lunes, 27 de diciembre de 2010

Mi prima (28-12-2010)

Mi prima

Hoy es el día de los Santos Inocentes y trae a mi memoria el primer semestre del año en el que empeñé un tiempo en argumentar a favor de la vida del no nacido. Y en eso sigo, a pesar de la derrota legislativa que ha convertido el aborto en un derecho. “Llanto y lamentos grandes”. Como Raquel, “que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.

El próximo domingo iré al circo con mi familia, allá en Valencia. Tengo una sobrina con el síndrome de Down que está deseando ver a mi hijo con el que hace una feliz pareja. Juegan, corren y bailan juntos, porque son muy buenos bailarines. Llama por teléfono para recordar que nos espera. Es toda alegría y ha fortalecido la unidad de la familia. Y es una más, uno más de los hijos de mi prima. Pero ya nada sería igual sin ella.

Cuando era pequeño me cruzaba con niños y niñas que tenían el síndrome de Down, ahora es difícil verlos. Al llegar a una edad hay madres que se hacen una prueba para verificar si lo que llevan en su seno tiene este síndrome. En caso positivo, abortan. Acción que recibe el nombre de eugenesia, pero que está tan extendida hoy que parece que no guarde relación con aquella eugenesia que imponían los nazis. Parece que es distinta, pero es la misma. Por supuesto que no la llaman eugenesia, como tampoco llaman aborto al aborto. Como si el cambio de nombre bastara para cambiar su moralidad.

“Pero tu prima podría haber sabido que tenía el síndrome”, me dicen. Y yo les respondo que no se hizo la prueba porque quería a su hijo tal y como iba a ser. Entonces, se callan. Guardan silencio porque se ven ante una persona que les supera en altura de miras, en confianza hacia la vida, en generosidad. Y no es que mi prima, o tantas mujeres como ella, sea una santa, que a lo mejor lo es. Mi prima es una madre, eso es, una buena madre. Como su marido, que es un buen padre. Porque también él tienen mucho que ver en esta natural decisión.

Hoy es el día de los Santos Inocentes y he dejado mi artículo convencional para otra ocasión. Porque la crisis económica pasará, pero lo que no pasará tan fácilmente es la crisis de valores que se da en nuestra sociedad. España está herida en lo esencial y yo no hago mas que recordarlo.

Feliz Navidad

Estimados lectores y lectoras, os felicito las fiestas de Navidad con la oración que Benedicto XVI escribió al final de su encíclica Dios es amor:

Santa María, Madre de Dios,
tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.

Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.

Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros
podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor
y a ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Croquis de una ruta (21-12-2010)

Croquis de una ruta

Lo malo de escribir una columna de opinión es que hay que hacerlo sobre los más recientes acontecimientos como si fueran estos los únicos que merecen interés. Como si la clave del futuro estuviera siempre en el presente inmediato. Como si el pasado no contara, que es otra forma de decir que el presente no cuenta para mañana. Y esto, evidentemente, no es así. Porque, aun habiendo acontecimientos que no son más que flor de un día, sin trascendencia, hay decisiones del pasado que van a influir constantemente en el futuro.

Me explicaré. Zapatero partió sin premisas económicas, no solo porque no sabía de economía sino también porque esta iba bien, al menos aparentemente. Así que, resuelto –por otros- el único tema que podía crearle dificultades, pensó que su política debía girar en torno a una transformación de la sociedad que, junto al mantenimiento de sus votantes, le permitiera alcanzar el voto de grupos más radicales. Además de que los necesitaba para invadir la calle con sus proclamas y crear el estado de opinión que convenía a su teoría. La experiencia del 13-M con los grupos intimidatorios ante las sedes del PP era buena prueba de esta necesidad.

Y, es que, Zapatero es un teórico, pero con una sola teoría: la transición política se ha alejado de los objetivos que parte de la izquierda se propuso en los años treinta del siglo pasado, así que hay que volver a reivindicarlos aun con el riesgo de cargarse el espíritu de la transición. Y para ello necesitaba de la izquierda más radical porque la otra, la de Felipe, se había aburguesado.

Dos iban a ser los motivos aglutinadores: la ideología de género y la ecología, esta última en manos de Izquierda Unida a su llegada. La referencia continua a un nuevo tipo de familia, con la que pretendía cargarse la familia tradicional, y al cambio climático, con el que se evadía de los problemas inmediatos, llenaba sus intervenciones públicas.

Pero hacía falta crear un clima que invocara aquellos años idílicos –idílicos para él, de terror para la historia-, clima que iba a conseguir mediante la Ley de Memoria Histórica. Una ley que le permitiría reescribir el pasado a su gusto y aislar al centro derecha. Sentimiento que le hizo decir una de sus primeras mentiras: “voy a gobernar para todos los españoles”. Porque para él los que no son de izquierdas no cuentan. Hasta el punto de querer ganarse también a la izquierda abertzale. Objetivo este con el que pondría la guinda a su teoría y por el que pasaría a la historia no solo como el Gran Reformador sino también como el Pacificador –aunque ahora más bien parezca el Gran Dictador-. Lo que dio alas a un terrorismo al que el anterior Gobierno tenía totalmente acorralado.

Consciente del papel de la educación, anuló la ley que acababa de aprobar el Congreso para sustituirla por una copia de la LOGSE que tal malos frutos había cosechado anteriormente pero que convenía a su propósito de igualar por abajo. A la vez que incorporaba una asignatura de carácter ideológico, semejante a la Formación del Espíritu Nacional impartida en tiempos de Franco, con la que adoctrinar a niños y jóvenes. Asignatura mediante la que el Estado sustraía a los padres el derecho de educar moralmente a sus hijos.

En política exterior, se hizo tristemente célebre porque en su deseo de congratularse con los manifestantes contra la guerra de Irak –desaparecidos hoy ante la de Afganistán- resolvió de manera unilateral dejar solos a nuestros aliados. También fue tristemente célebre por la afrenta que, desde su silla, infringió a la bandera del que había sido nuestro mejor aliado en los últimos años. Más tarde, después de perder en Europa la firme posición alcanzada por su predecesor –el innombrable, ante el que destila odio- y de comprobar que no conseguía nada con su discurso trasnochado, se erigió como interlocutor entre Europa y los países menos democráticos del continente americano. Finalmente, buscando el protagonismo internacional, ideó la Alianza de Civilizaciones alineándose con países dudosamente democráticos. Y mientras todo iba bien se dedicaba a hacer lo que mejor sabía: posar para las fotos, hablar de posibles problemas del futuro y pregonar un “buenismo” universal que chocaba con la división interna que él mismo estaba propiciando en su propio país.

Desgraciadamente, su visión profética no resultó eficaz a corto plazo y calificó de antipatriotas a aquellos que querían hacerle ver que se avecinaba una gran crisis económica. Su discurso fue defendido en un debate televisivo en el que un viejo zorro –que ha prometido ya en dos ocasiones la creación de un millón de puestos de trabajo, habiendo fracasado en ambas- vapuleó a un inexperto político que sabía mucho de economía y cuyos pronósticos se han cumplido palabra por palabra. Otra vez, el valor de la imagen al que tanto apego tiene Zapatero iba a darle su segunda legislatura.

Llegada la crisis, intentó convencer a las masas de que sería breve, de ahí sus continuas alusiones a unos “brotes verdes” que solo él veía. Y, con la cartera llena, se dedicó a la única política económica que conocía: la de las subvenciones. A la vez que se ensañó con empresarios y funcionarios, haciendo culpables a estos últimos de la falta de liquidez de su cartera. Y podía hacerlo porque contaba con el apoyo de los dos principales sindicatos, encargados de dulcificar la situación y de hacer responsable a empresarios y oposición de los malos resultados obtenidos con las medidas del presidente. Medidas como el Plan E o la ley de economía sostenible, subvencionista una, llena de palabrería hueca la otra.

Por fin llegó la noche del 12 de mayo de 2010, una noche que debió de pasar en vela ante tanta llamada telefónica. Llamadas que le urgían a la responsabilidad y a abrir los ojos porque todo se venía abajo. España se venía abajo. Pero como confiaba en su palabra hueca y en su imagen, mareó la perdiz con algunas medidas y distrajo a los no parados con otros asuntos.

Así llegamos al 3 de diciembre en el que, viendo que todo estaba perdido, hasta él mismo está perdido dentro de su propio partido, no tuvo más remedio que adoptar las medidas que desde fuera le imponían. Que otras hubieran sido de haber actuado con diligencia y seriedad desde el principio. Pero obsesionado por la imagen el aprendiz de Stalin buscó una víctima, odiada por todos, para distraer la atención de los medios de comunicación. Una víctima que también le permitía difamar a la oposición. Eran los controladores aéreos. Y al estilo del mejor Stalin, aquel presidente que hablaba de talante y diálogo en los días previos a su primera investidura, llamó al ejército para resolver al instante un problema que su diálogo llevaba casi siete años sin resolver.
Así está ahora España, en estado de alarma, como en aquellos horribles años treinta, hipotecada para los próximos diez años, con un número tal de parados y de hogares en los que no entra un euro, que solo un Gobierno de izquierda rancia como la que ha ejercido Zapatero puede apaciguar, con la ayuda del ejército, claro. ¿Quién quiere esta pelota caliente?

lunes, 13 de diciembre de 2010

La Cruz (13-12-2010)

La Cruz

“La denuncia de toda injusticia procede de la Cruz”, decía el obispo de Albacete en la mañana del domingo. Hablaba junto a la Cruz de los jóvenes y el icono de la Virgen que presidirán el encuentro mundial de la juventud del próximo agosto en Madrid.

Esa Cruz ante la que hablaba, regalo de Juan Pablo II y viajera por medio mundo, es una Cruz sin crucificado lo que recuerda la reflexión que san Josemaría Escrivá hacía en Camino: “Cuando veas una pobre Cruz de palo, sola, … y sin crucifijo, no olvides que esa Cruz… está esperando el crucifijo que le falta: y ese crucifijo has de ser tú”. Una reflexión que invita a cualquier cristiano a identificarse con Cristo hasta las últimas consecuencias.

Siguió un Vía Crucis por calles de Albacete, el Vía Crucis con los comentarios de la madre Teresa de Calcuta. En mi ignorancia, no lo conocía. Y, quizás por ello, sonaron sus palabras como aldabonazos que todavía recuerdo.

Ya en la primera estación me sorprendió su sencillez y profundidad: “El pequeño niño que tiene hambre, que se come su pan pedacito a pedacito porque teme que se termine demasiado pronto y tenga otra vez hambre”. Real y exigente para el que no pasa por esa necesidad, invita a apreciar lo que tenemos y sugiere lo que podemos hacer por los demás. Y en la tercera estación otra sugerencia en forma de afirmación: “Hay miles y miles de personas que morirían por un bocadito de amor, por un pequeño bocadito de aprecio”. Y en la cuarta una cuestión para una sociedad que dice adorar a la juventud pero que le ha quitado lo más necesario: ”¿Estamos aquí para comprender a nuestra juventud si se cae?, ¿si está sola?, ¿si no se siente deseada? ¿Estamos presentes entonces?” La sexta estación me dejó por los suelos, marcaba la distancia que separa mi caridad de la de esta mujer, es la llamada al heroísmo que pide el Crucificado: “También en vuestro país podéis ver a gente en el parque que están solos, no deseados, no cuidados, sentados, miserables. Nosotros los rechazamos con la palabra alcoholizados. No nos importan. Pero es Jesús quien necesita nuestras manos para limpiar sus caras. ¿Podéis hacerlo o pasaréis sin mirar?” Y, finalmente, la novena estación, leída ante las puertas de la Iglesia de la Purísima, al son del replicar de sus campanas. Tocaba el tema que ha ocupado parte de este año: “Se le quitan sus vestidos, hoy se le roba a los pequeños el amor antes del nacimiento. Ellos tienen que morir porque nosotros no deseamos a estos niños. Estos niños deben quedarse desnudos, porque nosotros no los deseamos, y Jesús toma este grave sufrimiento.”

