viernes, 28 de diciembre de 2018

Cartas desde el aula (III)



                Querida Catalina, me dices que otra vez un nuevo Gobierno pretende derogar la actual Ley de Educación (LOMCE) para poner otra en su lugar y te preguntas: ¿qué entenderán los políticos por educación cuando todo cambio de color en el Gobierno conlleva la promulgación de un nuevo sistema educativo? No, no respondas, deja la respuesta en el aire, como flotando, caerá por su propio peso. Sólo las tiranías y totalitarismos pueden pretender una juventud hecha a la medida de su ideología. Pero no duran.
                Me centraré, más bien, en la pregunta que me diriges: ¿qué piensas de esa norma que impide que los profesores pongan a sus alumnos trabajo para casa? Y de tanto que puedo decirte, no sé que escribir. Se me agolpan los argumentos en su contra, pero no quiero entrar en una diatriba. Ni siquiera me esforzaré en redactar la esencia de la tarea de enseñanza y aprendizaje. ¿Por qué? Porque no quiero equiparar mi argumentación con la de aquellos que no sabiendo nada de esto que llamamos educación tienen, en cambio, la misma fuerza que yo: un voto. Por suerte, esto no pasa en medicina.
                Desde luego, Catalina, que esta norma -tal como tú y yo la vemos- plantea un problema. Pero lo resolveré saliendo del enunciado del mismo. Pues en esta España no se puede pretender convencer sobre la conveniencia o inconveniencia de algo; las mentes llevan tiempo cerradas para los argumentos del contrario. De manera que no voy a ejercer como contrario, me alío con ellos y respondo a tu pregunta: ¿quieren ustedes que los profesores no pongan a sus alumnos trabajos para casa?, pues creen un modelo educativo para aquellos que lo prefieran, pero dejen otro modelo educativo para el resto. Esto es, dejen ejercer la libertad de acuerdo con la Constitución, no impongan un modelo único. Y, es que, más allá de trabajo para casa sí o trabajo para casa no, lo que está en juego es la libertad de pensamiento de aquellos que no piensan como el que manda. Es decir, el problema real es la intromisión actual del poder ejecutivo en materia opinable.
                Acabo con una cita de Condorcet, al que tú bien conoces por tus estudios de Letras y al que, quizás, hayas traducido alguna vez (envidio tu condición de políglota, ja, ja). Escribió Condorcet: “Es preciso dar a todos, igualmente, la instrucción que es posible extender a todos, pero no negar a parte alguna de los ciudadanos la instrucción más elevada que es imposible hacer compartir a toda la masa de individuos. Establecer la una porque es útil a quienes la reciben, y la otra porque lo es a los mismos que no la reciben”.  ¿Querrás creer que estas palabras escritas hace más de dos siglos por un revolucionario escandalizan hoy a algunos?
                ¡Ah!, Catalina, se me olvidada. Te envío recuerdos de uno de esos buenos profesores que trabajan en uno de tus colegios de la comunidad valenciana.  Que tengas una buena entrada de año; seguimos en contacto. Un abrazo.

PD.: Hoy, además de conmemorar a los santos inocentes, recordamos a santa Catalina Volpicelli, virgen y fundadora.

sábado, 10 de noviembre de 2018

"Con mis hijos no te metas"


No es una amenaza, es el nombre de un movimiento americano surgido a raíz de la imposición, por parte de los poderes públicos, de la ideología de género. Algo que está sucediendo en España, espoleado por algunas Consejerías de Educación, diversas instituciones y el propio Gobierno central.
Y, es que, cuando uno oye a una parlamentaria de Navarra diciendo que los padres “pueden decir lo que les dé la gana como padres, están en su derecho, lo que no están en su derecho es a decidir por sus hijos en estas cuestiones” (textual), uno piensa enseguida: con mis hijos no te metas. Los experimentos los haces con los tuyos, pero no con los míos. Y conviene decirlo, aquí y ahora, por si acaso.
Miren, creo en pocas cosas. O, con palabras de L. Giussani, “estoy seguro de pocas cosas grandes”. Pocas, pero grandes. No las creo como el estudiante que, preguntado por el profesor, comienza diciendo “creo que …”. Al contrario, las creo sin ápice de duda. Y una de ellas es que mi mujer y yo tenemos el derecho y el deber de educar a nuestros hijos. Nada de tribu, colectividad, comuna o Estado, ¡nosotros!
No lo he aprendido en los libros, pues los niños no nacen con un manual bajo el brazo. Lo he aprendido de un padre que adoraba a su esposa y de una madre que adoraba a su marido; los cuales, a su vez, lo aprendieron de los suyos, con una continuidad secular en el tiempo. Una experiencia que compartimos la mayoría de padres, muy alejada de esa lucha de poder entre varón y hembra que intenta pintar la ideología de género en su afán de deconstruir.
Y digo esto porque es oportuno aclarar que esta creencia no depende de que el Estado la recoja en un escrito. Es así: educa a tus hijos y deja que yo eduque a los míos. Ahora bien, por suerte, nuestra Constitución la refrenda en su artículo 27.3, afirmando la libertad de los padres a educar en sus mismas convicciones morales y religiosas. Y la sexualidad, porque no somos animalitos, tiene que ver con ellas.
Se puede estar o no de acuerdo con ello, pero no me imponga sus ideas. Menos aún a mis hijos. Respeto sus ideas, respete usted también las mías.

