lunes, 26 de abril de 2010

El relativismo de tía Juliana (27-04-2010)

El relativismo de tía Juliana

Todo es relativo, dijo prima Patricia a tía Juliana. Tenía diecisiete años e hizo tal aseveración a la vuelta del instituto. Era un día soleado de primavera y toda la familia estaba sentada alrededor de la mesa. Porque tía Juliana había conseguido mantener la costumbre de que comieran todos a la misma hora. La cena era por libre, pero no el almuerzo. Y prima Patricia dijo que todo en la vida es relativo. No lo hubiera dicho a no ser porque tío Paco amonestó a prima Llanos ante su propuesta de ir a dormir a casa de su novio después de la marcha nocturna del sábado. Prima Llanos justificaba su petición en que así no despertaría a la familia a su regreso. Y, es que, prima Llanos siempre tuvo un gran corazón. Un corazón casi tan grande como su falta de sensatez. Y prima Patricia dijo lo de que todo es relativo, que lo que era malo en una época podía ser bueno en otra y viceversa. Que no hay nada verdadero en sí mismo, que lo verdadero siempre es en relación a algo y, por consiguiente, lo mismo sucede con la bondad y maldad de los actos.

Desconozco si a usted, estimado lector o lectora, le ha acontecido la anécdota anterior de tía Juliana. Que después de haber pasado los años educando a sus hijos y justificando el porqué, ha bastado una clase de filosofía, o incluso de física, para echar por tierra todas sus enseñanzas. Pues alguien ha dicho que todo en la vida es relativo. De manera que toda la formación, basada en la tradición, la experiencia propia y ajena, que usted intentó transmitir a sus hijos es tan fugaz como su propia generación. ¿Es esto así? ¿Es cierto que todo en la vida es relativo? ¿No hay valores que deben perpetuarse de generación en generación? ¿Cada generación se inventa de nuevo? ¿Habrá un tiempo en el que pueda ser malo el amor de una madre por sus hijos o en el que pueda ser bueno robar?

No parece que todo sea relativo, aunque sólo sea porque de ser así ya la propia afirmación es un absoluto. Pero es un hecho que vivimos un deterioro de la moral que algunos justifican por el relativismo de la misma. Un cambio de valores que desorienta no sólo a las miles de tías Juliana y tíos Paco que hay por el mundo, sino también a los jóvenes del mismo. Una desorientación que lleva a la parálisis pues si lo que hoy es bueno mañana es considerado como malo, o viceversa, ¿de qué sirve actuar honestamente? ¿No será el contenido de la honestidad algo que se pase como las modas? No, no se trata de llevar la cuestión a sus extremos, sino de apoyar desde aquí a los padres y madres convencido de que en España, al menos, los valores propuestos desde el Gobierno y que contradicen a los que ellos tienen son unas sandeces; mientras que los que no son sandeces, están muy lejos de ser tan fundamentales como los pintan o, bien, son tan generales que no mueven correctamente a la razón práctica. Pero también pretendo darles un argumento y es por lo que antes he mencionado a la filosofía o a la física.

Toda esta cuestión del relativismo, que no es nueva en la historia del pensamiento, fue retomada con fuerza a principios del siglo XX por el conocido Círculo de Viena (1924-1930). Un grupo de filósofos y científicos de cierta talla que, a la luz de las Teoría de la Relatividad de Einstein y los teoremas de incompletitud de Gödel, pretendieron arrasar las viejas formas de pensamiento absolutista acerca de la verdad, la certeza, la objetividad y la racionalidad. Curiosamente, los autores de tales teorías, Einstein y Gödel, dedujeron lo contrario a partir de ellas; además de que las alcanzaron porque estaban convencidos de la verdad, la objetividad y la racionalidad en sentido absolutos. “Einstein consideraba que la función de la física era descubrir teorías que ofrecieran un vislumbre de la naturaleza objetiva que existe más allá de nuestras experiencias”, escribe Rebecca Goldstein en su libro “Gödel, paradoja y vida”. Y Gödel era un platónico confeso que sufrió en vida que no supieran interpretarle filosóficamente. De manera que la base científica en la que se apoyan los relativistas y, con ellos, sus interesados seguidores, es nula, pues la ciencia nuca ha afirmado lo que ellos pretenden.