Acabó el acto con una misa en la catedral. Y yo, que me había levantado ese día pensando en escribir algo sobre educación a propósito del informe PISA, no pude menos que decidirme por este otro tema: el de la Cruz. Un tema que es escándalo para los judíos y locura para los griegos, según el decir de san Pablo. Que habla de amor por los demás y que tiene su reverso de odio en aquellos que no lo consideran. Odio que, con la escusa de una mal interpretada laicidad, está consiguiendo que el poder sustituya a la moralidad con cierto sesgo totalitarista.
Lo peor que le puede pasar a alguien es no saber a quién acudir cuando las cosas no van bien. Lo peor de un ateo es no tener ni siquiera un dios al que echar las culpas de lo que pasa. En España, por suerte, a falta de dios siempre tienen a los cristianos para desahogarse: una manifestación violenta con la que amedrentar a los asistentes a algún acto, una falsa denuncia sobre un colegio concertado, algún crucifijo olvidado que todavía preside un aula, el enfado ante una procesión celebrada en hora de mínima afluencia de vehículos,… La historia se repite. Al final, siempre sobrevive el Crucificado y, además, de manera gloriosa. Los pobres y los enfermos saben de quién se pueden fiar.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Qué se avecina? (07-12-2010)

¿Qué se avecina?

No entiendo por qué hay que agotar los quince días que permite el “estado de alarma”, menos aún que Rubalcaba dijera que no descarta la posibilidad de solicitar su prórroga al Congreso. Y, antes de aventurar hipótesis alguna, esperaré al desarrollo de los acontecimientos. Por el momento, lo que queda claro es lo que escribía José María Carrascal el domingo, que “los militares siguen resolviendo los grandes problemas españoles”.

La ilegal y deleznable huelga de los controladores aéreos ha sido una respuesta desproporcionada al decreto anunciado por el Gobierno en vísperas de un puente. Un decreto que, tras un año de negociaciones, suena a provocación y de cuyas consecuencias el mismo Gobierno no puede resultar completamente exonerado.

¿Le faltó mano izquierda o lo hizo a propósito? Quiero pensar que fue lo primero, pues encaja más en la forma de proceder que nos tiene acostumbrados. Además, hay cuestiones opinables en las que el Gobierno cuenta con datos que desconoce el ciudadano de a pie que esto escribe. La perspectiva del Gobierno es siempre más amplia y, consecuentemente, supuestas sus buenas intenciones, sus actuaciones son más correctas que las que pueda sugerir aquel que solo ve parte del problema.

No obstante, no descarto que alguien pueda pensar lo siguiente: después de una semana negra en la que Zapatero anunció medidas que no fueron bien recibidas por la opinión pública y que podía finalizar con una marcha marroquí sobre Ceuta, el Gobierno tenía que buscar un motivo que no solo distrajera a la opinión pública, sino que también la pusiera a su favor. Y, para ello, tenía que buscar una víctima. Ya lo había hecho anteriormente con los funcionarios y le había salido bien. En esta ocasión la víctima elegida eran los controladores aéreos. Una casta privilegiada de trabajadores con sueldos casi galácticos que suele forzar sus reivindicaciones fastidiando las vacaciones de los demás y entorpeciendo las emergencias médicas. Un colectivo ya señalado con el dedo, desde hace tiempo, por la opinión pública y que reunía todos los requisitos para el propósito del Gobierno. La escenografía de estos días presenta a un Gobierno capaz de actuar con mano militar si así lo exige el guión. Y aquí no parece irrelevante la palabra guión. Un guión que podría llevar incluido el acusar al partido de la oposición de complicidad con los controladores. De manera que la jugada del Gobierno habría sido perfecta. Habría resuelto la primera parte de un problema –la que permite unas fotos estupendas- y habría deslizado la duda sobre el partido de la oposición. Además de conseguir que solo se acuerden de los 426 euros los que no los van a cobrar. Y lo habría hecho jugando en “campo ajeno”, en algunos de los aeropuertos que va a privatizar. Ya solo faltaría que acertara el gordo de la lotería. Pero, como he dicho anteriormente, lo más probable es que esto no pase de ser una débil hipótesis proveniente de gente mal informada.

No quiero acabar sin mencionar a las auténticas víctimas: seiscientos mil españoles que han visto frustrados sus intereses. Y que van a ir de cabeza los próximos meses exigiendo que se les haga justicia. Los he tenido presentes mientras escribía, hasta el punto de preguntarme si han sido víctimas por un frente o por dos. Y, es que, desde el 13-M, la imagen de Rubalcaba me hace temblar. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Qué se avecina?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Huyendo del sinsentido (30-11-2010)

Huyendo del sinsentido

Este fin de semana me he retirado a pensar y a hacer algo de matemáticas. Dentro de lo que cabe, lo más fácil ha sido retirarme, que eso de pensar y hacer matemáticas no lo es tanto, al menos para mí. En una de las conversaciones, un amigo me contaba que había llegado un matemático chino –bastante bueno- ilusionado con un problema que pretendía resolver en un artículo de treinta páginas que causaría sensación en cualquier revista de impacto; de impacto matemático, claro. Al final, volvió a su Universidad sin resolver el problema y, por tanto, sin artículo. De lo que deduzco dos cosas: que los hombres (varón y hembra) somos capaces de plantear problemas que tendrán que resolver otros y, en segundo lugar, que no basta la ilusión para demostrar que una idea es buena; esto es, una idea es buena cuando se demuestra que es buena. O como diría Chesterton, “un cerdo es un cerdo”.

Y he dicho que me he retirado este fin de semana para dejar claro que, al menos por unos días, he tenido la suerte de no saber nada de los proyectos y buenas ideas que suelen tener los miembros de nuestro Gobierno, ideas que dejan de ser buenas cuando se aplican (véase como aumenta la violencia de género o lo mal que va la educación) y proyectos que rellenan muchas páginas o carteles pero que no solucionan nada (véase el PLAN E con ceja, la Ley de Economía Sostenible y el número de parados) y que hay que dejar que otros resuelvan (otros como CARITAS u otras ONG).

A mi regreso, lamentablemente, alguien que me quiere había dejado sobre mi escritorio los periódicos del fin de semana. Ya lo dice el refrán: quien bien te quiere te hará llorar. Y así pude comprobar que Leire Pajín sigue produciendo ideas peregrinas y que Zapatero confía en que los empresarios tomen las decisiones que sólo a él competen. Desgraciadamente también constaté la persecución que sufren los cristianos (no sólo católicos) en Pakistán –también en Marruecos y otros muchos lugares- y la indiferencia de la prensa oficial a este respecto. Tampoco se han movido mucho otros colectivos, así que no me esperen encontrar entre los que apoyen sus reivindicaciones. En este país, en esta comunidad, en esta ciudad, nos podemos movilizar hasta por la desaparición del gusano pringoso de Pernambuco –espécimen poco común, por cierto-, pero movilizarse porque en todo el mundo están matando y persiguiendo a cristianos parece no ser causa suficiente.

Por eso me retiro a pensar y escribo cosas como la siguiente: mientras que haya mujeres que maten a sus hijos, no es de extrañar que haya hombres que maten a sus mujeres. Ambas atrocidades están, sin duda, relacionadas. Y ante tantas leyes sin sentido promulgadas por un Gobierno que evita pronunciarse sobre lo esencial, me refugio en las matemáticas donde las opiniones no valen para nada si no van acompañadas de un Teorema, donde la imagen del que tiene ideas solo resulta atractiva por las certezas que comunica, donde nada se empieza de cero y hasta el cero cuenta. En fin, ustedes tendrán sus propias preferencias. Yo busco un mundo de axiomas en medio de otro sin principios. Y si además, como decía Rof Carballo parafraseando a Santa Teresa de Jesús, también entre las ecuaciones anda Dios, mejor que mejor. Hasta el próximo martes.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Don Vidal Gómez Curto (23-11-2010)

Don Vidal Gómez Curto

“En toda parroquia hay un hombre que nos toma del seno de nuestra madre y no nos deja hasta la tumba…; un hombre a cuyos pies los cristianos depositan sus más íntimas confesiones; un hombre que por no ser de ninguna clase, pertenece a todas…; un hombre cuya palabra cae sobre las inteligencias y los corazones con la autoridad de una misión y el imperio de una fe que no engaña”, escribe Josep Pla, citando a Lamartine, en referencia a la figura del sacerdote. Y fue lo primero que recordé al sentarme frente al cuerpo sin vida de mi amigo don Vidal, sacerdote y profesor, quien fuera párroco de La Roda, de la Gineta y profesor de Instituto, con el que compartí trabajo, ilusiones y confidencias, además de comidas a orillas del Júcar.

De origen sencillo, nació en el seno de una piadosa familia en el pueblo salmantino de Umbrales. Licenciado por la Universidad de Salamanca, fue un hombre de gran cultura. Gustaba en hablarme de sus tiempos del seminario, de sus profesores y compañeros. Pero fue la diócesis de Albacete la que ocupó su vida. Hombre con iniciativa y entusiasmo pasó gran tiempo en La Roda donde, además de párroco, fue profesor del Instituto Doctor Alarcón Santón. Allí le conocí rodeado siempre de alumnos que le acompañaban hasta en el recreo y entre los que se encontraban siempre los mejores. Los conocía a todos perfectamente, a igual que a sus familias. Se interesaba por todos, escuchaba a todos. Y se reía, con esa risa característica con la que iniciaba su punto de vista. Aún le oigo decir: ¡pero Javier …! Y creo que en ello estaba uno de sus ganchos. Escuchaba y apostillaba sin sentenciar, despidiéndote con la sensación de que podías comerte el mundo. Porque su visión era siempre optimista, esperanzada, positiva. “Si lo has hecho mal hasta aquí, comienza a hacerlo bien ahora”, y ya está. Así de simple.

Quizás porque tuvo que ver en algunos de sus compañeros los desórdenes que siguieron al Concilio Vaticano II, fue un hombre de mentalidad abierta que conjugó admirablemente con su fidelidad a la doctrina de la Iglesia. Entusiasta del cardenal Tarancón, estuvo siempre pendiente de los consejos de la Conferencia Episcopal española y de extender los mensajes de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Gran devoto de la Virgen a la que escribía sonetos, amaba las celebraciones sacramentales para las que se preparaba concienzudamente. Fomentaba las tradiciones religiosas de los pueblos por los que pasó. Todavía recuerdo el cariño con el que me leyó las palabras que tenía preparadas para un acto de la Gineta, no sabría decir cuál. Disfrutaba casando a sus exalumnos y, en más de una ocasión, tuvo que recorrer cientos de kilómetros para hacerlo. Bautizó y dio la primera Comunión a muchos hijos de aquellos. Personalmente, tuve la suerte de que concelebrara en mi boda.

Con todo, fue un gran director de almas. Como prueba el hecho de que en su casa siempre había alguna visita. Asiduos unos, intemporales otros. No solo en su tiempo de acción, sino que estando ya jubilado, su casa era siempre visitada. Te abrían la puerta Pepi o Mercedes, mayormente Pepi en los últimos años, sus hermanas, quienes como Marta y María hicieran con Jesús, estuvieron siempre a su lado para que tuviera tiempo de ocuparse en lo único importante para él: la labor de almas.

Instalado ya en Albacete, ejerció como profesor del Instituto Andrés de Vandelvira, donde volvimos a coincidir. Allí se jubiló prematuramente porque la diabetes había gangrenado uno de sus pies. Y esta fue la única vez que le vi perder algo de alegría, no tanto por la pérdida de parte de un pie como por tener que dejar la enseñanza. Era un profesor vocacional y abandonar las aulas le dolió en el alma. Pero se sobrepuso, dándonos ejemplo de fortaleza. Y continuó volcándose en los encargos que el obispado le dio, así como en atender a las numerosas personas que iban a visitarle.

