí no se les va a proponer cosas facilonas ni palabras que adulen sus oídos, sino una manera exigente de vivir que fue encarnada hace dos mil años en la persona de Jesucristo. Y, es que, “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est). Antes o después, el tener, el placer y el poder se descubren incapaces de colmar las aspiraciones de la persona y surge la necesidad de construir la propia vida “sobre cimientos sólidos, que permanezcan incluso cuando las certezas humanas se debilitan” (Verbum Domini). Unos cimientos que sólo se encuentran en la persona de Jesucristo, fundamento de toda la realidad.


Por otro lado, el hecho de que en España el 75 por ciento de las familias soliciten religión para sus hijos y que el 68 por ciento de los jóvenes considere que la fe les ayuda a enfrentarse a los problemas de la vida (el 22% no sabe o no contesta), permite afirmar que la elección de nuestro país para la realización de esta jornada es una elección plenamente democrática. También el lema “firmes en la fe” es muy a propósito, aunque el proclamarse cristiano no sea cuestión de vida o muerte como sucede en otros países, como se puede deducir de la lectura de la prensa de estos días.


Me decía una amiga que su experiencia en la JMJ de Polonia fue maravillosa. No sólo el encuentro con el Papa, sino también todo lo que se organizó a su alrededor. Pensaba en el trabajo grandísimo que debía suponer su preparación y el sacrificio con el que los asistentes sobrellevaban las dificultades materiales. Una experiencia que todo cristiano debía de tener alguna vez. Una experiencia que puede hacer cambiar la propia vida y en la que se descubre gente que puede ser artífice de esta nueva orientación.


Por mi parte, lo tengo claro, estas jornadas serán una recarga de valores esenciales para una sociedad en crisis, no sólo económica, sino fundamentalmente agostada por la ausencia de valores que valgan la pena.

lunes, 8 de agosto de 2011

Apuntes sobre educación (09-08-2011)

Hay una edad en la que al niño hay que obligarle a hacer lo que nunca haría motu proprio. Hay que hacerle aprender aquello que, si fuera por él, nunca hubiera elegido aprender. Aquello a lo que él no es capaz de darle importancia y que, sin embargo, será de gran utilidad para su vida. Utilidad no sólo en el sentido práctico –en el hacer-, sino también en el teórico –en el comprender y dar sentido a su existencia-.


Convertir en un derecho la posibilidad de adquirir educación y cultura es algo loable. Reservar para este fin un tiempo mínimo de la vida, como es la infancia y juventud, es magnífico. La cuestión está en determinar el límite de la edad en la que el ejercicio de este derecho debe pasar de obligatorio a voluntario. Una decisión que dependerá de los niños y niñas, así como de sus padres y madres, pero a la que el sistema educativo debe marcar una referencia para impedir que la inconsciencia de la infancia o la falta de interés por la educación de algunos padres o, lo que es peor, la mala situación económica de éstos, impida el ejercicio de un derecho cuya consecución no ha sido gratuita sino fruto del esfuerzo de las generaciones anteriores. Un esfuerzo que ha convertido el “si hubiera podido estudiar” en “si hubiera querido estudiar”.


El sistema educativo español –tan variable como dispar entre autonomías- establece los 16 años como referencia de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, aunque de hecho sea posible permanecer voluntariamente en ella hasta los 18. Un límite que, sin ser del todo malo en cuanto a la voluntariedad, presenta graves lagunas en cuanto al desarrollo de la obligatoriedad. El absentismo y el tratamiento de las conductas disruptivas –saltarse las clases y gamberrismo, se decía antes- son algunas de estas lagunas. El primero afecta a profesorado, padres, asistentes sociales y policía, además de lo poco ejemplar que resulta para los estudiantes menos motivados. El segundo, en cambio, afecta directamente a los estudiantes que comparten grupo con el gamberro, además de las situaciones inverosímiles –por degradantes- a las que somete al profesorado. Lamentablemente, el sistema no aporta otra solución que la exigencia de una dedicación máxima de tiempo a estas situaciones dejando de lado la profundización y mejora de aquellos niños y niñas que tienen disposiciones para aprender.


