viernes, 12 de julio de 2024

Para entender el mundo de hoy (II)

                 Antes de analizar los hechos que permiten entender la situación actual de nuestro mundo, conviene destacar una realidad que no deja de ser paradójica y preocupante.

 ¿De verdad que no ha habido nada antes?

 Si tenemos en cuenta que nuestro análisis se realiza desde la perspectiva de un mundo civilizado, la paradoja surge de inmediato: nos sabemos en un mundo civilizado, pero socavamos sus cimientos para construirlo desde cero. Olvidamos todo un tiempo anterior, como si nuestro mundo hubiera “aparecido de repente”, civilizado de repente. ¿Qué son esos valores tan extendidos hoy sino el resultado de siglos esforzados?

            ¿Nos damos cuenta de que intentan vendernos una moto usada como nueva? Pero no es nueva, ha recorrido ya muchos kilómetros. Muchos siglos nos sustentan, muchas vidas y pensamiento hasta llegar aquí. También muchas ideas equivocadas, con muchos efectos nocivos que se palparon de inmediato y que continúan, pero que el sistema considera daños colaterales necesarios para conseguir la gran meta: el progreso, el paraíso en la tierra.

           Ejemplo: Recuerdo un estudiante marxista que, al visitar Ámsterdam, afirmaba que su propósito era arrasar todo. Y a aquel orador laicista que gritaba: “¡Somos los hombres de las rupturas, de todas las rupturas con el pasado!”, sin advertir que él mismo es fruto de ese pasado [GT].

        Ejemplo: ¿Por qué, al hablar de las raíces de Europa en el preámbulo de la fallida Constitución europea, sólo se mencionaba la herencia griega y romana, pasando después directamente al siglo de las luces, saltándose toda la tradición cristiana?

                ¿Por qué aquel agosto de 2004, en el que el presidente francés Chirac iba a coincidir con san Juan Pablo II en Lourdes, envió previamente a su embajador preocupado de que el papa sacara la cuestión de las raíces cristianas de Europa? ¿Por qué Chirac no recibió en Paris al enviado del Papa que portaba una carta personal que hacía referencia a esta cuestión? [JN-V]

Ante estas actitudes, ¿quién se sorprendería de que, en las próximas décadas, la actual Francia atea, que renegó de sus raíces, se convierta al islam? ¿Sería el punto de partida para una nueva civilización… europea? [POS]

Pero no sólo Francia. En Bruselas se han desacralizado 40 iglesias por desuso. En Alemania, unos maestros no dejan beber agua a sus 25 alumnos porque deben solidarizarse con los 2 que viven el Ramadán. Y en un IES de CLM, un cartel anuncia en inglés: feliz Ramadán 2024. Y todo esto mientras que se persigue y se intenta deconstruir toda una cultura secular impregnada de virtudes y valores. Y esto es lo preocupante.

Pero nada debe sorprendernos. Como escribió Paul Valéry, “las civilizaciones ya sabemos que somos mortales” [GT].

Permitidme un inciso: si cambiamos de perspectiva, si miramos el mundo desde otra latitud geográfica, descubrimos otros mundos distintos (no sólo el tercero), con los que cometemos tres errores: 1) quererles imponer nuestro modelo, lo que sin duda hacemos mediante imposiciones económicas y no otras (como la imposición de la planificación familiar); 2) despreciarlos en su totalidad, sin advertir que en ellos sobreviven valores que nosotros hemos perdido, como son el amor a la vida, la importancia de la familia y el saber que la vida es esforzada (Recientemente he oído la protesta de un AMPA porque los niños andaban 1 km para llegar al comedor y me acordaba de la carta recibida de unos niños de Mali que andaban 6 km para llegar a la escuela andando y saliendo de noche); 3) menospreciamos la posibilidad de que puedan emerger e, incluso, superarnos.

                Llegados a este punto, al releer los dos primeros posts de este extenso artículo me viene a la cabeza ese libro de Chesterton cuyo título es “Lo que está mal en el mundo” (una colección de ensayos) porque parece que he hecho lo mismo en pocas líneas. Pero pretender entender requiere que haya unos motivos previos. Evidentemente, hay muchas cosas positivas en este mundo con las que intento interiormente equilibrar la balanza, pero hasta las más esenciales precisan ser discutidas (discutir: remover algo para que caiga la verdad, cribar).

                Pienso también en aquellos que no estén de acuerdo con lo escrito hasta ahora. Sin embargo, hay algo que nos une a todos: el deseo de esforzarnos e ilusionarnos en la solución de los grandes problemas, conflictos y tareas que definen nuestra época [JMEB]. Busquemos esos puntos de encuentro.

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