Murió en la madrugada del sábado pasado y, ya en el domingo, su cuerpo fue trasladado al cementerio de Umbrales, 90 km más allá de Salamanca. Allí quedarán sus restos, pero su amor a la Iglesia, su humanidad, su sencillez y su entrega han dado fruto entre nosotros. Me siento un poco más solo. Yo decía que era “mi cura (mi sacerdote) para todo”, un auténtico todo terreno. Me consoló el salmo de la misa del domingo: “Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén”. Él ha vuelto a Umbrales, su pueblo, pero sus pies pisan ya los umbrales de la Jerusalén Celestial. Descanse en paz, don Vidal.

martes, 16 de noviembre de 2010

Ideología de género (16-11-2010)

Ideología de género


La reforma del Registro Civil es la manera concreta por la que este gobierno intenta conseguir lo que el sentido común de la mayoría de los españoles nunca permitiría. En cada casa, en cada hogar, los hijos llaman padre y madre (papá y mamá) a sus progenitores. Y, más aún, así llaman al hombre y a la mujer que los cría, aun no habiendo sido generados por ellos. Las palabras padre y madre, mayormente la de madre, han dado lugar a bellas obras literarias que reflejan el importante papel de éstos en la vida de sus autores. Y para los hombres corrientes, que nada sabemos de obras literarias, son palabras tan entrañables que hacerlas desaparecer de nuestro vocabulario sería como borrar parte de ese tesoro que todos guardamos en nuestro interior. Vivir sin ellas nos haría más pobres o eso pienso yo.

Que en el Registro Civil aparezca progenitor A y progenitor B es lamentable, pero más lamentable es que desaparezca el libro de familia. Y esto es lo que va a suceder si se aprueba el nuevo proyecto de registro. Cada uno de nosotros pasaremos a tener un código individual para ser tratados como individuos ajenos a una familia concreta. Y, es que, a este gobierno le fastidia la familia tradicional, lo de padre y madre, marido y mujer, como bien se deduce de la Ley 13/2005 por la que se modificó el Código Civil en materia de derechos a contraer matrimonio. Así como del goteo de cambios que se avecinan en el Registro Civil.

¿Cuál será el techo al que nos llevará este Gobierno en materia familiar? No puedo adivinarlo, todo dependerá de lo que una mayoría le dejemos hacer. Pero aunque desconozco hasta dónde será capaz de llegar, sí sé hasta dónde llegan las pretensiones de la ideología que manifiesta seguir. Una ideología llamada de género y que poco o nada tiene que ver con ese feminismo que desde el siglo pasado ha venido luchando por la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres. Objetivo, al que por suerte, se suma hoy todo el mundo democrático. Pero, como digo, la ideología de género nada tiene que ver con ese objetivo. Por eso, cuando oigo invocar a alguien la perspectiva de género siempre pienso que no sabe lo que dice o que no quiere decir lo que ha dicho o que sabe lo que dice y, entonces, no cabe argumentar con él. Y no cabe argumentar porque para esa gente todo es socialmente construido, hasta el sexo.

La perspectiva de género se convierte en ideología de género en el momento en que afirma que para eliminar las estructuras culturales y sociales que a lo largo de los siglos han perpetuado el dominio del hombre sobre la mujer (que ya esto es matizable) sólo hay que anular la diferencia de sexos. Esto es, la única causa de la opresión es la diferencia de sexos y, por tanto, la solución es establecer su igualdad. Una igualdad que, como he dicho, no es de derechos y deberes que preserva la naturaleza de cada uno de los sexos, sino una igualdad total. Porque para sus activistas las relaciones sexuales son una construcción cultural, por lo que el sexo es algo así como una cualidad (como ser más listo o más rico) que es posible cambiar. De hecho, para eliminar la idea de que los seres humanos nos dividimos en dos sexos, ellos no hablan de sexo sino de género y afirman que hay cinco géneros: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiano y bisexual. Algo que nos suena ya a todos porque, como una revolución silenciosa, se está incubando en nuestra sociedad, desde la propia escuela con la llamada Educación para la ciudadanía y la futura asignatura de educación sexual impregnada toda ella de ideología de género, hasta algunos de los llamados Institutos de la mujer. Y, es que, el Gobierno español comparte todas y cada una de las tesis defendidas por la ideología de género. Además de que las promueve y subvenciona.

¿El techo al que me refería antes? La desconstrucción de la familia porque, además de esclavizar a la mujer, condiciona socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural. Considerar el trabajo en el hogar una carga, de manera que las mujeres que "sólo" sean esposas y madres nunca aparezcan bajo un prisma favorable. Promover la "libre elección" en asuntos de reproducción y de estilo de vida; entendiendo por lo primero el aborto libre y por lo segundo la promoción de la homosexualidad, el lesbianismo y toda otra forma de sexualidad fuera del matrimonio. La desconstrucción de la religión porque ven en ella la causa primordial de la opresión de la mujer. …

En fin, toda una serie de despropósitos que no tienen en cuenta que “la mujer y el hombre, cada uno desde su perspectiva, realizan un tipo de humanidad distinta, con valores y características propias que se corresponden y complementan” (Dra. María Calvo, Universidad Carlos III).

jueves, 4 de noviembre de 2010

Apuntes sobre una meta extraordinaria (02-11-2010)

Apuntes sobre una meta extraordinaria

“Esperaban seguros la inmortalidad” (Sb 3, 4)

En la tarde del pasado domingo, a las cuatro, y en el lugar del martirio, que viene indicado por una cruz, se celebró la Misa conmemorativa de la beatificación y de acción de gracias por el testimonio fiel del que fuera párroco de Pozuelo durante nueve años, don Rigoberto de Anta y de Barrio. De él se dice que fue un sacerdote modélico, de carácter alegre y jovial, lleno de simpatía y unción sacerdotal, muy generoso con los pobres.

Por la única razón de ser sacerdote fue detenido, a principios del mes de agosto de 1936 en el cuartel de la Guardia Civil de Peñas de San Pedro, para ser cruelmente asesinado el día 24 del mismo junto a varios seglares y el coadjutor, don Antonio Zamora López. Fue don Rigoberto el último en ser asesinado y, después de dar la absolución a los demás, cuando le tocó el turno, dijo en voz alta sus últimas palabras: Perdónalos, Señor, como yo les perdono.

No es mi propósito recordar la “otra memoria histórica”, menos aún sirviéndome de alguien que tuvo grandeza de ánimo para perdonar a sus verdugos. Mi interés, en estos días en los que los cristianos de todo el mundo visitan las tumbas de sus seres queridos, es traer a la actualidad una cuestión esencial en la vida del hombre que, a diferencia de aquellas más baladíes que proponen algunos, tiene consecuencias positivas para el progreso de la humanidad. La cuestión, como habrán adivinado, no es otra que la posibilidad de que haya otra vida después de la muerte. Una cuestión que, al menos, es tan razonable como su contraria. Por lo que no entiendo el porqué algunos se empeñan en no considerarla.

¿Existe vida después de la muerte? Y, si existe, ¿es tal como el cristianismo nos la ha mostrado desde hace dos mil años?

Si Tales de Mileto, después de caer en una zanja mientras andaba contemplando las estrellas, recibió la pregunta: “¿cómo podéis saber qué ocurre en los cielos si no veis lo que se encuentra a vuestros pies?”, parece lógico que algunos se planteen: “¿cómo voy a saber si hay otra vida si no soy capaz de entender la que tengo?”. Interrogante éste para el que, tan sólo seis siglos después de Tales, contábamos ya con nuevos datos. Los mismos que llevaron a Pascal, otro gran matemático, a afirmar que “por si acaso” él prefería vivir como si la hubiera.

La cuestión surge también mediante otras consideraciones. Como, por ejemplo, la que Stefan Zweig formula por boca de uno de sus personajes: “¿para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se están llevando nuestras últimas huellas?” (Méndel el de los libros). Una pregunta que, en estos días, muchos nos hemos hecho mientras arreglábamos las flores de los nichos. Y que sugiere la necesidad de que exista algo después. Aunque sólo sea para hacer justicia a esa gente maravillosa que nos ha dejado. Y, en consecuencia, para hacer justicia a esa gente heroica y anónima con la que convivimos.

Como he dicho, tan sólo seis siglos después de Tales ya contábamos con nuevos datos. Todo empezó en tiempos de Augusto, emperador de Roma, siendo Quirino gobernador de Siria. Todo empezó en una cueva. Y con palabras de Juan Pablo II: “Cristo abrió para toda la humanidad la perspectiva de la vida eterna más allá de los límites de esta historia sobre la tierra” (Memoria e identidad). Afirmación que completa con esta otra: “Este es el extraordinario destino del hombre”.

Un destino que nuestro beato Rigoberto creyó y vivió hasta el punto de perdonar a aquellos que le quitaron esta vida. Un destino que, en pleno siglo XXI, lleva al martirio a cientos de cristianos que continúan el testimonio iniciado con los primeros mártires de Roma. Y, es que, como escribió Benedicto XVI, “el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva a una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (Spe salvi).

Palabras que, de forma más llana, se hacen evidentes en el diálogo que el mártir Tomas Moro mantuvo con su esposa Alice después de que esta le pidiera que abjurara: “Bueno Alice, y ¿cuánto tiempo crees que aún podría disfrutar de la vida?”. “Por lo menos veinte años, si Dios quiere”, contestó ella. “Querida mujer, no vales para negocios. ¿Quieres de verdad que cambie la eternidad por veinte años?”

miércoles, 27 de octubre de 2010

¿Salvados por las apariencias? (26-10-2010)

¿Salvados por las apariencias?

El discurso político actual se parece a la discusión acalorada de niñas y niños en el patio del Colegio: que si Javier me ha dicho morritos, que si Enriqueta me ha dicho musculitos. Una discusión llena de incongruencias: que María Dolores no puede compatibilizar dos cargos –que todavía no comparte-, pero yo –por Marcelino- sí puedo compatibilizar tres. Y de cinismo: ¡hay que ver cómo son Javier y María Dolores!

Y, es que, el que no lleva razón busca razones o se las inventa: que fui a la huelga –dice Valeriano- por apoyar a los sindicatos y no porque estaba en contra de la reforma laboral. Aunque el hecho de encontrar razones les aleje del auténtico tema de discusión o, precisamente, para que esto suceda. Que la mejor manera de evadirse de un problema serio es entretenerse con otros más triviales. Al fin y al cabo lo único que importa son las apariencias. Una discusión ajena a los verdaderos problemas y que, en consecuencia, es buena prueba de la inmadurez de sus protagonistas, así como de los espectadores que la aplauden y foguean.

Ante tal desviación de lo esencial, parece que aquí no pasa nada, que aquí todo va bien. Y no digamos de nuestra propia comunidad, envidia de la de Madrid y de cualquier otra. El desmadre de la CCM no tiene importancia frente al supuesto caso de los trajes de Camps. Aquí el paro se acabará antes que en ninguna parte y seguiremos siendo la primera comunidad, también en educación e investigación. Además, tenemos un presidente que es el causante de la remodelación del Gobierno de España, capaz también de dar una lección de historia para recordarle que si se pierde Castilla-La Mancha es muy probable que se pierda el gobierno de la nación. ¿Qué más se puede pedir?

“Es curioso ver cómo recobran su imperio los acontecimientos”, escribe Saint-Exupery en Vuelo Nocturno, una obra poco leída y tan buena o más que su Principito. Es curioso ver cómo recobra aire el PNV después de los Presupuestos, es curioso ver cómo recobra aire Barreda después de que la prensa comunitaria le presente como artífice del cambio de Gobierno, es curioso ver cómo recobra aire Zapatero con la sola remodelación de su gobierno. Y, sin embargo, los problemas siguen ahí. Pero como escribía Saint-Exupery en la obra citada: “¡A la opinión pública se la gobierna!” y de esto sabe mucho la prensa que juega a favor del status-quo. Cualquiera lo sabe ya: sólo importan las apariencias. “Se gana o se pierde según las apariencias”, se puede leer en Vuelo Nocturno. Una gran verdad que viene a reforzar su frase más divulgada, la que aparece en el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”.