La experiencia, pues, urge a un cambio de “eso” que han convenido en llamar ESO. Pero las soluciones que se barajan desde el actual Ministerio de Educación son meros parches. Chapuzas que, más pronto o más tarde, habrá que echar por tierra mediante una reforma general del sistema educativo. Un reforma que debería empezar por devolver al Estado las competencias que fueron transferidas a las autonomías. Si no todas, la mayoría. Es penoso oír a todo un Director General del Ministerio de Educación quejarse de que algunos de sus buenos proyectos –porque también proponen cosas buenas- se diluyen, hasta casi desaparecer, en manos de las Consejerías de educación de las distintas autonomías.


No hay que tener miedo en afirmar que a partir de los 14 años hay que ofrecer otro tipo de enseñanza para muchos jóvenes. Esto es, que a partir de lo que ahora se llama 2º de ESO hay que ofrecer dos tipos distintos de enseñanza. Una dirigida al Bachillerato y Ciclos Formativos de Grado Medio, y la otra encaminada a cualificar en un oficio. Sin perjuicio de que se tiendan todos los puentes necesarios para que aquellos jóvenes que vayan madurando puedan volver al tipo de enseñanza abandonada voluntariamente con anterioridad. Pero, ojo, estos puentes no deben ser lo que son ahora, atajos donde se rebaja el nivel para inflar estadísticas. Porque las estadísticas pueden vivir de la trampa pero no una nación.


Y todo hay que hacerlo sin complejos, sin falsas componendas, sin becas para aquellos que no quieren estudiar y a las que no pueden aspirar los buenos estudiantes. ¿Habrase visto mayor injusticia? La mejor beca para unos estudios que son gratuitos es el ejercicio obligatorio del derecho a recibir educación hasta, al menos, los 16 años. Lo que ya supone en sí mismo un derroche de medios por parte del Estado. Este derecho se concretará para unos en aprender un oficio –jóvenes cualificados que tanto necesita esta nación-, para otros, en cambio, en recibir una auténtica educación secundaria.

martes, 2 de agosto de 2011

Intranquilidad (02-08-11)

No recuerdo haber visto a tanta gente comprobar el ingreso de su nómina. Tampoco antes había recibido un email institucional asegurando que la orden de pago estaba ya dada en Hacienda. Pero no me sorprende, porque la impresión general es que puede llegar un mes en el que no se cobre.


Me decía una amiga que hubo un tiempo en el que se ganaba poco pero se vivía tranquila. Ahora, en cambio, la intranquilidad se ha apoderado de ella bajo la forma de una posibilidad, la de perder el trabajo. Y no es fácil vivir con esa incertidumbre.


Miramos atrás, al pasado de una familia sencilla, para descubrir que a pesar de las estrecheces bastaba el esfuerzo para conseguir un poco más. Se podía ir a más dando cabida a metas y sueños. Metas lejanas que permitían soñar porque todo era cuestión de tiempo. Se ahorraba lo que se podía y se gastaba cuando se tenía. Las costumbres eran austeras y los caprichos, comparados con los de ahora, parecen bagatelas. Pocos libros y bien cuidados, poca ropa y bien planchada, ropa de trabajo y ropa de vestir, celebraciones en las casas y alguna que otra, más especial, en algún restaurante, coche para las necesidades, veraneos en el pueblo, reuniones familiares alrededor del puchero y unos pastelillos caseros. En el hogar, el abuelo y la abuela. Los tíos que eran toda la vida tíos, las tías que eran toda la vida tías. El médico que asistía a las casas, el olor a alcohol quemado en el que el practicante purificaba la aguja de su jeringuilla. La escuela y los maestros que ocupaban el tiempo de la infancia. El estudio, la calle y los amigos, para el tiempo sobrante. Y todo sin prisa, era cuestión de tiempo.


Hasta que aparecieron las quejas y las prisas. Todo se podía conseguir en menos tiempo. Hasta se podía comprar sin dinero. Todo era más fácil, nos acostumbramos a la facilidad. Quiero y obtengo. A nueva queja nueva consecución. Lo exterior era lo importante. La vida era todo exterior. Fuera de casa, fuera del hogar, fuera de la familia, fuera del vientre materno.


Seguimos con el trabajo, pero ese exterior nos metió la zancadilla. Cumplimos con Hacienda, pero Hacienda no puede cumplir ahora con nosotros. ¿Qué ha pasado? Los bancos han crecido, pero no hay dinero. Las administraciones hablan de millones de déficit cuya solución pasa por el endeudamiento de los que han contribuido a engordar sus arcas. ¿Qué ha pasado?


¿En quiénes habíamos puesto nuestra confianza? Tanta habíamos puesto, que es ahora lo que más escasea. Se ha perdido la confianza y, con ella, la tranquilidad. Y esto va a durar. No quiero ser agorero, pero es evidente que los expertos no ven el final de esta crisis.


Dice mi amiga que, por si acaso, habrá que ir pensando en el pueblo. En laborar una pequeña huerta para vivir de ella. Pero, ¿qué pasará con los que no tengan un pueblo al que ir?

La realidad de Europa (26-07-11)

Después de que la Unión Europea diera oxígeno a Grecia y, consiguientemente, al resto de países que atraviesan por situaciones análogas, un fanático quitaba la vida a un centenar de noruegos, jóvenes, muy jóvenes, en su mayoría. Mientras que el grupo de presidentes de la Unión se las ingeniaba para salvar a Grecia y, consecuentemente, sus propios intereses, los de ellos, un hombre decidía por sí mismo castigar con la pena de muerte a decenas de europeos. El logro de una colectividad quedaba oscurecido por la acción de un individuo. Cuando la luz comenzaba a brillar para el sur de Europa, una sombra se fijaba en el norte. La sombra de los antiguos fanatismos y, más en concreto, del nacionalsocialismo, causante de la segunda gran guerra europea de la primera mitad del pasado siglo. Ideologías de terror que siguen causando atrocidades y dejan indiferente al que las comete. Ideologías que se desarrollan siempre en el caldo de cultivo de toda crisis económica, pero que sobreviven al tiempo en el rescoldo de unas cenizas que nunca fueron extinguidas.


La maravilla de la libertad del hombre corre un riesgo que hoy, y siempre, tendremos que aprender a sobrellevar. Unos libros que difunden las ideas del fanático, unas redes sociales que las apoyan, unos jóvenes que juegan a vestirse como aquel. Parece que no tiene importancia, que es juego de niños, que es sólo cosa de unos pocos que, además, están locos. Y, quizás por eso, porque están locos, debiéramos prestarles más atención. Los viejos extremismos no están agotados, siguen ahí, latentes; ambos extremos tiene sus pobladores. Parafraseando a Calvo Serer, creo que es necesaria una política cultural montada sobre la realidad en la que vivimos, porque cualquier mutilación o desfiguración de los hechos se va a volver contra nosotros. Como así ha sido. Porque en la actual política cultural predomina el desequilibrio, la intención de mostrar la realidad desde sólo una parte. Y, al hacerlo, se perpetúan los extremos.


En la línea de la ideología del terrorista que asoló Oslo en la tarde del viernes sorprende la contundencia con la que algunos que la comparten niegan el Holocausto. Como asombra el que algunos padres no perciban que la vestimenta de sus hijos lleva a la par la ideología nazi. Si no asumida enteramente, al menos sí en parte. Y en este caso no se trata de política cultural sino de educación familiar. Parece pues que todos tenemos mucho que hacer.


Si antes del jueves, la canciller alemana Ángela Merkel daba mensajes poco claros, que no daban pistas por donde iba a salir y que enfadaron hasta al propio Helmunt Khol, la tarde del jueves puso en cambio su grano de arena para intentar salvar la crisis. Por el contrario, los mensajes del asesino de Oslo han sido siempre claros, diáfanos.