Con todo, como a tía Juliana y a tío Paco les importa un bledo lo que diga la ciencia sobre si su hija Llanitos debe o no debe ir a dormir a casa de su novio, se oyó la palabra guarra en la mesa y no para designar ningún manjar. Palabra mágica que recordó a prima Patricia que en su casa, al menos, seguía estando vigente la Teoría de la Sensatez o lo que es lo mismo, no pongas al zorro a cuidar gallinas y, aunque no lo dijera, se sintió aliviada.

martes, 20 de abril de 2010

Mediocridad (20-04-2010)

Mediocridad

Estamos en manos de los mediocres y, lo que es peor, les dejamos hacer. Les hemos dado autoridad, la nuestra, para que la ejerzan en nuestro nombre, y con ella juegan a ser dioses.

Deciden sobre la vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Reinventan la Historia según su memoria, que además de subjetiva es corta. Revientan las familias, para olvidarse después de sus miembros. Azuzan a las mujeres contra los hombres, como antes a los obreros contra los burgueses. Fomentan las religiones minoritarias para deshacerse de la mayor. Mienten en público sobre la crisis económica, para confesarla después en privado. Cruzan fronteras, en nombre de la democracia, para aliarse con los dictadores. Echan en cara a unos lo que permiten a otros. Prepotentes con los propios ciudadanos, ocupan las últimas filas en el debate internacional. Se empecinan contra el que presenta razones, dejando campar a sus anchas al irracional. Entienden la Universidad como plaza roja, la escuela como adoctrinamiento. Utilizan la seudociencia para legislar medidas a largo plazo, porque no son capaces de solucionar los problemas presentes. Establecen observatorios para controlarlo todo, para dirigir a los mortales hacia lo políticamente correcto. Prefieren la cantidad a la calidad, la razón de utilidad a la razón de ser. Provocan fuegos para mantenernos ocupados. Procuran la división y el enfrentamiento. Derrochan energía en lo secundario y se olvidan de lo esencial. Juegan con nosotros a parecer que decidimos, para hacer siempre lo que ellos ya habían decidido. Y nosotros les dejamos hacer.
Pero, ¿dónde están los hombres y mujeres de talento? ¿En las aulas, en sus despachos, en sus cátedras, en sus empresas, en sus libros, en sus tertulias, parapetados acaso tras sus familias? ¿Dónde están cuando más los necesitamos? ¿Dónde están los hombres y mujeres honrados que no ambicionan el cargo sino la posibilidad de estar en el momento oportuno para aportar soluciones? ¿Dónde están?

Dicen que los hay, que muchos de ellos están ya en primera línea. Que es cuestión de esperar, de no impacientarse. Pero yo veo mucha vulgaridad, mucha mediocridad. Y, sobre todo, poca claridad de acción. Mucha tibieza y poca energía. Mucho titubeo y, también, mucho complejo.

Pero lo que decimos de los políticos se puede aplicar al resto. No podemos ser tan cínicos que pensemos que la mediocridad es sólo condición de los que nos gobiernan. Los políticos son hijos e hijas de su tiempo y, algunos, además, son como veletas. Así que renovar la clase política implica renovar el tiempo, renovar una sociedad que pasó del esfuerzo a la comodidad. Y no hay enemigo mayor para una democracia que la comodidad. De manera que cada uno de nosotros, ajenos al oficio de la política, tenemos también parte de la solución. Es más, la solución pasa por nosotros. Empieza en uno mismo, continúa en la familia y llega hasta donde la libertad no puede separarse de la responsabilidad; esto es, abarca todo lo que nos ocupa.