Se trata de no entrar en discusiones sobre lo esencial: el paro, la desestabilización del estado de las autonomías, la difícil cuestión de la inmigración, la pérdida de valores, la nefasta ley de educación, la vergonzante política exterior, la pérdida de confianza para las inversiones, los problemas del agua creados por la falta de un proyecto nacional, …

Se trata de que los simpatizantes y afiliados intervengan en los medios de comunicación como si todo fuera bien, como si todo vaya a ir mejor con el cambio de collares, y que se incida en las erratas de la oposición así como en situaciones aparentemente análogas de territorios ajenos. Que se hable de lo propio como si no hubiera recambio. Que se hable de verdades generales y hermosas sin entrar en su realización. Sospechar para mal de María Dolores, imaginar lo mejor para José María. Dar la apariencia de que los principios le han movido a la autocrítica pública y que ésta no es causada porque ha visto las barbas de su vecino afeitar.

Y, mientras en el patio se desgañitan, todo sigue igual, porque “cuando la ruta está trazada, no se puede dejar de proseguir” (Saint-Exupery, Vuelo Nocturno, Ed. Plaza & Janés, 1993, pág. 117). “Y los pasos de la izquierda abertzale no serán en balde” (Zapatero).

martes, 12 de octubre de 2010

Un día luminoso y festivo (12-10-2010)

Un día luminoso y festivo

En el mercadillo, alguien se paró ante el puesto de un paquistaní con quien entabló conversación. Creía el extranjero conocer la historia de España y se sorprendió cuando su interlocutor comenzó diciendo que las raíces culturales de España son romanas y cristianas. Que lo del califato de Córdoba vino mucho después. Que los cimientos de su mezquita son los muros de una iglesia que los tolerantes musulmanes tuvieron a bien arrasar. De poco más pudieron hablar, pues el negocio es el negocio y la clientela esperaba. Aunque de nada hubiera servido seguir pues el extranjero sólo conocía nuestra historia por lo que sus correligionarios decían del Andalus. Y no estaba dispuesto a aceptar que en España hubiera existido cultura alguna anterior a la musulmana. Pero qué más da si un extranjero no conoce nuestra historia, el problema está en que algunos españoles la desconocen. Que olvidan que no nacimos ayer y que no es tan simple, ni tan negra, como algunos la quieren pintar.

Mi recuerdo del día de la Hispanidad es el de un día luminoso y festivo, en el que mi madre me ponía bonito para ir a misa. Una comida en familia en la que el abuelo materno recordaba la pérdida de Cuba acaecida, en parte, gracias a la intervención norteamericana que siguió al hundimiento del Maine. Auténtica patraña de intromisión, según él, en la que perdió a uno de sus hermanos. Después de la comida venía la sobremesa y, por supuesto, Agustina de Aragón, protagonista de la película de la tarde que, año tras año, la televisión española ofrecía a sus espectadores. Era tiempo de héroes y de heroínas para un país que hacía tan solo una veintena de años había enterrado en una guerra fratricida a un sinfín de futuras promesas. ¿Por qué siempre tienen que morir los mejores? ¿Quizás porque son los únicos capaces de arriesgar sus vidas por algo que vale la pena?

Pero la Hispanidad era también el día de la raza, palabra que hoy puede ser malinterpretada por haber justificado el exterminio de algunas tanto en el pasado siglo como en el actual. Que no era el sentido que entonces le dábamos, sino todo lo contrario. Pensar en la Hispanidad era atravesar el océano para querer y sentirnos queridos por aquellos que en la otra orilla compartían nuestra lengua y religión. Dos realidades que habían hecho posible el interés mutuo y que, como consecuencia, habían puesto una base cultural común. La lengua de Gabriel García Vázquez, de Mario Vargas Llosa, de Camilo José Cela, Vicente Aleixandre, Benavente, Echegaray y Juan Ramón Jiménez. La religión de san Martín de Porres, de santa Rosa de Lima, de Ignacio, Teresa y Francisco Javier. Entre otros. La Hispanidad era también el recuerdo de aquellos que, desde Cristóbal Colón, habían hecho grande a España. Historia de héroes y villanos, pero sobre todo de héroes, muchos de ellos anónimos. Una historia política común que algunos criollos, con la ayuda de imperios rivales, consiguieron independizar. Y una historia, por excelencia, de Evangelización.

La Hispanidad es el logro de un pueblo que fue capaz de mirar alto y lejos para resolver sus problemas. De un pueblo que salió de sí mismo para dejar de ser pueblerino. La mejor lección para una España que hoy acusa la miopía del antihéroe. Una España que vuelve a los reinos de taifa como si hubiera nacido ayer. Sin acritud: otra vez los moros a las puertas.

martes, 5 de octubre de 2010

Compañeros que se silencian (05-10-2010)

Compañeros que se silencian

No tengo recuerdo de mi aparición en el mundo, ni sé de nadie que lo tenga. Pero lo que sí puedo garantizar es que, desde el principio, estuve rodeado de mucha gente. De mi final no sé nada, pero estoy convencido de que aunque sea en la más completa soledad, tal soledad no será más que aparente. Y si mi ignorancia no justifica tal afirmación, tampoco entiendo por qué tiene que ser cierta su contraria. Esto es, no entiendo por qué se dice que el hombre nace y muere solo o, al menos, no lo entiendo como lo dan a entender muchos.

Es cierto que nadie me preguntó si quería nacer, como nadie me preguntó si quería comer. Los expertos dicen que ya en el vientre de mi madre oía sus latidos, su voz y la de aquellos con los que ella dialogaba. Que sentía sus miedos y alegrías, que podía saber cuándo ella lloraba o reía. Aun estando en su vientre, intuyo también las muchas veces que estuve presente en los encuentros familiares. Las preguntas ¿cómo te encuentras? o ¿cómo va el niño? que ahora hago a las embarazadas me lo confirman. Sin lugar a duda había expectación a mi alrededor porque lo había en torno a mi madre. Así que no pude nacer solo. Pero es más, antes de ser concebido y tal como sucede a todo niño, estaba en la mente de Dios. Lo que añade algunos espectadores más a mi nacimiento, al nacimiento de cualquier niño. Todos ellos, espectadores comprometidos, anhelantes, interesados. Y el ángel de la guarda era uno de ellos.

Y después de escribir las últimas frases, quizás las únicas verdades que comparten todos los niños al nacer, y digo cualquier niño, sea de donde sea, me viene a la mente la predicación de Pablo en el Areópago. Y eso que no pretendo predicar sino recordar algo que hoy se quiere olvidar. Cuando Pablo en el Areópago, después de su feliz introducción, pronunció la palabra resurrección los griegos que le oían dijeron que ya le escucharían otro día, que había ido demasiado lejos en sus afirmaciones, algo así como te creo pero hueles a vino. Y les aseguro que, a igual que Pablo, no he tomado vino. Pero, conociendo lo que acaeció a Pablo, no lo tomaré a mal si ya han dejado de leer. Prosigo, pues, para el resto.

En cuanto a la muerte sucede algo análogo a lo dicho más arriba para el nacimiento. Aunque tal como avanza la eutanasia se abre la posibilidad de que pregunten si deseo morir e, incluso, que la recomienden. El argumento sería algo así: como no puede tener una vida digna, y aquí habría que ver qué entiende por vida digna el que me la va a quitar, basta con que dé su autorización para ponerle punto y final. Desde luego que no me hablarán de usted, sino con el tuteo propio de nuestra época. Entonces no sé qué pasará, como no lo sé si la muerte me coge por sorpresa. De lo que sí tengo certidumbre es que en ese instante Dios y sus ángeles estarán pendientes de mi, como lo están de cualquier hombre al llegar a su final. Lo que hace que nadie muera en soledad.

Creo, por el contrario, que la soledad es más propia del que está vivo que de aquel que nace o muere. Es propia del que no cuenta con Dios y del que muy cercano a Él se siente no merecedor de su querer, pero esto último sólo se da en los santos como una prueba que han de pasar. Así que para el resto de los comunes, como el aquí presente, la soledad no es más que una ausencia de Dios que se nota de manera especial cuando uno se siente abandonado por la falta de humanidad. Pero, ¿qué esperábamos? Los hombres, en su libertad, pueden tomar decisiones que sólo competen a Dios, pero no pueden resolverlas como Él.

martes, 28 de septiembre de 2010

Día H menos 1 (28-09-2010)

Día H menos 1

Hoy no escribo sobre lo que desearía. Porque lo que yo desearía es escribir sobre algo de interés general que haya ocupado mi mente en esta semana. Algo realmente valioso y distinto a lo que aquí voy a tratar. Ni siquiera escribo con premura de tiempo, lo que me obligaría -según mi amigo Carlos- a que este artículo tratara sobre la nefasta política de nuestro presidente Zapatero. Pero, ni eso. Es el hecho de que hoy es el día anterior al de la anunciada huelga del 29 lo que me fuerza a escribir sobre ella muy a pesar mío. Como si con un día de antelación actuaran sobre mi los piquetes informativos -espero que lo de informativos no sea un eufemismo-, me pongo a teclear sobre ella. Y ya está dicho lo primero que quería decir.

Pero, ¿no pedía yo, hace unos meses, una huelga? Sí, pero no de este tipo, tan cocinada y elaborada, que más parece la puesta en escena de una de esas películas que subvencionamos los españoles a los amigos del de la ceja. Y, es que, sindicatos y Gobierno han ido de la mano en toda esta crisis; es más, han confraternizado. E imagino que en una de esas reuniones de camaradas acordaron hacer una huelga porque se les veía mucho el plumero. Que si la gente decía que por mucho menos se la hicieron a Aznar, que si se hablaba de que si el gobierno fuera de derechas ya la hubieran hecho, … Así que acordaron una huelga para después de las vacaciones, pero debía ser tal que quedara igual de mal la oposición que el Gobierno. Al fin y al cabo, para eso es el Gobierno el que mantiene a los sindicatos. Y, por ello, alguna ventaja tenía que tener. Evidentemente, no habrá sido tan sencillo llegar al acuerdo, porque esta gente es bastante complicada. Igualmente cierto es que muchos sindicalistas irán a ella de buena fe. Pero así es la vida, que uno intenta hacer las cosas bien y otros que no pegan palo al agua se la llenan de odio y revanchismo.

Miren, basta echar semanalmente una mirada a lo que acontece a España para darse cuenta de que el problema de nuestra nación no va a ser la anunciada reforma laboral. El problema es más bien una suma de problemas que sucesivamente va creando el Gobierno de la Nación, semana tras semana. Y este es el mal de España: nuestro Gobierno, al que se añade una anacrónica manera de distinguir políticamente a la izquierda de la derecha que estos sindicatos de clase se fuerzan por mantener.

Es verdad que las consecuencias de este desgobierno son, entre otras, los parados y la falta de trabajo en los próximos años, que hasta el mismo Gobierno ha bajado sus expectativas de recuperación de empleo para el 2011 y ha previsto más de un diecinueve por ciento de paro; pero hay otras tan graves como ha podido comprobarse esta semana con la aprobación de los Presupuestos del próximo año, aprobación que pone en jaque a la caja única de la Seguridad Social. Y los ejemplos pueden multiplicarse.

Por ello, debatir sobre tal o cuál reforma, manteniendo al Gobierno actual, es marear la perdiz. Es entretenernos en lo que no es esencial. De manera que sólo creeré en las buenas intenciones de estos sindicatos, que no digo sindicalistas, cuando se pronuncien contra la continuidad de este Gobierno. Sólo creeré que me he equivocado respecto a la huelga si las pancartas de sus manifestantes llevan escritas: Zapatero vete ya, Gobierno dimisión. Será entonces cuando salga a la calle, si no soy servicio mínimo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Newman (1801-1890) (21-09-2010)

Newman (1801-1890)


Llevo veinte años esperando la proclamación de la santidad del cardenal Newman por parte de la iglesia Católica. Los mismos que han pasado desde que por vez primera conocí su vida y obra. Fue el libro del profesor y sacerdote don José Morales, publicado por RIALP en 1990, quien me abrió los ojos a esta figura inmensa tanto desde el punto de vista humano como espiritual, si es que ambos puntos de vista se pueden disociar. Desde entonces, siempre me ocupé en leer algunas de sus obras. Así que no me ha cogido desprevenido su reciente beatificación, ni el interés del Papa Benedicto XVI en ser él personalmente quien la llevara a cabo. Y espero también vivir lo suficiente para ver el día de su canonización.

Newman fue uno de los iniciadores del llamado Movimiento de Oxford que en la Inglaterra del siglo XIX supuso un intento de reforma del anglicanismo. Se trataba de construir una Vía Media entre catolicismo y protestantismo, concebida como una sólida opción religiosa y teológica. Y tanto porfió Newman en su propósito que acabó convertido al catolicismo. Conversión que fue piedra de escándalo en la sociedad de la época por tratarse de un profesor de Oxford de elevada talla intelectual y reconocido prestigio social. E hicieron bien en preocuparse pues la luz de su conversión iba a servir de faro a los que vinieran en el futuro. Su asentimiento intelectual a la fe católica es algo que sobrecoge y es, a la vez, un argumento de peso para perseverar en ella. No hay aquí nada de la fe del carbonero, por muy grande que esta sea. No hay improvisación ni deslumbramiento, tan solo aceptación a la verdad que descubre. Una verdad a la que no pensaba llegar y a la que, si se puede decir, el mismo no hubiera querido llegar. Y esto, quizás, es lo que le hace más valioso a mis ojos. Empezó su camino buscando algo que demostró equivocado y en su humildad acabó aceptando a Roma. Lo que trajo consigo el abandono de parte de sus correligionarios y la sospecha de aquellos que ya formaban parte de su nueva religión. Con todo, seguía siendo cristiano, tampoco había viajado tanto, pero al convertirse en católico había pasado a pertenecer a una sociedad de segunda división, a una sociedad a la que las leyes de Inglaterra vetaban incluso la posibilidad de desempeñar cargos públicos.

No es de extrañar pues el interés que Benedicto XVI ha tenido en beatificarlo y en el uso que ha hecho de sus ideas en todos sus discursos. Por mi parte, intelectualmente más modesto, quiero apuntar aquí a modo de guía algunas de las ideas con las que siempre he relacionado su figura: la necesidad del dogma, la importancia del estudio de los Padres de la Iglesia, el valor de actuar siguiendo la recta conciencia, las entrañables relaciones entre fe y razón y, por último, el derecho y deber de los católicos a participar en la vida pública. Junto a esto hay algo de la parte más humana de Newman que siempre me ha llenado de envidia, de envidia sana, claro. Se trata de su prestigio como profesor, como bien describe el siguiente párrafo: “Las lecciones de Newman se convierten muy pronto en un acontecimiento periódico de la vida universitaria de Oxford. Escucharlas es una de las satisfacciones más buscadas por parte de numerosísimos alumnos y profesores”.

Para aquellos que quieran saber un poco más de él, a parte de sus obras en las que cabe distinguir la “Apologia pro vita sua”, me permito el atrevimiento de recomendar el ya mencionado libro de don José Morales en su nueva edición, el clásico de Ian Ker que lleva por título “Jhon Henry Newman. Una biografía” de ediciones Palabra y el más sencillo de Rafael Pardo, “Yo, cardenal Newman”,·de Cobel Ediciones, publicados todos ellos en este año. De haber escrito antes este artículo les hubiera sugerido que se “feriaran” alguno de ellos. Luego vendrán los otros.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El telediario (14-09-2010)

El telediario

Por fin he visto un telediario. Todos se han ido a comer a la feria y me he quedado solo en casa. Pero voy a intentar que no vuelva a suceder. Quedarme solo en casa a las tres de la tarde supone poner el telediario, lo que no recomiendo a nadie. Es preferible discutir amablemente con la familia sobre lo que hay que ver y acabar cediendo a los ruegos, aunque sea para ver Patito Feo, que poner el telediario. Es verdad que me perdí los primeros minutos y que no puedo juzgarlo en su totalidad. Quizás lo interesante lo dijeran en esos primeros minutos, si es que en los telediarios dicen algo interesante. Pues cada vez me parece más claro que dicen lo que queremos oír o bien lo que algunos quieren que oigamos. En cualquier caso, como digo, fui yo el que puse el telediario y de esta acción nadie ajeno es culpable. Como dice el viejo refrán, tú lo quisiste tú te lo ten fray Mostén.

Vergüenza ajena me dio ver a nuestro presidente en Oslo. No solo por que dijera que España va “bastante mejor”, sino por su modo de expresarse. Sus frases salen de manera espasmódica y eso que parece pensarlas mucho. Se queda parado, como en estado de éxtasis, como si estuviera traduciendo a otro idioma sus ideas cuando solo sabe hablar español, como si fuera a pronunciar una máxima inolvidable y digna de pasar a la historia, para luego no decir nada, ni siquiera más de cuatro palabras. No hay frase que le salga de corrido. No hay frase que no le salga cortada. No hay frase suya que no vaya en contra de la realidad. Y yo me preguntaba por lo que estarían pensando aquellos diplomáticos sonrientes que le escuchaban en silencio. Pues si este es el presidente de España, ¿cómo serán los españoles? Eso me decía yo que ellos pensaban.

Después tuve que soportar a los jefes máximos de CCOO y UGT. Verles empeñados en una huelga anunciada con tres meses de antelación, lo que creo que será digno del Guiness, me produjo vértigo intestinal. Y yo que un día estuve a punto de dejarlo todo para ser sindicalista, me decía. ¡Menudo error hubiera cometido! Treinta y cinco mil euros se han gastado en unos vídeos para animar a la huelga. Y yo con estos pelos.

A continuación vinieron las noticias de sociedad, accidentes, botellón, pasarelas, … y para cuando llegaron los deportes y el tiempo, que fueron el auténtico motivo por el que deseaba ver el telediario, ya me había quedado dormido.

Espero que mañana la familia coma en casa o bien que vayamos todos juntos a la feria, porque no soportaría ver cómo el telediario se ufana en propagar la noticia de que las clases han comenzado con normalidad y con más medios que en el curso pasado, porque la realidad es que hay menos medios y todavía no se han adjudicado todos los profesores que van a necesitar los centros. En fin, antes Disney Channel que un telediario.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Con los ojos cerrados (07-09-10)

Con los ojos cerrados

A veces, con los ojos cerrados veo más. Basta abrirlos para dejar de ver. Con los ojos cerrados no distingo la belleza que me rodea, pero da lo mismo porque hace tiempo que olvidé lo que significa contemplar.

Con los ojos cerrados veo mi vida a la luz de lo esencial. Con los ojos abiertos voy de aquí para allá, veo a personas y cosas, puro movimiento, acción a lo más. Proximidad y alejamiento, una distancia y un espacio para hacer.

Con los ojos cerrados veo que vivo al límite y aunque pueda parecer el título de una película es también una sensación interior que apunta a la tozuda realidad. Pero priva el hacer, un hacer que me lleva a otro hacer, sin ser, sin estar. Sin vivir.

Cierro los ojos y la vida se me simplifica, pocas cosas valen la pena y qué poco tiempo dedico a aquellas que sí tienen algún valor. Pero abro los ojos y olvido cuáles son esas cosas. Los tengo que volver a cerrar para poderlas ver. Entonces se distinguen tan meridianas que hasta asombra tanta clarividencia. Y, si es de noche, me levanto para apuntarlas, para que sean la guía del obrar durante el día. Pero basta con encender la lámpara de la alcoba para que se esfumen gran parte de ellas.

Cuando era niño distinguía entre las cosas que eran necesarias y aquellas otras por las que podía aspirar. Ahora, en cambio, parece que todo a lo que pueda aspirar se torne necesario. Y es cuando cierro los ojos cuando aprecio que sólo era necesario lo que ya tenía, mientras que aquello a lo que aspiraba sólo tiene sentido en la medida en que he preservado lo anterior. No ha sido un sumar, ha sido un intercambio en el que he perdido más que he ganado. Aquellas cosas nobles a las que aspiraba han dejado de ser nobles, no en sí mismas sino para mí, en la medida que me han apartado de lo esencial.

Y me dirán ustedes que por qué escribo esto en lugar de hablar de la Feria o de la tregua trampa de ETA, que no lo sé si será abandono armado definitivo, como también podría hablar de la confusión entre enseñanza y labor de guardería frente al entusiasmo de las medidas educativas de nuestros políticos. Que ¿por qué escribir sobre abrir y cerrar los ojos? Pues porque en ocasiones hace falta estar más allá que acá para poder disfrutar de la vida. Me lo decía un amigo que escribe en la prensa: “cuando escribo, yo lo hago más desde allá que tú”. Y no lo decía porque fuera más viejo, que lo es.

Por cierto, felicidades a las Llanitos. Nos veremos en la Feria. No sin abrir los ojos, claro.

Ceja y bigote (31-08-10)

Ceja y bigote

En la guerra como en la guerra. El problema es estar en una guerra como blanco del enemigo. Un blanco movible, pero blanco. Porque enemigo hay. Un enemigo que combate en su terreno, con todas las ventajas que ello conlleva. Además de la sicológica que entraña un motivo por el qué luchar, incluso morir, que va desde tirar al invasor hasta imponer al resto de compatriotas su ideología, por muy anti diluviana que esta sea o nos parezca. El que combate por su tierra nunca se plantea qué estoy haciendo aquí, cuestión habitual en el soldado invasor.

España tiene un contingente de soldados en una guerra en la que proporcionalmente ha perdido más soldados que otras fuerzas aliadas. Y si ha sido mayor el número de muertos es porque están en un territorio más conflictivo o disponen de armamento menos idóneo. Porque lo que no se puede discutir de nuestros soldados es su valor y entrega, además de su estricta obediencia al mando. Y esto no lo sabemos por el Gobierno de España, sino porque las noticias, con sus respectivas imágenes, vuelan. Y lo más cruel no es sólo el hecho de que participamos en una guerra sin saberlo, sino que nuestros soldados no pueden moverse allí como si fueran soldados, que es lo que son. Y no pueden hacerlo porque políticamente no es correcto, porque en este país es presidente un hombre que hizo del no a la guerra su máxima bandera. Una máxima que sólo cumple de boquilla, evitando condecoraciones militares y todo vocabulario que suene a conflicto bélico, mientras que los soldados que manda caen casi indefensos.

Siempre recordaré a aquella anciana muy querida, más de ochenta y cinco años, que encabezaba una manifestación contra la guerra de Irak. Nunca había participado en ninguna manifestación, pero sí sabía lo que era una guerra y, por ello, porque lo sabía, salió a la calle en contra de una nueva. Recuerdo que, después de los acontecimientos que sobrevinieron, me decía haberse sentido manipulada. Había servido de locomotora a la política de un hombre sin principios. Nunca más, me decía. ¿Dónde están ahora aquellas pancartas que colgaban de algunos balcones de Albacete? No a la guerra, decían. Desaparecieron después de la victoria electoral del de la ceja y ni pancartas, ni manifestantes, se han vuelto a ver en la calle.

Pero la manipulación del de la ceja llega más lejos. En Tarazona, en los días del entierro del guardia civil recientemente asesinado en Afganistán, una mujer le decía a otra: “el del bigote se los llevó a la guerra y aún no los ha devuelto”. ¿Cómo que el del bigote? ¡Si fue el de la ceja! Nuestros soldados están en Afganistán porque el de la ceja y no el del bigote se los llevó, y otra cosa es si deben de permanecer o no. Que el del bigote hace ya casi siete años que no pinta nada. Y siete años dan para mucho. Tengo una amiga que en siete años se ha divorciado, se ha casado, ha tenido una hija y ha emprendido una nueva vida. Pero, ¿qué ha hecho el de la ceja en todo este tiempo? ¿No habría podido rehacerlo todo? Pues no, él y sus allegados siempre están con que si el del bigote hizo esto o aquello, aunque no lo hiciera.