domingo, 28 de octubre de 2018

Cartas desde el aula (II)


Estimado Simón, cuando uno se aproxima al límite de su edad laboral, que no sabe si alcanzará (recuerda el problema del “ratón glotón y confiado” que os ponía en 2º de BUP), le da por pensar en sus años de docencia, en el empleo del propio tiempo, en la posibilidad de haber hecho más o haberlo hecho de otro modo. Y hoy mismo, antes de recibir tu carta, me hacía la siguiente consideración: he dedicado mucho tiempo a confeccionar “apuntes” para el alumnado, incluso he escrito algunos libros; he rehecho mil veces las programaciones para adaptar sus contenidos a la más de media docena de sistemas educativos que he conocido; he construido tablas y hojas Excel para evaluar estándares y anotar las ausencias del alumnado; he asistido a numerosas charlas que se anunciaban como necesarias para saber enseñar; he participado en grupos de trabajo y seminarios; ….; en definitiva, he tenido una actividad plena realizando “deberes”, pero ¿cuánto tiempo he dedicado al estudio?
                Fíjate, Simón, que me planteo algo análogo a lo que repito incansablemente al alumnado: no confundáis el “hacer deberes” con el estudio. Y, es que, en general, el alumnado viene sabiendo hacer deberes o, más bien, sabiendo que tiene que hacer deberes. Pero confunde el hacer deberes con el estudio, cree (es una creencia extendida) que basta con hacer deberes y no es consciente de que éstos son una parte de su trabajo pero no todo, que los deberes están enfocados al estudio y que, sin él, no sirven de mucho. Con esta creencia se han formado muchos alumnos (capaces de actividad), resultando muy pocos estudiantes (capaces de pensar, relacionar, tener ideas). Quizás, por esto me cuesta llamarles estudiantes y prefiero llamarles alumnos.
                Sería bueno que nosotros, los profesores, dedicáramos más tiempo a enseñar a estudiar a los alumnos. No me refiero a los métodos estándar de estudio, sino a enseñarles a estudiar la propia materia, la nuestra, la que les enseñamos. ¿Te acuerdas cuando os decía que las matemáticas se estudian con lápiz y papel en el silencio?  Pues algo así, por ahí se empieza.
                Enseñanza y aprendizaje, me gustan esos dos vocablos. Si les enseñáramos a estudiar, les resultaría más fácil el aprendizaje.
                Te dejo, Simón, que tengo que actualizar el tema 6 de agrónomos, el de la diagonalización de matrices y endomorfismos. Da recuerdos a los otros del departamento, en especial a Judas Tadeo, que es capaz de enseñar cualquier cosa. Un abrazo.

PD.: Hoy celebramos la fiesta de San Simón Cananeo y San Judas Tadeo, apóstoles.