No es de extrañar, por tanto, que mucha gente con talento esquive la política, pues ¿a quién le gusta bailar al son de los mediocres? Tenemos, pues, lo que nos merecemos o, al menos, lo que merece una mayoría.

martes, 13 de abril de 2010

Parches (13-04-2010)

Parches

Me desayuno ante la noticia del descuento al que da derecho el carnet joven en caso de querer realizar un aborto. Y me digo, estas son las reformas estructurales que son capaces de realizar los socialistas. Garantizar clientela a las empresas privadas sanitarias –más empresas que sanitarias- que quieran colaborar con la realización de abortos. Descuentos que cubrirá la Administración con los impuestos del contribuyente. El aborto ofrecido como un servicio más, pero en posición privilegiada frente a otros servicios. Y, mientras, la Seguridad Social poniendo pegas para hacer una resonancia. Unos ahorran y otros ponen el cazo. Se empieza negando que el nasciturus es un ser humano, sujeto de derechos, y se acaba en un mercadeo.

Paseo por la calle Simón Abril donde han parcheado las aceras y entiendo, de forma gráfica, la política socialista. Poner parches allá donde han fracasado las ideas, pero nunca poner en duda las ideas. Puro dogmatismo. Dogmatismo laico, claro. Y así nos va. El fracaso del sistema educativo se parchea con medidas extraordinarias que faciliten el número de aprobados, pero sin cuestionar el sistema; el fracaso de la educación sexual se parchea facilitando el aborto y la píldora, pero sin cuestionar la educación que dan a los jóvenes. El fracaso económico se soluciona levantando unas calles y parcheando otras. Las mismas empresas que hicieron su agosto en tiempos de pujanza, haciendo su otro agosto en tiempos de crisis.

Lo cierto es que hemos dejado en manos de los políticos demasiadas cosas, y digo políticos para meter en el mismo saco a socialistas y populares. Pero, ¿podía ser de otro modo?, ¿cómo puede un ciudadano o ciudadana de la calle, agobiado por la propia situación familiar, tratar de llegar a más cosas? Además, nosotros mismos ¿no funcionamos poniendo parches? Sí, pero también es cierto que cuando advertimos que sólo parcheamos intentamos cambiar el rumbo. Mientas que los políticos, lo último que reconocerán es que están parcheando. Sólo ven claro cuando pierden unas elecciones y ahí es donde entramos la gente de a pie.

Antes, los niños se pegaban; ahora se matan; antes, las niñas dejaban de hablarse, ahora se lanzan mensajes amenazadores por internet; antes, los niños y las niñas se hablaban, se miraban, se deseaban, se rozaban, ahora se miran desnudos, se soban y se aparean. Y estando así el patio, ¿seguiremos dejando las cosas importantes en manos de los otros? Quizás debamos hacer algunos reajustes familiares y confiar menos en los de fuera. Porque si la crisis económica es grave, mayor aún es la crisis de valores.

Recuerdo un chiste que, de pequeños, contábamos cientos de veces. El del propietario de un Mercedes que explica a su acompañante para qué sirve el icono de la marca. ¿Se acuerdan cómo acaba? Sí, abriendo la puerta para llevarse por delante a una viejecita que se les escapaba. Algo macabro, si, pero un chiste. Algo que, para aquellos niños, sólo podía ocurrir en la imaginación, que carecía de todo viso de realidad. Pero no se lo cuenten a los niños de ahora que les faltará tiempo para imitarlo. Es más, ¿están ustedes seguros de que su hijo o hija no abrirá la puerta para probar? Vayamos con ojo, aseguremos que los retrovisores nos permitan ver las puertas. ¿Una exageración? Quizás lo sea para algunos, pero ¿no es una exageración que unos niños se diviertan tirando una bola de fuego a una vieja paralítica? ¿No es una exageración que tantas niñas se queden embarazadas?