¡Qué lamentable es tener un presidente que no llama a las cosas por su nombre! Antes se decía que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Ahora, en cambio, es el cinismo, la negación de lo evidente, lo que parece que permite a uno continuar en política. Claro que mientras que haya gente que se lo crea …

Algo de la semana (24-08-10)

Algo de la semana


Vives mejor que Moratinos, dice un amigo a mi llegada a la piscina. Lo que no es más que una provocación para hablar de política, algo que he evitado en mis artículos veraniegos pero que no rehúyo en estas improvisadas tertulias a remojo con agua tratada. Hablar con el agua hasta el pecho no es lo mismo que estar con el agua al cuello. En el primer caso está Moratinos, en el segundo lo están nuestros compatriotas norteafricanos. Con el agua hasta el pecho se puede contemporizar, que es una manera de no hacer nada, con el agua al cuello sólo se puede gritar: ¡socorro! Para que luego digan que un palmo más o menos no es nada. Que se lo intenten explicar, insisto, a nuestros compatriotas norteafricanos.

En esta época estival, que en gran parte he pasado entre castellano- manchegos, no he tenido oportunidad de recibir demasiadas noticias actuales de nuestra comunidad. Si bien es verdad que tampoco las he buscado, que ya me pondré al día cuando vuelva. Con todo, al conectarme al correo electrónico, siempre aparece el noticiero dclm.es, Tu Digital de Castilla-La Mancha, pero es tan del PSOE, tan de Barreda, que lo elimino sin leer. Bueno, la verdad es que repaso los titulares que, una vez y otra, me confirman en su eliminación. Este diario digital tiene la capacidad de ver sólo virtudes en Barreda y defectos en María Dolores de Cospedal. Tan es así que si no supiera yo del talento de esta mujer hasta pondría en duda que hubiera acabado el bachillerato y menos aún que fuera en el Bachiller Sabuco de Albacete. Al PSOE de Castilla-La Mancha le pasa como a Moratinos. A este le resuelven los problemas el Rey y Rubalcaba, mientras que al PSOE lo ponen bonito los medios de comunicación. Difícil lo tiene María Dolores para realizar el cambio que necesita nuestra comunidad.

Cambio de tercio. Como sabrán por alguno de sus hijos o nietos, que ya la experiencia propia queda lejana, el verano es un buen momento para estudiar las matemáticas que no se han estudiado a lo largo del curso. Personalmente, están siendo unos días maravillosos para recordar la Teoría de Grafos. Y ha sido uno de sus problemas, quizá el que dio lugar a su origen, el que me ha puesto en la pista sobre la forma en que Zapatero y Montilla pretenden resolver la inconstitucionalidad de al menos cuarenta puntos del Estatut. Me explicaré. El famoso matemático Euler planteó y resolvió el siguiente problema: en la ciudad de Königsberg hay una isla rodeada por los dos brazos del río Pregel. Sabiendo que siete puentes cruzan los dos brazos del río, se trata de determinar si una persona puede realizar un paseo de tal modo que cruce una sola vez cada puente y vuelva al lugar de partida. No, no intenten resolverlo, pues les haría falta un dibujo. Pero sí les puedo asegurar lo que harían Zapatero y Montilla: quitarían uno de los puentes y se acabó el problema. Por suerte, Euler tuvo la osadía de enfrentarse al problema tal y como había sido planteado y a su solución se deben grandes avances en ciencias tan diversas como la química, la economía o la ingeniería. Hasta el trayecto que recorren los camiones de basura de nuestra ciudad está sujeto a su solución. Algunos dirán que Zapatero y Montilla se esfuerzan en crear puentes, pero estoy convencido de que las matemáticas que manejan sólo les da para hundirlos.

jueves, 19 de agosto de 2010

Globalización (17-08-10)

Globalización

Cuando un chulo comprueba que su chulería le lleva a conseguir lo que pretende, se vuelve más chulo. Lejos de desistir en su actitud, la potencia e incrementa. Ser chulo se convierte para él en garantía de éxito, un tesoro al que se aferrará mientras perdure su recompensa. Por eso, un pueblo que respeta a los chulos está condenado a vivir en la esclavitud. El mundo occidental, incapaz de ser intolerante con la chulería, será pronto un mundo de siervos. La grandilocuencia de los gestos del mundo libre es siempre interpretada por sus adversarios como signo de debilidad. O se pone un límite a estos gestos o la debilidad será una realidad. Si la Ley no está hecha para los chulos, ¿para quién está hecha? Si en mi casa sólo los invitados están exentos de seguir unas normas, ¿no habré perdido mi casa? (…)

Estoy harto de la palabra globalización porque sólo veo globalizarse lo malo. Cuando las empresas se globalizan traen a unos el paro y a otros la esclavitud. Hasta ahora hemos repetido hasta la saciedad que hay que crear empleo. Ahora toca hablar de dónde se ha reubicado el empleo que había. Parece de sentido común que las empresas se instalen en aquellos lugares donde la elaboración de sus productos resulte más económica, ya por la proximidad de la materia prima, por ventajas fiscales o porque la mano de obra resulte más barata. Lo que no es lógico es que las empresas de los países democráticos, aquellos que luchan por la extensión de los derechos humanos, se instalen en lugares donde la mano de obra es barata por la sencilla razón de que no se respeta la dignidad del trabajador, ni siquiera la dignidad humana.

Pensemos en China a donde algunos de nuestros compatriotas se han llevado multitud de fábricas. Sus actuales trabajadores lo hacen de sol a sombra, sin condiciones dignas y con un salario pésimo. Mientras, muchos de nuestros vecinos han perdido la oportunidad de trabajar. Y si a lo anterior añadimos que a cambio de ellas el Gobierno de España ha tenido que dar ventajas fiscales para la apertura de comercios chinos en nuestro territorio, cabe hablar de la injusta competitividad a la que son sometidas nuestras pequeñas empresas de servicio. Hablo de China como podría hacerlo de Marruecos donde se instalan muchas de nuestras empresas agrícolas, pero el ejemplo de China es más conocido. Por otro lado, nada tengo contra aquel país maravilloso ni contra sus habitantes que ya deben sufrir bastante ante la esquizofrenia de un gobierno que se muestra capitalista o marxista según convenga. Además, los acuerdos están para cumplirse. La cuestión es otra, la cuestión es si hay que mantener unos acuerdos que perjudican claramente la oferta de trabajo en un país que bate los récords del paro. Más aún si se tiene en cuenta que esta globalización beneficia a unos pocos y perjudica a muchos. Si la globalización fuese el triunfo del bien común otra cosa diría.

Me asusta también ese deseo de un gobierno universal al que algunos apuntan con la excusa de la globalización. Algo que parece imposible con sólo observar a nuestra fragmentada España, pero al que nos acercamos mediante diversas estructuras de apariencia democrática. Estructuras que nadie controla y que son pensadas por gente que vive de ellas. Gente no necesariamente infalible. Recuerdo a la antigua Atenas con sus quince mil habitantes con derecho a voto, voto presencial, y me digo que esto no es lo mismo. El camino actual se aproxima más al de una novela en la que un grupo de iluminados pretende hacer un mundo a la medida de sus valores.

Y qué decir de la globalización del cambio climático cuando leemos que Rusia y Estados Unidos se acusan mutuamente de ser causantes de sus catástrofes naturales, o que China –otra vez China- reconoce que generó la última nevada de Pequín. Había tanta sequía, dijeron. Experimentos climáticos de las grandes potencias, a las que se pueden sumar otras tantas pruebas nucleares, que hace preguntarnos sobre la realidad de que sean nuestros aires acondicionados o las flatulencias de las vacas australianas los únicos motivos del aumento del ceodos.

Hipótesis, todo hipótesis. Quizás lo único real sea que la crisis económica actual ha sido una crisis bancaria en la que los bancos, paradójicamente, no han perdido nada.

viernes, 13 de agosto de 2010

Año dos mil y pico (10-08-2010)

Año dos mil y pico

Ya no se recuerdan las huelgas de los controladores aéreos, ni los mortales accidentes de la aviación civil; las mareas negras causadas por el hundimiento de barcos petroleros son ya cosa de la historia, ni siquiera se tiene memoria del tiempo en el que el petróleo fue la materia prima por excelencia. Una nueva energía, natural toda ella, mueve a los seres humanos sobre el planeta y realiza los transportes comerciales. La ingravidez del espacio ha sido trasladada localmente a la Tierra. Una partición del macrocosmos realizada a base de entornos ha sido aplicada puntualmente sobre la superficie terrestre dejando invariantes las geodésicas y, con ellas, el camino más corto para trasladarse sin necesidad de energía. El macrocosmos ha sido copiado en un microcosmos que se extiende de norte a sur, de este a oeste. Los matemáticos demostraron su posibilidad, los físicos ajustaron las constantes y los ingenieros lo hicieron posible. De esta forma, la Naturaleza ha sido dominada y nada hace mención al peligro climatológico temido por los hombres de comienzos del siglo XXI. De hecho, aquellos siglos que lo continuaron son considerados ahora como una segunda Edad Media.

La humanidad goza de bienestar material y la salud psicológica se ha logrado evitando las posibles comparaciones entre los hombres. Todos visten igual, todos poseen los mejores medios de transporte, todos tienen las mismas casas con idénticos jardines y comodidades. No hay mendigos en las calles, no hay dolor ni sufrimiento en los rostros que nos rodean. La enfermedad ha sido aislada como aislados han sido sus protagonistas. Un chip prodigioso, insertado en el cuerpo humano en su nacimiento, pone fin a la vida cuando su análisis diagnostica que todavía no hay remedio para la enfermedad en cuestión. Nadie sufre por los que sufren porque estos ya no existen. Nadie tiene que preocuparse de los demás porque todas las necesidades están satisfechas. La palabra amor ha desaparecido.

Para evitar contagios no hay relaciones sexuales entre cuerpos. La cibernética suple las pasiones y los tubos de ensayo de los grandes bancos embrionarios son los encargados de aportar las criaturas necesarias para preservar el bienestar. Hay un número fijo de habitantes y sólo cuando alguno desaparece se ponen en marcha los mecanismos de procreación artificial cuyo único objetivo es mantener constante el citado número. Todo está controlado, lo que obligó en un tiempo a determinar las acciones que podían realizar los habitantes del planeta. No trabajan, se entretienen con muchas cosas que les mantiene ilusionados.

La familia es, por tanto, un concepto anticuado. La humanidad es hoy una gran amalgama de hombres y mujeres, niños y menos jóvenes, que habitan lugares comunes. Que se relacionan sin ninguna discriminación de afectos o intereses. La memoria del pasado ha sido sustituida por la acción inmediata. Cada generación olvida lo que aprendió la anterior porque carece de utilidad. Un futuro conocido y monótono suple las inseguridades que producía su desconocimiento. Se desconocen las palabras fe y esperanza.

La religión, tal como era concebida hasta aquella segunda Edad Media, ha desaparecido. No hay nada que una al hombre con Dios, porque este no existe. La religión ahora es un re-ligare a los hombres que dirigen los designios del planeta. Hombres y mujeres que han hecho posible el bienestar alcanzado y que se perpetúan en sus hijos, pues son los únicos que tienen derecho a una procreación no artificial. Porque para que todos fueran iguales algunos tenían que ser diferentes. Pero no son causa de envidia porque pasan por la vida como desconocidos.