Mientras Europa estaba preocupada de lo que iba a ser de ella, un hombre había anunciado ya lo que iba a hacer con ella. Pero, ¿quién podía dar veracidad a tal locura? ¡Hay tantos que dicen lo mismo! Tantos, ¿y no nos preocupamos de ellos?

martes, 19 de julio de 2011

Una foto (19-07-2011)

Tiene la fotografía tal fuerza que aún ocupa hoy un puesto relevante. En medio de una civilización en la que predomina la imagen en movimiento, las cámaras fotográficas siguen compitiendo con los visores más sofisticados. Una imagen, sólo una imagen, sigue valiendo más que mil palabras. Evoca un tiempo pasado, denuncia una injusticia, transgrede la intimidad, puede ser considerada una obra de arte y tantas cosas más. Hasta la aparentemente más impersonal, desnuda los sentimientos de su autor. Está ligada siempre a una reflexión.


Las hay que provocan risa. Y podemos reír ante ellas sin necesidad de conocer a los personajes. Como lo hacemos ante aquellas en las que somos nosotros los protagonistas. Lo que es muy saludable pues, a veces, nos tomamos demasiado en serio y, de vez en cuando, viene bien reírse de uno mismo. Incluso compartimos esas fotografías y esas risas con familiares y amigos. Lo que ayuda a que esas sesiones interminables, que gracias a un pen-drive podemos ofrecer en una televisión, no se conviertan en un peñazo. No hay nada que tema más que alguien me diga “un día os venís a casa y os enseñaremos las fotos del viaje”.


Hay fotografías, en cambio, que sólo se contemplan en la intimidad. Con ellas se trata de recordar a alguien o algo que ha tenido importancia en la propia vida. Son las que salen a la luz en el PowerPoint de la jubilación o cuando alguien pasa a ser un personaje importante. Y como no siempre hay alguien que tenga tiempo para hacer un PowerPoint para una jubilación, pues es más cómodo regalar un reloj o unos pendientes junto a la comilona de turno, como tampoco es frecuente eso de llegar a ser personaje célebre, son fotos que perduran hasta la tercera generación, a lo más. Salvo que haya un descendiente preocupado por el árbol genealógico, lo que no suele ser frecuente en esta sociedad que abomina del pasado.


Están también esas fotografías que nos recuerdan el hambre, la guerra, la esclavitud y demás miserias del presente, tan antiguas como nuestros primeros antepasados. Fotos de una Humanidad que parece que ha avanzado poco, al menos en humanidad. Denuncian el egoísmo del superhombre, así como el sustrato de su bienestar.


En fin, hay muchos tipos de fotos. Y si antes se guardaban en un álbum, aquellas que tenían razón de intimidad o razones familiares, o se exponían en una revista por el interés general, hoy en cambio se exponen todas. Basta echar una mirada en internet para ver que estoy en lo cierto. Las redes sociales no se pueden entender sin la fotografía. Lo que es comprensible, ya que estamos en una sociedad que ha olvidado escribir, del mismo modo que ha olvidado contemplar en el sentido clásico. Y los jóvenes, ingenuamente, cuelgan sus fotos o las de sus amigos. Y dejan de ser amigos porque cuelgan sus fotos. Y empiezan las peleas y las amenazas.


El domingo pasado vi una foto en el dominical de El País que fue tomada hace casi un mes. En ella aparecía María Dolores de Cospedal en la procesión del Corpus de Toledo. Una foto que me gustó cuando la vi en nuestro periódico y que me sigue gustando. Pero que no debió de hacer ninguna gracia al comentarista del pie de foto de El País. Era el conocido escritor Juan José Millás, del que no he leído nada y del que, por razón de lo que escribe, no pienso leer nada pues veo que nada me va a aportar. Aunque evidentemente tiene su público y es de esperar que tampoco a él le importe nada el que yo le lea. Pero, amigo, leí su nombre después de haber leído su pie. Que si no hubiera sido tal, quizás ni hubiera leído su nombre.


Veo en la foto a nuestra nueva presidenta, de la que tanto esperamos, cumpliendo con la tradición secular, una tradición que en este caso trae más cosas buenas que malas. Con peineta, porque es la costumbre (la misma que llevan las altas dignatarias o las esposas de los altos dignatarios cuando visitan al Papa, y Cristo es más que el Papa), y que, además, le sienta muy bien. No es de oro, como las que llevan las mujeres en muchas de las fiestas de España, es tan solo un ornamento propio de un lugar y un momento determinado. Adorna su cuello con perlas de “majórica” -dice JJMillás-, y yo no sé si lo son o no, pero le favorecen. Si lo son, es una prueba más de sinceridad, no como esos progres que parecen unos adefesios pero llevan ropa de marca, cara, con la que engañan a la masa.


Veo una cara hermosa, con un carácter fuerte y una voluntad férrea que, si le dejamos hacer, es capaz de sacarnos de esta postración en la que nos han dejado los amigos de Juan José Millás.


Lo que da de sí una foto.

Recordando a Antonio Alcolea (12-07-2011)

Mientras que un niño tocaba la guitarra, su abuelo entonaba un canto gitano. Al finalizar, el abuelo le dice: “tú llegarás a ministro”. “¿Cómo será eso?”, preguntó la abuela que escuchaba a la desafinada pareja mientras echaba cubos de agua en la acera para refrescarla. A lo que el abuelo, mirando con cariño a su nieto, respondió sin inmutarse: “mujer, si alguien que se dedicaba a organizar bailes flamencos llegó a ministra, ¿cómo no va a serlo este rapaz que toca la guitarra de oídas?”


Fui testigo del hecho pocas horas después de enterarme por la prensa de que la Organización Médica Colegial (OMC) pretendía votar un nuevo Código de Deontología Médica en el que la práctica del aborto, que hasta ahora era una excepción tolerada, pasaba a ser un derecho en el que el médico debía ser especialmente diligente. De nuevo la Aído, otra vez la mal llamada “salud reproductiva”. Me sorprendió también que ese nuevo código suprima la inclusión del juramento hipocrático, “vieja norma que es la piedra de toque que permite distinguir la deontología en sentido estricto de la adaptación conveniente a las exigencias del poder”, como escribió el profesor de la Complutense J. M. Serrano.


Siete días antes de esta noticia, moría en Albacete el doctor Alcolea Ríos. Contaba más de noventa años, por lo que debí conocerle con poco más de sesenta y cinco. Desde entonces tuve una amistad intensa durante unos diez años que, con el paso del tiempo, quedó en amistad en la lejanía. La última vez que nos vimos todavía me mostraba su agradecimiento y me hablaba con orgullo de sus nueve nietos. Ni cuando lo conocí pensé que tenía más de sesenta, ni que tuviera más de noventa cuando lo vi por última vez. Era un milagro de la naturaleza. Eso decía yo. Pertenecía a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia y había sido consejero del Consejo General de la OMC de Albacete. Pero, para mí, joven profesional en aquel entonces, era todo un estímulo por su interés en estar informado de los últimos avances médicos. Lo que más me impresionaba de él era su capacidad para entusiasmarse con las grandes ideas. Y si algún día venía cansado a la reunión de trabajo estaba claro el motivo, había estado de Adoración Nocturna en esas horas malas de la madrugada.


Juntos creamos el “Grupo de Estudios de Actualidad”, mediante el que ofrecíamos charlas a las instituciones de Albacete. De entre los ponentes, el abogado García Carbonell, el doctor Lara y él mismo eran los más demandados. Organizamos también una tertulia semanal en el Milán, más constante que numerosa, que años después de perder contacto todavía él mantenía. Pero entre las muchas cosas que vivimos y hablamos me queda una que, por estar impresa, todavía puedo releer. Fue la polémica que mantuvo con Carlos Malo de Molina a raíz de un artículo de éste en Noticias Médicas de marzo de 1989. Qué buenos ratos pasamos preparando las refutaciones. El artículo de opinión se llamaba “Consideraciones sobre la eutanasia”. Nada más actual en este momento de la España del siglo XXI en el que otra “bailaora” quiere meterla de tapadillo.


