20 peonadas, 20
Tenía un amigo, que en paz descanse, andaluz de pura cepa, que afirmaba que deberían pasar mil años para que la derecha venciera en Andalucía. Y es posible que así sea, aunque las últimas estadísticas vaticinen lo contrario. Que no deben ir muy descaminadas cuando el Gobierno anda por aquellas tierras con regalos y prebendas. Con todo, creo que mi amigo hacía su aseveración pensando siempre en igualdad de condiciones, que las de ahora no lo son y, por tanto, donde él decía mil cabe poner dos mil.
Lo curioso es que sean algunos los que se aprovechen del dinero de todos. Y he dicho curioso, pero más bien debería decir injusto. Es cierto que debemos ser solidarios, pero no andan sobradas las autonomías para permitir que los de una cobren por sólo veinte peonadas.
Los socialistas andan gobernando aquellas tierras durante muchos años y, con tanto tiempo, bien pudieran haber levantado algunas industrias que les permitiera no depender tanto de los olivos. Como se ha hecho en otras partes. Y del mismo modo que se hace lo de las peonadas, pudiera hacerse algo análogo con nuestros trabajadores manchegos que no encuentran trabajo. Ofertarles la posibilidad de trabajar veinte días al año y que cobren el resto. Sería un nuevo tipo de PER para aquellas zonas en que las industrias y fábricas pasan por una situación difícil. Claro está que siempre saldría alguno diciendo que si esto lo hiciéramos con las 17 autonomías, que ¿de dónde sacaríamos el dinero? Y eso digo yo, que ¿de dónde sacan el dinero para Andalucía?
Dicen que el día de cobrar en algunos pueblos, la gente está impaciente por que llegue su turno, que tiene –dice- que ir a trabajar. ¡Pero si cobran por no poder trabajar! El otro día, ya no en Andalucía, asistí a una escena que resume todo. ¿Qué es el todo? Que habiendo cinco millones de parados aquí no pase nada. Estaba en el supermercado donde una de las vendedoras estaba despachando a una señora. La operación fue interrumpida por el sonido del móvil de ésta que no dudó en cogerlo y hacernos esperar al resto. Después de colgar, quizá por familiaridad con la vendedora y como si sólo estuvieran ellas, contó lo siguiente: me ha llamado mi marido diciendo que el ayuntamiento le ha ofrecido trabajo pero que no lo ha aceptado porque le pagaban lo mismo que en el paro y, además, el horario no le permite hacer trabajillos extra, como los que hace ahora. Así de claro, para que luego vaya el Gobierno queriendo meter mano al trabajo sumergido, ¡pero si es lo que le está dando vida! (Al Gobierno, claro).
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