lunes, 20 de mayo de 2013

Sobre la posible nueva Ley de Educación


No es la ley que yo esperaba pero, aún así, es mejor que la que hay. No encuentro motivos para que no se ponga en marcha, pero sí descubro aspectos que debería mejorar.
Resuena en ella la cultura del esfuerzo, tan olvidada en los últimos años, a la vez que atiende a los dos extremos del alumnado: a los que queriendo no pueden y a los que pudiendo no les dejaban avanzar. Es pues una ley más próxima a la realidad que la actual. Quizás porque, como se puede leer en su preámbulo, los cambios que propone están basados en evidencias. La evidencia de una alta tasa de abandono escolar temprano y de una falta de equidad que llevaba a igualar en la desidia y la mediocridad por temor a la excelencia. Con la futura nueva Ley, vuelve la recompensa al trabajo esforzado, a la vez que abre pasarelas entre las distintas trayectorias formativas para que “ninguna decisión de ningún alumno sea irreversible”. Con ella, saber y oportunidades se dan la mano. Rompe con la falsa idea de asimilar el derecho a la educación al derecho a la escolarización, subrayando la importancia del conocimiento y el espíritu de iniciativa, que ahora llaman espíritu emprendedor.
Una de sus novedades son las evaluaciones externas al final de cada etapa, que sus críticos retrotraen a las “antiguas reválidas” como si fuera una vuelta a los tiempos pasados, pero lo cierto es que veinte países de la OCDE realizan estas pruebas a sus alumnos y su implantación evidencia una mejora de “al menos dieciséis puntos de acuerdo con los criterios de PISA”.
Otras novedades sumamente interesantes son la creación de la Formación Profesional Básica a la que pueden acceder los alumnos de quince años o aquellos que los cumplan el año natural en curso y los “programas de mejora del aprendizaje y el rendimiento” a los que se pueden acceder ya desde la primera repetición dificultando así la posibilidad de fracaso escolar. Esto es, el alumnado va a disponer de la diversidad de aprendizaje a menor edad que ahora, disponiendo a la vez de pasarelas. Novedades que no sólo benefician circunstancialmente a todo el alumnado, sino que también lo beneficia de cara a su futuro al facilitarle la posibilidad de alcanzar un trabajo en una sociedad cada vez más exigente con la formación.
Con todo, deja muchas cosas sin concretar y demasiadas puertas abiertas al arbitrio de las autonomías, algo que no comparto por mi tendencia a devolver la Educación al Estado. Como tampoco comparto la excesiva optatividad que mantiene en los bachilleratos, menor que en la actualidad pero excesiva a mi modo de ver. Y en esta línea, no comprendo cómo el Griego no es una materia troncal “obligatoria” en el bachillerato de Humanidades, como lo tendría que ser también la Física y la química en el bachillerato de Ciencias.
En cualquier caso, si tenemos en cuenta la recomendación de la OCDE sobre la conveniencia de plantear las reformas de manera constante sobre un marco de estabilidad general según se van detectando insuficiencias o surgen nuevas necesidades, no cabe dudad que esta nueva Ley (modificación limitada de la LOE) puede resultar un marco de estabilidad para empezar a hacer algo serio. Otra cosa es que lleve razón la OCDE.