El bienestar ha sido conseguido a base de ceder en los principios, a costa de alterar la propia naturaleza, su único precio ha sido el de la libertad individual. Casi nada.

martes, 3 de agosto de 2010

De vacaciones (03-08-2010)

De vacaciones

Por fin, las vacaciones. Vida en familia en la que priva ocupar el tiempo libre de los hijos a la vez que se buscan las colas de tiempo para la lectura, el estudio y la escritura de aquello que uno no ha leído, no ha estudiado o no ha escrito a lo largo del curso. Tiempo de paseos y de encuentros con amigos que casi no se han visto en todo un año. Conversaciones que dejamos sin acabar y que hoy continúan en el mismo punto en el que fueron abandonadas. Baños en el mare nostrum que alivian las vías respiratorias, suavizan las durezas del cuerpo y nos devuelven al tiempo perdido de la infancia con sus juegos en la arena, la lucha con las olas y la recogida de pechinas con las que preparar un plato sabroso, pero escaso, para el aperitivo. Efecto, todo ello, de una sociedad de bienestar de la que hoy participan algunos menos. Tiempo de ocio al que se accede, paradójicamente, mediante el trabajo y que lo convierte en una cuestión esencial. Más aún cuando éste no garantiza las necesidades básicas y se hace difícil de conseguir.

¡Qué lejos están aquellos tiempos en los que Adán y Eva se paseaban por el paraíso sin hacer nada! Hoy no se puede vivir sin hacer nada. ¡Qué lejos también aquella idea de que el trabajo es un castigo! Pues hoy millones de hombres y mujeres luchan por conseguirlo. ¡Bendito castigo!, dirían algunos. La cuestión del trabajo es paradójica. Los que lo tienen se quejan, los que no lo tienen se afanan por encontrarlo. De manera que a la cuestión esencial del trabajo se suma hoy la de crear empleo. Empleo para sobrevivir y, si es posible, para alcanzar el bienestar perdido. Lo que nos devuelve a una realidad: las cosas buenas no son imperecederas por sí mismas. Hay que luchar continuamente por su mantenimiento.

Crecimos en la sociedad del bienestar y llegamos a pensar que podíamos vivir como ricos, que teníamos crédito suficiente para tirar siempre hacia delante, cuando la realidad ha resultado distinta e, incluso, cruel. Sólo los ricos pueden vivir como ricos. Lo que teníamos había sido producto del sacrificio y sólo con el sacrificio se puede mantener. El problema, ahora, está en que no se sabe hacia dónde dirigir el sacrificio. Hacen falta hombres y mujeres con ideas e iniciativas capaces dirigir la capacidad de esfuerzo tan propia tanto de las nuevas generaciones como de los nuevos parados. Propuestas novedosas e inversiones arriesgadas que apuesten por nuevos tipos de empresas y oficios para ocupar mercados vírgenes.

Y el papel del Estado es el de subsidiar, colaborar para que todo ello vaya adelante. No podemos permitir que el Estado, y donde dice Estado cabe leer Ayuntamiento, sea la más poderosa empresa. Es lamentable que el mayor número de empleos generados en este año sea el de empleados públicos. De esta forma no se sale de la crisis. Al fin de vacaciones. Tiempo de conversaciones que dejamos sin acabar el verano pasado y que hoy continúan en el mismo punto en el que fueron abandonadas: creación de empleo, aumento del número de parados, asesores que dejan el Ayuntamiento para pasar a pertenecer a otras empresas públicas. ¿A ver quién torea estos toros? No serán los catalanes, desde luego.

miércoles, 28 de julio de 2010

Una de vampiros (27-07-2010)

Una de vampiros

Ver cine en familia es entrañable y poder hacerlo en casa es, además, económico. Desde luego que no es comparable con el espectáculo que ofrece una sala de cine, pero ayuda a hacer familia, que de eso se trata. La dificultad estriba en elegir la película adecuada, aquella que puede gustar tanto a pequeños como a mayores. Dificultad que casi siempre resuelven los menores, porque son los que menos ceden, y a cuya solución contribuye también la extensa filmografía de películas para pequeños con las que disfrutan los mayores.

Otra cosa es cuando son unas quinceañeras las que eligen la cinta. Porque el riesgo de tener que contemplar escenas de adultos interpretadas por niños y niñas de Instituto resulta demasiado evidente. Lo romántico cede a lo sensual, la sensiblería suple a lo que es verdadero, la frivolidad refleja un mundo que no es el nuestro y el aparato lacrimógeno redondea una situación insustancial a la que da visos de esencial, cuando hay muchas otras cosas en las qué soñar y por las qué vivir a esas edades. Y en estos pensamientos andaba yo después de escuchar que la película propuesta era Crepúsculo, la primera de la saga de la que en estos días ya está en cartelera la tercera parte: Eclipse.

Y si hasta entonces había pensado que a los chicos les gusta todo lo que tiene que ver con monstruos, ahora empezaba a tener claro que a las chicas les encanta los vampiros, que son otro tipo de monstruos que la pantalla presenta más sofisticados y, a ser posible, rubios y con ojos azules. No era así en mi tiempo o al menos no era así el Christofer Lee (Drácula) que me firmó un autógrafo en la escalinata del Hotel Los Robles de la playa de Gandía cuando yo contaba unos diez años, ni tampoco el Drácula de Coppola de los años noventa. Pero se ve que los vampiros siguen una ley de la evolución más acelerada que suaviza sus semblantes y los hace atractivos, lástima que no suceda lo mismo con los humanos pues se ve cada espécimen por la playa.

Y vi la película. Vi Crepúsculo y me gustó, no tanto por la protagonista que me parecía torpe, tímida, insegura y desagradecida, por lo que no acabo de entender los enamoramientos que suscita. Me gustó por los valores humanos que el padre de la familia de vampiros inculca a los suyos. Ese autodominio que, guiado por la compasión, procura no hacer mal a los humanos. Y esa lucha por conseguir tal autodominio. Conoce el mal que es capaz de hacer y lucha por evitarlo. Su poder no lo pone a su servicio sino al servicio de los demás.
Pero lo que más dio para hablar con los míos fue el amor caballeresco de que hacen gala los dos jóvenes protagonistas. No necesitan “hacer el amor” para mantenerse unidos. Se miran, se hablan, procuran estar el máximo tiempo juntos, se protegen. Lo que no les impide seguir sus estudios, mantener otras amistades o tener diversas aficiones. Un vampiro que por amor se comporta como un caballero y una humana que por el mismo motivo no le importa convertirse en vampira. Difícil pareja que, sin embargo, encaja a la perfección mediante un amor que tiene más de espiritual que de corporal. Eso sí que es una relación difícil bien llevada. Y ese amor es el que creo que debía extenderse entre nuestra juventud. No se trata de mezclar vampiros con seres humanos, sino de que algunos humanos dejen de ser vampiros en el amor. En el amor y en otras tantas cosas. Que a los quince años se dé, en general, el enamoramiento es algo normal. Lamentablemente, el amor caballeresco, en cambio, no es normal en nuestra sociedad. Pero ya hablaremos más de todo ello después de que mis niñas me lleven a ver Eclipse.

miércoles, 21 de julio de 2010

Cueste lo que nos cueste (20-07-2010)

Cueste lo que nos cueste

Cada día comienza con algo distinto a lo que ayer dejamos, nada sabe de continuidad, todo lo contrario del trabajo, cuando lo hay. El mismo martillo neumático rebota sobre el suelo de la calle ante la que escribo. La misma furgoneta frente a la panadería descargando sus dulces recién elaborados y el pan fresco que pronto se hará blando en el interior de una bolsa de plástico. Continuidad y repetición, monotonía al fin que no se ajusta a los altibajos del hogar ni a las continuas transformaciones de un Gobierno que pretende poner a esta nación patas arriba. Mientras la vida sigue, hay quien se ocupa de que no sea la misma vida.

Dice Zapatero que frente a la nueva Ley del Aborto, a la que él sigue empeñado en llamar de Interrupción como si las palabras no significaran nada, ha habido una campaña de intolerancia radical contra la ministra Aído, pero nada dice sobre los niños no nacidos cuyo número se verá incrementado porque esta ley convierte el abortar en un derecho. Y expresa su opinión con tal sentimiento que hasta casi hace olvidar su intolerancia radical ante los derechos del niño no nacido. Zapatero y la Aído siguen, pero cientos de miles de niños se quedan cada año en el camino cortando su vida de raíz, radicalmente.

Dice Zapatero que va a gobernar, como si no fuera eso lo que se le está pidiendo desde hace más de dos años. Mucho “Gobierno de España” hay en su logotipo propagandístico, pero cuando le ha tocado gobernar en aquello que es intrínsecamente propio del Gobierno todo lo ha dejado en manos de otras fuerzas, llámense sociales o partidistas con las que él ha podido seguir presidiendo la nación, pero siendo otros los que han decidido por él y los que además han sacado rentables tajadas. Y, ahora, precisamente ahora cuando desde fuera de España le marcan las directrices a seguir es cuando dice que va a gobernar. Incluso se atreve a decir “cueste lo que me cueste”, como si a él le estuviera costando algo esta crisis, que vive de señorito como nunca ha vivido. A los que les cuesta es a los españolitos de a pie y cada día que pasa les va a costar más a pesar de los brotes verdes.

Lo que Zapatero sabe es prohibir. A él se podrían aplicar aquellas palabras de Chesterton: “Aparentemente, el progreso significa ser llevado hacia delante … por la policía”. Ha llenado todos los organismo de observatorios, y no precisamente astronómicos sino de tipo ideológico, dando cabida en ellos a una mayoría radical en todos los campos. Ha convertido el Estado subsidiario en el Estado padrecito que controla hasta las chuches. A los padres y las madres los ha rebajado a progenitores, mientras los hijos e hijas han desaparecido para pasar a ser criaturas. Progenitores para el Estado y criaturas de un Estado a las que él, como un dios, dicta lo que está bien y mal en cada momento, lo que es políticamente correcto y lo que es innombrable.

La crisis económica pasará, pero lo que no pasará tan fácilmente es la crisis de valores que este presidente ha acentuado. Y será difícil de superar porque hay mucha gente que no cree en ella. Quizás porque no se paran a pensar ya que “todo avanza tan deprisa –dicen- y tengo tantas cosas que hacer …” Aunque cabe la esperanza de que del mismo modo que la gente empezó a ser crítica con este gobierno cuando se le tocó el bolsillo, lo mismo pueda suceder cuando adviertan que no pueden decidir ni en el propio hogar. Quizás sea tarde, pero más vale tarde que nunca. Entonces, si no lo hemos hecho ya, será el momento de actuar, casi en extremis, pero habrá que hacerlo “cueste lo que nos cueste”.

miércoles, 14 de julio de 2010

Campeones (13-07-2010)

Campeones

Las crónicas de nuestro tiempo no estarían completas sin una referencia al mundial de fútbol, y a eso voy. Bien sé que hablar de fútbol sin hacer mención a otros deportes resulta de poco gusto para algunos que se autoproclaman intelectuales, pero por suerte la vida es más rica que la versión que de ella ofrecen estos seudointelectuales, que si fuera por ellos la atrofia no sólo sería mental sino también física.

Mi referencia a un mundial de fútbol se remonta cuarenta años atrás, al de 1970. Pasaba unos días de vacaciones en el chalet de mi madrina y todos, mayores y pequeños, abarrotábamos el espacio que había entre el sofá y la pequeña televisión en blanco y negro. Disputaban el tercer puesto las selecciones de Alemania e Inglaterra, mientras que la final enfrentó a Brasil e Italia. Como muchos niños, conocía de memoria a la mayoría de sus jugadores gracias a la colección de cromos que completé. ¿Dónde estará ahora? Recuerdo a Pelé, Tostao, Gerson, Ribelinho, Mazzola, Facetti, Serena, … Es curioso lo bien que conservo la emoción del momento, aunque en ello no me fuera nada. Pero ver jugar a los mejores jugadores del mundo convertía en especial aquel momento, más aún cuando a los propios sentimientos se sumaba la expectación de los mayores y los comentarios que estos, más expertos, hacían de cada uno de los jugadores. Comentarios que llevaban a discusiones sobre cuál era el mejor jugador de la historia, si Pelé o Di Stéfano. Quizá de aquel tiempo surgiera mi convicción de que como la “saeta rubia” no había existido otro mejor, ni cabía la posibilidad de que existiera. Pero la historia se hace con el transcurrir del tiempo y este ha hecho posible algunas de las cosas que en aquellos años eran impensables. Como, por ejemplo, ver a España como la mejor selección de fútbol u oír al propio hijo discutir con sus amigos sobre si el mejor jugador del mundo es Villa o Iniesta. Aunque hay cosas que no han cambiado, como la colección de cromos del mundial de fútbol. Conté a mi hijo que un amigo cambió, en el mundial de 1978, el cromo de Maradona por doscientos y ha estado esperando estos día para hacer lo mismo en el caso de que le saliera el de Villa. Qué le voy a hacer, es de Villa.