En fin, desde un punto de vista cultural, Antonio fue un hombre adelantado a su tiempo, las veía venir. Estaba muy preparado científicamente y era también hombre piadoso. Parecía un niño cuando se arrodillaba ante el Santísimo. Ahora, desde algún lugar -nosotros lo llamamos Cielo- verá al completo la trascendencia que tuvieron sus pequeñas actuaciones en defensa de la vida, así como la importancia que tiene el que haya hombres y mujeres que las perpetúen. Y al ver que los hay se alegrará. .Descansa en paz, amigo Antonio.

jueves, 30 de junio de 2011

Tres motivos de inquietud (28-06-2011)

Creo que la situación de España es inquietante no sólo por el agujero económico. Lo es también porque en las plazas han acampado a sus anchas los antisistema, en pequeño número pero el suficiente para hacer ruido a la espera de los acontecimientos. En un impasse que parece estar al servicio de los que han perdido las anteriores elecciones y pueden perder las siguientes. O al servicio, al menos, de los que en unas elecciones democráticas no llevan las de ganar. Exigen una “democracia-real-ya”, pero su exigencia se salta los cauces que establece nuestra democracia, que evidentemente puede ser mejorada a igual que puede serlo cualquier otra democracia del planeta.


¿Alguien sabe lo que significa “democracia real”? La democracia puede ser perfeccionada y debe ser perfeccionada, pero nunca será perfecta a gusto de todos. Ni siquiera lo fue aquella primera democracia, la ateniense, en la que se inspiran todas las actuales. Era un sistema político de participación en el que solo contaba la voz de unos quince mil hombres libres frente a otros muchos miles que no tenían derecho a levantar el brazo o dar su opinión. La “democracia real” es algo utópico a lo que se debe tender dentro de los cauces establecidos por la propia democracia. Lleva su tiempo, tiene sus etapas y sus foros.


¿”Ya”? Es orden autoritaria a la que uno se pliega sin reflexión. Conduce a izquierda o a derecha –como saben los de mi generación- según la voz del mando. Voz de firmes o descanso, imperativo que impide cualquier alternativa. Grito del niño mimado al que hay que obedecer al instante, ya, de ipso facto. Porque de lo contrario la arma con un pataleo y burrera que se sale de lo normal. Grito que anuncia malas maneras ante su posible incumplimiento. Voz del amo en boca de gente que no reconoce amo. Premura exigida por el inexperto. Precipitación obligada con razón o sin razón. Llamada a la revolución en un país necesitado más de una restauración y una reforma; restauración de fines y del sentido común, reforma de valores y modos de actuar.


Junto a la nefasta situación económica y a estos entusiasmos juveniles, además de los problemas ordinarios que suscitan los distintos modos de entender la sociedad, la sombra de los desaguisados del desgobierno de Zapatero se alarga con la presencia de BILDU en las instituciones vascas. Y este es un problema que inquieta no precisamente porque se desconozca qué se va a seguir de él, sino por todo lo contrario. Curiosamente, el presidente del Tribunal Constitucional, el mismo que permitió la entrada de este partido en las anteriores elecciones oponiéndose a la decisión tomada previamente por el Supremo, dice ahora que es posible retirarlo de las instituciones. Pero al hombre normal, a la mujer normal, este ahora sí, ahora no, no le encaja. De cualquier forma, lo cierto es que es un problema añadido a los ya importantes que sufre esta nación. Un problema que parecía tocar fondo hace siete años y que, como todo lo que toca el sinsentido del “todo vale”, ha crecido en este tiempo de manera desmesurada hasta crear el monstruo que hoy es. Toda una provincia española gobernada por defensores de terroristas. Amedrentando a los que piensan de manera diferente y exigiendo con la chulería que les caracteriza la independencia, en razón de unos argumentos tomados de una mente calenturienta del siglo XIX.