domingo, 29 de julio de 2018

Galileo, 1616 (VIII)*



                Si hasta aquí Galileo se había enfrentado a los filósofos aristotélicos, la carta a Castelli iba a abrir otro frente: el de los teólogos. Si bien los primeros nunca lo cuestionaron (aunque decían que carecía de “modestia filosófica”), ya que era evidente que conocía bien a Aristóteles y porque, sobre todo, era el filósofo del Gran Duque, no sucedió lo mismo con los teólogos. Para los teólogos era un aficionado y no iban a respetar sus injerencias. Menos aún que les enseñara a interpretar las Sagradas Escrituras.
                Sin embargo, la tormenta no se desató hasta diciembre de 1614, por lo que puede decirse que durante la mayor parte del año Galileo no perdió tiempo en polémicas. Es cierto que estuvo unos meses enfermo, hasta el punto de que Welser (que morirá en ese verano) escribe a uno de sus amigos: “sería una pena que terminara sus días sin haber explicado muchos bellos conceptos acerca de las cosas celestiales que estaba sacando a la luz”.
Pero, aun sabiendo que estaba enfermo, la gente no dejaba de consultarle. Le pedían consejo para las lentes del telescopio, le contaban sus observaciones celestiales desde Nápoles, le preguntaban sobre el peso del aire respecto del agua, le hablaban del libro sobre las Manchas Solares, de la controversia con Apeles (seudónimo de un jesuita) sobre dichas manchas, le nombraban posibles traductores (como don Diego de Urrea), volvían al tema de los cuerpos flotantes y le comunican la muerte de Papazzoni (a quien Galileo consiguió plaza de filósofo en Pisa), le enviaban libros, Castelli le pasaba medidas sobre el paralaje del sol y le hablaba de su prestigio en la Universidad, Conti le hacía sugerencias sobre pasajes del Génesis, le escribían sobre la defensa del copernicanismo, de las opiniones de Tycho Brahe, Magini -ante su propia enfermedad- le daba consejos (“es necesario que se mire a sí mismo, evite el movimiento de los viajes y, sobre todo, cuídese de los buenos vinos y del coito, … , no descuidándose como lo hice yo”), le transmitían saludos del jesuita Grienberger (sucesor de Clavius), le contaban que su amigo Cremonini empezaba a estar mal visto en Roma, le pedían noticias sobre “las palomas” e, incluso, le daban consejos sobre cómo actuar con ellos: “deja ir a las palomas -escribe Castelli-que, por sí mismas, se convertirán en cuervos”.
Narraban anécdotas, como la de Castelli en febrero: en una clase, un sacerdote dijo que “la tierra no puede moverse porque cada mañana, cada mañana, cada mañana (insistía), cuando se levanta de la cama ve la puerta de la habitación tal como la había dejado por la noche”. O la del príncipe Cesi en marzo: un fraile de Nápoles ha escrito una obra teológica en la que califica como “perjudiciales” sus últimos descubrimientos. Y no se corta Cesi cuando concluye: “primates peripatéticos”.
Algunos le dan el pésame por el triste fallecimiento de su amigo Salviati (muerto el 22 de marzo en Barcelona), quien representó en Florencia lo que su amigo Sagredo en Venecia: apoyo económico y buen interlocutor científico. Galileo escribió, en su Villa de La Selve, sobre las manchas solares y a él le dedicó su Historia y demostraciones en torno a las manchas solares, publicada en 1613 en Roma bajo los auspicios de la Accademia dei Lincei. Salviati fue también el nombre que dará a su alter-ego en su obra más polémica. Sus amigos de la Accademia le buscan un sucesor y un pintor que pueda hacer un retrato. Curiosamente, Salviati escribió el 13 de enero su última carta a Galileo comunicándole su viaje a España y presentándole a un filósofo de “los nuestros” (B. Baliani), el mismo que posteriormente escribe a Galileo poniendo en valor su método: “probado con demostraciones geométricas muy sutiles, sin las cuales la filosofía no se merece el nombre de ciencia, sino de opinión”.
Es el 21 de diciembre cuando se vislumbra que sus enemigos no están parados. Ese día, el joven dominico Tommaso Caccini (del mismo convento que Niccoló Lorini), en un sermón de la cuarta semana de Adviento, aprovechó el comentario del “milagro del Sol” de Josué para, desde el púlpito de la iglesia de Santa María Novella de Florencia, denunciar el sistema copernicano como contrario a las Escrituras, denigrar a los matemáticos en general y a los galileanos en particular. Aunque bien es verdad que no mencionó al astrónomo sino a los “galileanos”. No era la primera vez que el tal Tommaso jugaba al sensacionalismo -cuenta Drake- pues ya había sido reprendido por una intervención poco prudente desde un púlpito en Bolonia.    
De ello tiene noticia Galileo por una carta de Castelli del 31 de diciembre. Le comenta que hasta al padre Lorini le ha parecido un exceso el ataque de Tommaso. Castelli se queja también de lo difícil que es enseñar matemáticas en Pisa, donde atacarlas se ha convertido en un carnaval. Lamenta que no siendo capaces de entender “nuestras razones” no sean, al menos, reverentes. Pero sea como sea, le comunica su esperanza en poder revivir “este estudio de las matemáticas, ya casi muerto”. “Pero paciencia, concluye Castelli, estas impertinencias no son ni la primera ni serán las últimas”.
En efecto, no será las última impertinencia, la primera batalla seria contra el copernicanismo acaba de empezar. (Continuará)

