sábado, 26 de enero de 2019

¡Por fin!

Las elecciones andaluzas han traído la posibilidad de disentir de lo políticamente correcto. Discrepar en voz alta de la imposición a pensar de una determinada manera. Los que hasta ahora lo hacían entre bambalinas ya se atreven a expresarse en espacios abiertos. Y esto es lo más positivo de aquellas elecciones. Que muchos han dicho: ¡por fin! Y le han espetado a lo políticamente correcto lo que el Rey emérito a Chávez en la XVII Cumbre Iberoamericana: “¿Por qué no te callas?”  No para darle la vez a Zapatero, como en aquella ocasión, sino para dejar hablar a los que piensan justo lo opuesto que este.
Evidentemente, el “status quo” no va a estar parado, como ha demostrado con sus movilizaciones y violencias callejeras tan ajenas a la auténtica democracia. Hoy se retratan los que han presumido de dialogantes, negando el diálogo a los que piensan de otro modo. Y se retratan los tolerantes que sólo toleran a los que piensan igual que ellos.
Con todo, sigue en juego la libertad. Y lo seguirá estando mientras que la vida social siga estando intervenida por el Estado y los partidos. Como si fuese de su dominio exclusivo. Y no sólo la vida social, sino también la vida íntima. Pues si lo primero era propio del marxismo, lo segundo es lo propio de la ideología de género que intentan imponer el Estado y distintas Autonomías (de uno y otro color).
Con la caída del marxismo, creíamos que sobrevendría un tiempo para construir. Pero lo que viene es peor que el marxismo. Éste se metió en las  cabezas de muchos intelectuales, pero lo de la ideología de género -por su irrealidad e irracionalidad- trasciende el pensamiento y pretende materializarse en el hogar y hasta en la alcoba.
Por suerte, las elecciones andaluzas traslucen esperanza. Se abre la posibilidad de proponer soluciones diversas a los problemas que nos acucian. No obstante, esto no será posible si aquellos que hoy empiezan a hablar en voz alta no se desembarazan de la pasividad con que hasta ahora han defendido sus posturas.