Estas tres cuestiones forman, entre otras, la herencia de Zapatero y su Gobierno. ¿Será la paz social, esa dulce paz en decadencia de la que hablamos en otra ocasión, el pago de esta heredad?

martes, 21 de junio de 2011

"Yo, sigo" (21-06-2011)

Los de mi generación se acordarán de un personaje televisivo por nombre “Felipito Tacatum” (o algo así) que se hizo célebre por su frase “yo, sigo”. Un niño simplón, con algún defecto en el habla, tirantes y pantalón cortito al que daba vida, creo, uno de los hermanos Calatrava. Personaje que me viene a la cabeza cada vez que veo a nuestro presidente Zapatero.


En aquellos años, el uso de la expresión “yo, sigo” era motivo de risa, algo así como lo es actualmente esa otra de José Mota que dice “si hay que ir se va, pero ir pa na es tontería”. Aquella, como ésta, es de esas frases a la que se recurre cuando alguien quiere hacerse el graciosillo. Solo que ahora, en boca de Zapatero, ya no resulta graciosa. Su continuidad genera desconfianza dentro y fuera del país, con las consecuencias negativas que ello conlleva. Además de que tiene un coste que, por el caso de las nuevas transferencias para el País Vasco o de la entrada de Bildu en ayuntamientos y diputaciones (y por tanto en la Agencia Tributaria española), podría llamarse impuesto revolucionario.


De manera que, para que se haga realidad el “yo sigo” de nuestro presidente, la nación española está pagando un impuesto revolucionario a una de sus autonomías, ¡absurdo! Como lo es que Cataluña pueda endeudarse el doble que las otras. Según los últimos datos, Cataluña acumula 34.332 millones de euros de deuda, frente a los 6.106 de nuestra comunidad, ¡más del quíntuplo! La pela es la pela y, así, a los catalanes les interesa más proclamarse independentistas, que es poner el cazo, que proclamar la independencia, lo que supondría quedarse sin su vaca lechera que es el resto del país. Y como Zapatero quiere seguir, pues eso.


En mi opinión, a Zapatero solo le interesa agotar la legislatura. Dentro de sus muchos complejos, que la historia le recuerde como un presidente que no agotó su segundo mandato es algo que le supera. Que lo hizo mal es algo a lo que siempre se le puede dar la vuelta y más para un experto como él en cambiar la historia. Pero el dato es el dato y el hecho de dejar de ser presidente antes de hora supone siempre un interrogante: ¿por qué? Fíjense ustedes, y siempre en mi opinión, una victoria de Rubalcaba en las generales le alegraría no tanto porque mantendría en el poder al PSOE sino porque le haría recuperar su imagen, no la que tiene ante los demás que ya es algo imposible de recuperar, sino la que tiene de sí mismo para sí mismo. Es un narcisista.


A nadie se le escapa que, desde diciembre pasado, este país lo gobierna Rubalcaba. ¿Qué le queda, pues, a Zapatero? Pues ya que se ha demostrado que es incapaz de aprender economía, tanto como lo es para aprender inglés, él sigue con su sofisticada ingeniería social que se concreta en su proyecto de ley de igualdad, su deseo de aprobar la eutanasia y, si le da tiempo, su ley de libertad religiosa. Esto es, control y aprovechamiento de las envidias, atajar el problema de la vida con la muerte del problema y cargarse a la Iglesia Católica que, al fin y a la postre, es su gran obsesión. Lamentablemente, no sólo no entiende de economía, sino que tampoco sabe lo que es el respeto a la libertad de los demás. Pretende ordenar nuestras vidas cuando anda, como zombi, con su propia vida desordenada.