(*) El artículo VII está en agosto de 2017

sábado, 21 de julio de 2018

Cuestión de libertad


En la campaña electoral iniciada por el Presidente, hay tres cuestiones que suponen un recorte de libertad. No me embargan las opiniones de sus ministras, son libres de expresarse. Me quiebra, más bien, que las impongan sobre libertades garantizadas por derechos fundamentales, con el añadido de que lo hacen desde el poder. Esto es, el Estado pretende imponer maneras de hacer y de pensar de ideologías concretas en desprecio de derechos fundamentales (=totalitarismo). Dos atentan contra la vida: la ley de eutanasia y la ideología de género. La tercera, que hoy trato, niega el derecho fundamental de los padres como primeros educadores de sus hijos.
No entraré en el cinismo que supone empezar un discurso hablando de diálogo y acabarlo con el anuncio de medidas educativas que no surgen de él, porque no existe tal. No entraré en que la Consejería de Educación advierta que las medidas se pondrán en marcha el curso 2019/20 y no en el 2018/19, lo que prueba la falta de diálogo. Quisiera, más bien, iniciar un debate sobre el hecho de que hay familias que quieren una educación distinta de la que ofrece el centro público que les ha tocado. Familias que contribuyen con sus impuestos a que otras, con la misma o mayor disponibilidad económica, reciban una enseñanza gratuita.
                ¿Porqué el Estado premia a las familias que eligen centros públicos y desprecia la libertad de las otras? Es bueno que “los poderes públicos dispongan de una red de titularidad y gestión pública” que haga efectiva la educación. Pero no puede ser a costa de la libertad. Esta red debe estar limitada por la libertad de los padres y la libertad de oferta de otros colectivos (cooperativas, …). Para estos casos, el Estado debe ser el evaluador y un ítem a tener en cuenta es la demanda (expresión de libertad). Como escribió R. Serrano: “un régimen de escuela única no es más democrático que el de partido único, y una política educativa que no da espacio a la libertad se degrada en paternalismo”.

sábado, 28 de abril de 2018

¿Ensañamiento judicial y tiranía médica?*



                Imagine un hijo con una enfermedad no diagnosticada. Hospitalizado en 2016, lo ve diariamente. Duerme con la placidez de todo niño, presenta buen color y, al quitarle la mascarilla, le abraza y reposa su carita en sus hombros. Tiene ese olor tan característico de la infancia, generador de sueños, que le hace exclamar: ¡pronto estarás en casa!
                Se llama Alfie y, un día, los médicos del Hospital Alder Hey, seguros de que no curará y de que alargan su sufrimiento, deciden quitarle el tratamiento.  Ni usted, ni su familia, observa eso y, con el deseo de que lo vean otros médicos, se opone. ¿Por qué dejarlo morir sin otra opinión médica? Además, no hablan de desconexión, sino de dormirlo (eufemismo) con drogas. No quieren otro Charlie agonizando ¡cinco horas!
                Ante la negativa al traslado, acude a los tribunales. No le dan la razón, e insiste. Tanto Insiste, que le quitan la patria potestad y la otorgan a un juez que ordena desconectarlo. Apela a las Cortes inglesa y Europea, que dan la razón al juez “por el interés del niño”. Así que el juez conoce el interés del niño, al que ha visto un par de veces, mejor que usted. Y, basado en los médicos, impone el luto a su familia.
                Usted se mueve y consigue que dos hospitales de Italia, con casos parecidos, lo acepten.  Pero, siguen sin ceder. Consigue la nacionalidad italiana para el niño, pero vuelven a negar el traslado y ponen fecha de desconexión (eufemismo). Y usted piensa que eso del espacio Schengen sirve para todo menos para cosas importantes. Y si no ha ido a por una “recortá” -como le sugiere su amigo- es porque es buen hombre (buena mujer), aunque para el juez es un fanático. ¡Fanático, porque quiere poner los medios para salvar a su hijo!
                Desconectado el 23 de abril, sigue respirando. Sus padres ayudan con el boca a boca. Asociaciones médicas británicas hablan de tiranía del Hospital, no entienden que dejen a Alfie en “una vía hacia la muerte” en lugar de trasladarlo. Y usted piensa en la depravación y el absurdo de demasiadas instituciones que ejercen un dominio omnipotente sobre la vida de otros. 


