lunes, 3 de junio de 2013

Manipulaciones pro-abortistas

Ahora que en España se habla de modificar la ley del aborto (Ley Aído), no es raro encontrar noticias en los medios de comunicación que guardan relación con ella.
Hace un mes, los promotores del aborto aprovecharon la muerte de Savita Halappanavar (28.X.2012) para inclinar la balanza a su favor. Decían que había fallecido porque los médicos del Hospital Universitario de Galway (Irlanda) se habían negado a realizarle un aborto. Lo que nunca dijeron es que el juez (Ciaran MacLoughlin) que instruyó la investigación concluyó afirmando que no había habido negligencia médica y que la muerte se había producido por septicemia y por E.coli ESBL de la madre, siete días después de que esta solicitara el aborto.
Tampoco dijeron que el aborto le fue denegado porque no apreciaron “grave y sustancial peligro para la madre”, ni que dos días después de solicitarlo procedieron al parto forzoso habida cuenta de que el bebé había fallecido de modo natural.
Tampoco dirán que Irlanda, donde está autorizada la intervención médica para salvar la vida de una mujer embarazada cuando corre peligro, aunque pueda causar la muerte del niño no nacido, tiene una de las tasas de mortalidad materna más baja del mundo, 6 muertes por 100.000 niños nacidos vivos, mientras que en otros países donde el aborto es a petición es de 21, como en USA, o de 12, como sucede en Inglaterra.
También en estos días algunos medios de comunicación españoles están colaborando con la campaña organizada por la “Agrupación ciudadana por la despenalización del aborto” de El Salvador haciéndose eco de los datos aportados por esta asociación sobre el llamado caso “Beatriz”. Una colaboración que presumo va dirigida a sensibilizar a parte de la opinión pública para que no sea modificada la Ley Aído. Colaboración, pues, interesada. No en la situación de Beatriz, que es sólo un instrumento, sino en la continuidad de la Ley Aído.
Beatriz es una mujer salvadoreña de 22 años, enferma, que tiene ya un hijo de 18 meses. Pues bien, al conocer que el hijo que ahora lleva en el vientre padece anencefalia, un grupo de abogados presentó una solicitud en nombre suyo en la que exponían que Beatriz estaba en riesgo inminente de muerte, estaba entonces embarazada de 18 semanas. Ante esta solicitud, un equipo multidisciplinar estudió el historial médico de la paciente llegando a una conclusión unánime: no corría peligro la vida de la madre.
Ahora está embarazada de 27 semanas, pero desde hace 9 se está vendiendo a la población algo que no es verdad, que corre peligro su vida. Pero, es más, según dice el Director del Instituto de Medicina Legal de El Salvador, los grupos pro-aborto le están sometiendo a gran presión y “le han dicho que tiene riesgo de morir si no aborta, lo cual no es cierto”. “Se está manipulando a la chica”, concluye el citado director (que es psiquiatra).
Por otra parte, cuando este caso salió a la luz, la asociación bioética recomendó el parto inducido, no el aborto. Algo que es posible desde la semana 24 y de lo que Beatriz ya tiene experiencia pues su hijo mayor nació a las 26 semanas de gestación.
Pero, en este caso, ¿cuál es el verdadero problema? No lo es la madre. Es el hijo que lleva en su vientre. Tiene una malformación cerebral con ausencia parcial de cerebro, cráneo y cuello cabelludo. De modo que, si el niño no nace muerto, fallecerá algunas horas o días después de su nacimiento (en la mayoría de casos). Esto es, la madre no corre ningún peligro y el niño fallecerá pronto por causas naturales.
Ante esto, algunos medios de comunicación y las asociaciones pro-aborto solicitan que sea abortado. Pero, ¿es mejor matarlo, troceándolo en el vientre de su madre o quemándolo mediante una inyección salina, que dejarlo que fallezca de forma natural?
Mi respuesta es no. Además de que se le ahorrarán a Beatriz las frecuentes consecuencias físicas y psicológicas que conlleva el aborto provocado, hay que recordar que abortar a un niño porque no viene bien se llama eugenesia. Y ya sabemos las consecuencias que ella tiene, como nos iremos enterando de otras nuevas que ya son realidad, pero se ocultan. No somos dueños de la vida ni de la muerte. Hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir.