sábado, 1 de febrero de 2020

La mujer del saco



Antes, a los niños se les asustaba con el hombre del saco. “Que viene el hombre del saco y te llevará”, decían. Y en las noches cerradas ningún niño se atrevía a salir del hogar, ni a traspasar los límites de la luz de la lumbre. Ahora, en la posmodernidad, sabemos que el del saco no era un hombre, sino una mujer. La “mujer del saco”, debiera decirse. Incluso conocemos su nombre. Su frase, “no podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”, la ha desenmascarado y ha puesto sobre aviso a los padres. Y, es que, la “mujer del saco” no se lleva sólo a los niños sino también aquello que los padres enseñaron a sus hijos. No centra su interés en el cuerpecillo de los niños, no se regodea en su sangre sino en su mente, en su pensamiento. Es la posmodernidad.
Paradójicamente, un Gobierno autollamado progresista vuelve hacia atrás, a la etapa de Zapatero. ¿Se acuerdan de la  depuesta Educación para la ciudadanía? ¿De qué sirvió que el Tribunal Supremo dijera que “en una sociedad democrática, no debe ser la Administración educativa -ni tampoco los centros docentes, ni los concretos profesores- quien se erija en árbitro de las cuestiones morales controvertidas”?  Porque a su futura ley de educación no le interesan tanto las matemáticas, la historia, el griego y demás materias, como la introducción de la ideología del momento, que es la “de género”, tan de moda y tan subvencionada.
Ante tal esperpento, más propio de Skinner que de Valle-Inclán, sorprende su actitud pertinaz y prepotente. Parece el personaje de El Roto que, en una de sus viñetas, decía: “Desde arriba me asomo al abismo para escupir a los de abajo”. ¿Se imaginan lo que dirían estos pregoneros de ideologías si algún gobierno obligara a sus hijos a estudiar religión? Ellos, en cambio, no dudan en imponer un pensamiento que no es científico, en el que no hay consenso social y que no comparten ni las feministas radicales.
Si el remedio contra el hombre del saco era permanecer en el hogar, contra la mujer del saco se me antoja muy diferente.