(*) Alfie Evans ha fallecido hoy a las 2:30 am. Descanse en paz.

lunes, 26 de marzo de 2018

Cartas desde el aula (I)

Estimado Basilio, me alegró recibir tu carta. Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribes. También he observado lo mismo. El alumnado entiende lo que explico y, después, hace bien los ejercicios que propongo, pero al día siguiente presenta las mismas dudas. Sí, las mismas. No sería demasiado grave si sólo sucediera al día siguiente, pero la escena se repite día tras día. Cada mañana van saliendo uno a uno a la pizarra a resolver ejercicios tipo (nada que haya que pensar), les corrijo, les indico que se separen de la pizarra para que adviertan lo esencial del ejercicio y, a la vez, en su conjunto. Me dicen que lo entienden. Pero al día siguiente cometen los mismos errores. Y, como tú, me pregunto, ¿qué está pasando?
                Coincido con tu diagnóstico: no lo trabajan en casa. Evidentemente no es algo nuevo, pues por algo escribió Pascal (¡en el siglo XVII!): “después de habérseme dado el gusto de entender debo tomarme el trabajo de aprender”. Pero sí es nueva esta actitud en cuanto que se ha generalizado. Parece que el alumnado debe entender y aprender en el aula, y sólo en ella. Opinión que comparten muchas de sus familias. Pero a este paso sólo es posible dar unos tres temas por curso y, luego, querrán los padres que sus hijos sean médicos, ingenieros, …
                Como tú, echo de menos el trabajo en casa. Un trabajo de afianzamiento, de adquisición de destrezas, de automatismos, en el que surgen las dificultades que frenan el desarrollo que tan evidente les ha parecido en clase. Son “sus dificultades”, las de cada uno, aquellas que podrán preguntar en el aula para ser resueltas. Porque, por mucho que el profesor les enumere dificultades, ellos, ya sea por distracción o excesiva confianza, no logran retenerlas. Es en casa, en el silencio de la habitación de estudio, mediante un lápiz y un papel, como podrán averiguar sus verdaderas dificultades y, en consecuencia, superarlas con o sin ayuda.
                Basilio, continuaré otro día. Gracias, de nuevo, por tu carta. Como dices, sirve para eso que llaman terapia de grupo. Tú me cuentas y yo te cuento. Pero me gustaría que sirviera también para cambiar lo que no funciona en educación. Un abrazo y feliz día de tu santo (22 de marzo). 

sábado, 17 de marzo de 2018

La nueva tiranía


La nueva tiranía no es otra que la tiranía de lo políticamente correcto. Sus juicios (y prejuicios) se extienden a la sociedad en forma de normas que inicialmente obligan en el ámbito público para acabar imponiéndose en el privado.
Paradójicamente, esta tiranía tiene su inicio en el relativismo. Y de todo tiene el mismo valor se pasa a sólo tiene valor lo mío. Continúa con la manifestación de las “masas”, el número, que recorre las calles de modo físico o virtual. Los medios de comunicación la hacen presente un día sí y otro también. El político de turno ve la “masa” convertida en número de votos. Y, finalmente, un pretendido intelectual sale en su defensa mostrándose como referencia.
¿Qué queda en el camino? La opinión de los otros. Pero, sobre todo, la libertad de muchos. Lamentablemente no es un proceso que afecte sólo a los adultos, sino que la barrida de libertad afecta también a los niños, a los más inocentes. Porque, como bien saben los vascos y los catalanes en el ámbito independentista (que no es el que aquí contemplo), el éxito del invento está en insuflar el cambio desde la escuela, desde la más tierna infancia.
Estos profetas de lo políticamente correcto se propusieron liberar al hombre del autoritarismo y emanciparle de una tradición que consideran opresora, pero nos están imponiendo sus dogmas y lanzando nuevos anatemas. No hay hogueras, pero ya hay pena de cárcel en varios países y comunidades autónomas.
Estimado lector, si observa su proceder, apreciará una eminente obra de ingeniería social (nada científica) que no resuelve nada, tan solo crea discordia, división. Ponga su barba a remojar (si es hombre) o apéese de este tren totalitario si no quiere perder su libertad o que la pierdan sus hijos. Y, como botón de muestra, la asignatura afectivo-sexual que quiere imponer el Gobierno de Castilla La Mancha.