¿Rubalcaba? Que alguien que haya permanecido en el poder desde el comienzo de la crisis sea el que ahora vaya a resolverla es, por lo menos, paradójico. Está claro que su postulación como candidato tiene poco que ver con salir de la crisis y mucho, en cambio, con la conservación del poder. Dispone, para conseguirlo, de las mismas fuerzas que fueron derrotadas en las anteriores elecciones. Fuerzas que no han hecho ninguna autocrítica a su gestión pensando, quizás, en esta nueva oportunidad. Pero ya hablaremos mañana del Gobierno.

martes, 14 de junio de 2011

Dulce decadencia (14-06-2011)

El profesor Rodríguez Adrados, en su libro El reloj de la historia, afirma: “Estamos (hoy, en 2007) ante un inmenso crecimiento, pero también ante una dulce paz –casi- y una dulce decadencia. Sin duda, todo ello va a más, se va extendiendo al planeta entero”. Y me quedo con eso de “una dulce decadencia”. Porque se ve que la decadencia, como el morir, puede ser dulce. Como el que agota su existencia congelado mientras duerme plácidamente sobre la sábana blanca de la nieve de una alta montaña. Dulce porque se duerme, porque todo pasa sin darse cuenta. Todo pasa; pasa el sueño y ¡la existencia!


Y me pregunto, ¿está nuestra civilización en ese sueño que precede a su final? Que anda como dormida no me cabe duda, que sea el aviso de su fin no lo tengo claro. Como sonámbulo que camina hacia delante, así avanza. Despertando ante los aldabonazos del exterior que obstaculizan su dulzura, su creer que aquí no pasa nada. Volviendo a dormirse para todo aquello que entraña a su propia naturaleza, la misma que niegan algunos en beneficio de la razón cultural.


He leído: “La madre está elevada sobre el tiempo. Es una imagen de la infinitud del mundo. Los siglos pasan, sin dejar huella del placer y del dolor. La madre, en cambio, pasa por la historia imperturbable, dejando a su paso, calladamente, frutos de vida”. Pero hoy resulta peligroso ensalzar a la madre, no la de uno sino la figura abstracta de ella, porque toda una ideología pregona que es un invento cultural propio de tiempos pasados. Hoy está mal visto hablar de la mujer como madre, hoy la mujer es trabajadora o no es. Y toda una sociedad dormida avala con su silencio somnoliento que así sea. Desesperada porque el sueldo no llega a fin de mes, es incapaz de advertir que algo más grave está sucediendo. Dulce sueño que se llevará por delante su existencia.


¿El padre? El arte y la poesía se muestran muy sobrios con él. Pero si cae la madre, cae éste. Y parece que también urge una “ecología del padre”. Ya lo han visto en Silvia García, vocal de Xente Gay Astur, que habla de “violación emocional” porque su comunidad autónoma no le subvenciona reproducir sin un hombre. Cuando la auténtica violación –violación financiera- es que su deseo de ser madre se lo paguemos los demás. ¡Que se lo pague ella! ¿Es que si una persona quiere estar bronceada sin tomar el sol tiene, acaso, el Sistema Nacional de Salud la obligación de pagarle las sesiones de rayos UVA?


En pocas semanas he asistido a dos bodas, una civil y otra religiosa. El marco en el que se han celebrado ha sido espectacular. El Alcázar de los reyes cristianos de Córdoba y una iglesia del siglo XVII, Santa María la Mayor de Oliva (Valencia). Bellísimas las novias, elegantes los novios. Jóvenes que han querido hacer público su amor y su compromiso. La palabra fidelidad sonó frecuentemente en ambos escenarios. Cada uno de los invitados la interpretaría a su modo, como a su modo interpretaría cada cual ese amor juvenil que los novios traslucían. Pero, en todos, quedaba la expectante posibilidad de que ambos matrimonios fueran para siempre.


Vivimos rodeados de durmientes que, sin embargo, saben lo que es bueno, lo que conviene. No puede ser dulce este sueño. No, al menos, su despertar.