Porque este mundial ha servido, como se viene repitiendo, para unir a todos los españoles y para separar el grano de la paja, pero también ha venido bien desde un punto de vista más próximo. Ha servido para hacer familia y para cultivar con mayor intensidad las amistades. Mi hija llamaba desde el campamento en el que estaba para decir que hacía fuerza para que ganara España. Mi familia de Puerto Rico telefoneaba antes y después de cada partido de la selección. Y cada uno de ustedes sabrá las anécdotas que han sucedido en su familia. Por otro lado, muchos de los partidos los hemos visto con amigos. También en el trabajo parecía que las continuas victorias de la selección pudieran unir a los distintos estamentos en la ilusión por el propio fin profesional. Y si además, como se decía la noche del domingo, ha podido ser un motivo para aumentar la natalidad, mucho mejor que falta nos hace.

“Hemos ganado”, decíamos como si fuéramos nosotros los jugadores. Pero nada es más cierto que “hemos” ganado. A nivel próximo, como ya he comentado, y a nivel de nación. Hemos recuperado la bandera y hemos perdido el complejo que teníamos de que nuestro himno careciera de letra. Letra, ¿para qué? ¡Si tenemos un himno con historia de siglos!

Ciertamente “hemos” ganado, porque ya no somos los invitados de piedra de los acontecimientos históricos sino los protagonistas de su transformación y hechura. Realmente, nunca hemos sido unos convidados, pero nuestro pesimismo histórico así nos lo hacía ver. Con el triunfo ha caído la paja de nuestro ojo. ¡Qué mal puede hacer una paja!

lunes, 5 de julio de 2010

Ante la nueva Ley del Aborto (06-07-2010)

Ante la nueva Ley del Aborto

Los defensores de la nueva ley del aborto, acostumbro a llamarla así evitando la retorcida nomenclatura del Gobierno, han extendido la idea de que el logro de la misma consiste en su despenalización. Una y otra vez repiten esta consigna, pues no admite otro nombre, que parece tranquilizar la conciencia de muchos y dar sentido al sinsentido. Nadie quiere castigar la debilidad ajena y menos aún si esta puede producirse en su propia casa. Aun cuando esta debilidad conduzca a la muerte de un inocente. Pero, ¿qué es un inocente comparado con un familiar próximo? ¿Quién puede llamar inocente al que pone en peligro el estatus de vida de un nacido? ¿Por qué debe hipotecar su vida una mujer por un desliz de su juventud? Son preguntas que ya sólo escribirlas produce estremecimiento y un gran vértigo intestinal, pero que bien podrían oírse en la calle, como se oyen.

A estos propagadores de la consigna habría que decirles que la despenalización fue un logro de la anterior ley y que con la de ahora, que no responde a demanda social alguna ni había sido insinuada en la campaña electoral, el objetivo conseguido ha sido convertir el aborto en un derecho gracias a los Reales Decretos que desarrollan dicha ley, que no son más que un coladero. De manera que se podrá abortar libremente no sólo hasta las 14 semanas, sino hasta la semana 22.

Junto a la falsedad de la despenalización está esa afirmación que pronunciada por boca de los que defienden la ley suena a “además de cornudo, apaleado” y que dice así: “nadie en su sano juicio está a favor del aborto”. Toma castaña. Es como decir: “mira feto, no me parece bien que seas abortado, pero muy a pesar mío no tengo más remedio que permitir tu aborto”. “No tengo nada contra ti, pero hay otras preferencias”. Jugamos con la vida como si no fuera el primero de los derechos, sino uno más.

Cuando escribo esto todavía no se ha pronunciado el Tribunal Constitucional sobre la suspensión cautelar de esta Ley. Y vienen a mi mente aquellas palabras de Gandalf en El Señor de los Anillos: “si no eres capaz de dar la vida no te apresures en dispensar la muerte”. Dejad las cosas como estaban y no las empeoréis que aquí no cabe el carácter retroactivo. Suspended pronto la Ley pues cada día que pase desde hoy serán abortados 378 niños y niñas. Y si estos números están calculados sobre la anterior Ley, ¿cómo serán de grandes las nuevas cifras? ¿Por qué no establecer un plan de ayuda para evitar los abortos, para evitar que eso que llaman embarazo no deseado acabe con una vida humana en un cubo de basura?

No se puede jugar con la vida y la muerte como lo hacen los tiranos, menos aún puede hacerlo una sociedad que envejece a pasos de gigante. Somos dueños de nuestro destino, pero no de la vida. Y si forjamos el destino a base de muerte, ¿qué podemos esperar? Ante un embarazo no deseado se abren cientos de caminos donde el amor humano se torna en protagonista. Y en el que personas aparentemente vulgares se convierten en héroes anónimos. Todo en beneficio de una humanidad que progresa en Humanidad. Con el aborto, sin embargo, todo se va al traste, el amor y la Humanidad.

martes, 29 de junio de 2010

Crisis demográfica (29-06-2010)

Crisis demográfica

En España, la cuestión demográfica no es otra cosa que crisis demográfica. En el último año ha disminuido el número de nacimientos. Por contra, ha aumentado el número de abortos. Cierto que la cuestión del aborto responde a una problemática más amplia, pero la cuestión demográfica sólo responde a una: el número de nacimientos. Y no cabe duda de que el aborto contribuye a su disminución.

Si a lo anterior le sumamos el aumento de esperanza de vida y una ley, que entrará en vigor el próximo 5 de julio y que prácticamente convierte al aborto en un derecho, es fácil deducir que la ancianidad de muchos de nosotros estará llena de dificultades. Dificultades de tipo material, incrementadas por haber vivido en un estado de bienestar envidiable, y dificultades de tipo sicológico al advertir que habíamos confiado demasiado en el sistema.

Y esto tiene que verlo un Gobierno que es capaz de profetizar el cambio climático para dentro de cien años. Porque esto son habas contadas, mientras que lo otro, lo de dentro de cien años, es cosa de ciencia y, por tanto, susceptible de error, aunque sólo sea la cota del mismo. Lo de hoy es una España que se queda sin españoles, lo del futuro es posiblemente una España desértica. Pero hasta el desierto puede ser habitado. Apocalíptico estado sería, pero Estado. Mientras que si no hay españoles, da lo mismo que todo sea verde. Puede que piensen que esto es llevar la cuestión al límite, pero la primera Democracia –la de los griegos- también tuvieron miedo al límite y a sí les fue. Aunque, evidentemente, no fuera esta la única razón de su descalabro.

Creo que nos hemos tomado muy en serio. Damos mucha importancia a nuestra vida de bienestar y sentimentalismo etéreo, sin fundamento objetivo, y poca a la de los que pueden nacer. Paradójicamente, decimos que nos preocupa el futuro por las generaciones que han de venir. Más bien debería preocuparnos que esas generaciones existieran. El sacrificio que pedimos para el futuro debiéramos exigirlo ya en el presente. Y esto no supone cuidar sólo el medioambiente, porque la mejor inversión son los hombres y mujeres. La crisis demográfica, y entiendo que el aborto es una de sus causas, hace que se pierdan los mejores. Digo “los mejores” pues comparo con los que estamos, donde la proporción de aquellos es más bien escasa.

Quizás, lo que debiéramos tomar más en serio es aquello que nos ha llevado a alcanzar lo conseguido y cómo, en dos generaciones o una si seguimos así, podemos echarlo todo a perder. Con el experimento-error avanza la ciencia, pero nunca es el primer experimento, siempre se parte de uno anterior. Pero en nuestra España parece que no hubo ayer, que no ha habido errores y éxitos de los cuáles partir, parece que haya que empezar desde el principio y así no se avanza. Peor aún si nos empeñamos en volver a realizar, con las mismas medidas y proporciones, experimentos ya fracasados.

Einstein explicaba la teoría de la relatividad hablando de dos hermanos gemelos, uno que se quedaba en la Tierra y otro que marchaba al espacio a la velocidad de la luz, de manera que a la vuelta del segundo se verificaba que este conservaba toda su juventud mientras que el primero había envejecido. Pensando en esta explicación divulgativa, se me figura que lo mismo puede pasar en España, que a la vuelta de los años volvamos a encontrarnos entre los siglos ocho y quince, porque la nación que había quedado en la península ha envejecido, mientras que la que marchó lejos permanece joven porque ha tenido hijos a los que ha dejado vivir.

lunes, 21 de junio de 2010

Corpus Christi 2011 (22-06-10)

Corpus Christi 2011

El próximo año, el día del Corpus Christi será fiesta en nuestra Comunidad. ¿Por cuántos años más?, no lo sé. Lo cierto es que de los tres jueves que relucen más que el sol, hay dos que lucirán en el 2011. ¿Cómo interpretar esta noticia? ¿Cómo hacerlo si no es a la luz de los acontecimientos del año en curso? ¿Qué papel han jugado las últimas medidas de la ministra del Ejército? ¿Tiene algo que ver esta decisión con un presidente de Comunidad que quiere alejarse de todo lo que huela a Zapatero?

En cualquier caso, aprecio y valoro la decisión de don José María Barreda, aunque no por ello le vaya a votar pues tendría que hacer mucho más. Pero ha actuado valientemente y sé que esta decisión le supondrá una crítica amarga en el seno de su partido. Me uno a él porque pienso que es muy importante guardar las tradiciones, sobre todo aquellas que hacen al hombre y a la mujer más humanos. Y Barreda sabe mucho de tradición porque es un hombre culto.

Me alegro de que esta fiesta que había sido guardada en Toledo se extienda también al resto de Castilla-La Mancha. Pues no había sido vivida con menor entusiasmo en muchos de sus pueblos. De manera que la tradición continúa. Una tradición de profundo contenido para el creyente y que en nada ofende al que no cree. El “amor de los amores”, como reza el canto, vuelve a ser una referencia. ¿Quién se puede acercar al Santísimo y no sentir un renovado afán por tratar mejor a hombres y mujeres? ¿No es CÁRITAS un fruto de esta devoción? ¿Y qué pegas se le puede poner a CÄRITAS? ¡Si hasta Felipe González dijo que si no existiera tendríamos que inventarla!

Misterio de fe para unos, escándalo para otros. Por el Cuerpo de Cristo han dado la vida muchos hombres y mujeres. Niños también, como Tarsicio. Y no sólo en tiempos pretéritos sino también en la actualidad. Y si, como decía Chesterton, “la mayor democracia es la de los muertos”, no cabe duda de que esta tradición debe permanecer. La madre Teresa de Calcuta decía que “si no honramos cada vez más a Cristo, pronto dejaremos de honrar a los pobres”. Así que es una devoción y una fiesta que sólo puede traer bien a esta sociedad.

Volverá en jueves la procesión del Corpus por las calles de Albacete y con el poeta de esta tierra, con Lucrecio Serrano, repetiré: “No me atrevo, Señor, a alzar la vista,/ pues me pesa la Cruz de tu mirada/… Rompe, Señor, tu cárcel de pan vivo/ y vente aquí, conmigo… Alzo la vista, tú me la recoges./Con letras engastadas de tu canto/ me dices que eres piedra y que eres ángulo/ donde quiera que vaya y de por vida”.

Si al menos los cristianos aprendiéramos a amar un poco más en ese día…Yo primero, sí, yo el primero, que falta hace.