Y si lo anterior no es motivo para replantearse las ideas, me permito otra reflexión. Dentro del conjunto de niños y niñas vengo observando una partición entre los que quieren ser responsables y los que no. Como dos culturas distintas que no podrán permanecer como compartimentos estancos durante mucho tiempo. Que estarán obligadas a relacionarse, pero que no lograrán entenderse porque hablan idiomas distintos. Culturas, ambas, con derecho al mismo carnet joven, pero que mientras que los de la primera lo utilizarán para ir al cine, los de la segunda, en cambio, lo emplearán para abortar. Y no es lo mismo, ¿verdad?

Con todo, siempre queda la esperanza. Hasta el próximo martes.

lunes, 5 de abril de 2010

Se busca hombre alternativo (06-04-2010)

Se busca hombre alternativo

No es de extrañar que cuando uno cuenta entre sus aliados con Pedro Camacho, presidente de la FEMP, se plantee el fomento de “nuevos modelos de masculinidad”. E, igualmente, no debe causar asombro que haya quienes, ante la presencia de nuestra vicepresidenta de la Vega, sugieran la necesidad de “nuevos modelos de feminidad”.

Y esto viene por lo de los quinientos mil euros con que el Ministerio de Igualdad ha dotado a los ayuntamientos para la promoción de un modelo alternativo de hombre. Se ve que en España no quedan hombres modélicos para la Aído y, como a su ministerio le sobra el dinero, ha salido en búsqueda del que ella sueña, de su príncipe azul. Que, por lo que en ella adivino, dudo que sea del gusto de la mayoría de las españolas.

En el Ministerio de Igualdad todo se hace a base de talonarios, los mismos que deben faltar en el de Economía para aligerar el problema del paro. En otro tiempo, en la Grecia clásica, hubo un sabio –creo que fue Anaxágoras- quien, en medio de su desnudez, iba con un candil “buscando un hombre”. Hoy, en cambio, serán algunos miembros de los ayuntamientos quienes recorran los términos municipales iluminados por los faros de los coches oficiales. Distribuyendo recompensas a aquellos que den pistas sobre el hombre que busca Aído. Que serán cobradas por sus afines, como todo el dinero que proviene de ese Ministerio. Porque el modelo de hombre que ella busca ya está prefijado de antemano, pero el juego consiste en parecer que lo van descubriendo poco a poco.

El problema de la mal llamada violencia de género es muy serio, pero a él se suma el intento de resolverlo con las ideas peregrinas de una niña, por muy ministra que esta sea. Si la idea tuviera que ver con las aspiraciones de Ortega, Unamuno, Marañón o Julián Marías, por citar nombres de filósofos españoles fallecidos, o incluso del propio Anaxágoras, la cosa merecería ser tomada en serio, pero viniendo de donde viene sólo cabe pensar que es una manera de dar subvenciones a los amigos y restar de la caja común que, formada con el dinero de todos los españoles, debería resolver otros problemas primarios y más acuciantes para nuestro país.

Pero el tema del deseado nuevo modelo de masculinidad tiene un calado más hondo que el que aquí exponemos jocosamente. Es un nuevo frente abierto por la llamada ideología de género que, más que la igualdad, busca una guerra entre sexos. Quizás no es lo que pretenda, pero está consiguiendo enfrentar a la esposa contra el marido, a la niña contra el hermano, a la mujer contra el hombre. Genera violencia y división. Y, sobre todo, ausencia en el hogar. Niños abandonados ante el ordenador o el televisor porque el padre o la madre no son capaces de ir más allá de lo políticamente correcto. Intromisiones en la vida de la pareja que alientan a cada parte a exigir sus derechos. Hombres y mujeres metidos en el núcleo más íntimo de la pareja, con la consecuente disgregación de ésta. Y cuando ésta no exista allí estará papá Estado o tía Aído sin otro sexo que el de la Pantera Rosa.