lunes, 26 de marzo de 2018

Cartas desde el aula (I)

Estimado Basilio, me alegró recibir tu carta. Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribes. También he observado lo mismo. El alumnado entiende lo que explico y, después, hace bien los ejercicios que propongo, pero al día siguiente presenta las mismas dudas. Sí, las mismas. No sería demasiado grave si sólo sucediera al día siguiente, pero la escena se repite día tras día. Cada mañana van saliendo uno a uno a la pizarra a resolver ejercicios tipo (nada que haya que pensar), les corrijo, les indico que se separen de la pizarra para que adviertan lo esencial del ejercicio y, a la vez, en su conjunto. Me dicen que lo entienden. Pero al día siguiente cometen los mismos errores. Y, como tú, me pregunto, ¿qué está pasando?
                Coincido con tu diagnóstico: no lo trabajan en casa. Evidentemente no es algo nuevo, pues por algo escribió Pascal (¡en el siglo XVII!): “después de habérseme dado el gusto de entender debo tomarme el trabajo de aprender”. Pero sí es nueva esta actitud en cuanto que se ha generalizado. Parece que el alumnado debe entender y aprender en el aula, y sólo en ella. Opinión que comparten muchas de sus familias. Pero a este paso sólo es posible dar unos tres temas por curso y, luego, querrán los padres que sus hijos sean médicos, ingenieros, …
                Como tú, echo de menos el trabajo en casa. Un trabajo de afianzamiento, de adquisición de destrezas, de automatismos, en el que surgen las dificultades que frenan el desarrollo que tan evidente les ha parecido en clase. Son “sus dificultades”, las de cada uno, aquellas que podrán preguntar en el aula para ser resueltas. Porque, por mucho que el profesor les enumere dificultades, ellos, ya sea por distracción o excesiva confianza, no logran retenerlas. Es en casa, en el silencio de la habitación de estudio, mediante un lápiz y un papel, como podrán averiguar sus verdaderas dificultades y, en consecuencia, superarlas con o sin ayuda.
                Basilio, continuaré otro día. Gracias, de nuevo, por tu carta. Como dices, sirve para eso que llaman terapia de grupo. Tú me cuentas y yo te cuento. Pero me gustaría que sirviera también para cambiar lo que no funciona en educación. Un abrazo y feliz día de tu santo (22 de marzo). 

sábado, 17 de marzo de 2018

La nueva tiranía


La nueva tiranía no es otra que la tiranía de lo políticamente correcto. Sus juicios (y prejuicios) se extienden a la sociedad en forma de normas que inicialmente obligan en el ámbito público para acabar imponiéndose en el privado.
Paradójicamente, esta tiranía tiene su inicio en el relativismo. Y de todo tiene el mismo valor se pasa a sólo tiene valor lo mío. Continúa con la manifestación de las “masas”, el número, que recorre las calles de modo físico o virtual. Los medios de comunicación la hacen presente un día sí y otro también. El político de turno ve la “masa” convertida en número de votos. Y, finalmente, un pretendido intelectual sale en su defensa mostrándose como referencia.
¿Qué queda en el camino? La opinión de los otros. Pero, sobre todo, la libertad de muchos. Lamentablemente no es un proceso que afecte sólo a los adultos, sino que la barrida de libertad afecta también a los niños, a los más inocentes. Porque, como bien saben los vascos y los catalanes en el ámbito independentista (que no es el que aquí contemplo), el éxito del invento está en insuflar el cambio desde la escuela, desde la más tierna infancia.
Estos profetas de lo políticamente correcto se propusieron liberar al hombre del autoritarismo y emanciparle de una tradición que consideran opresora, pero nos están imponiendo sus dogmas y lanzando nuevos anatemas. No hay hogueras, pero ya hay pena de cárcel en varios países y comunidades autónomas.
Estimado lector, si observa su proceder, apreciará una eminente obra de ingeniería social (nada científica) que no resuelve nada, tan solo crea discordia, división. Ponga su barba a remojar (si es hombre) o apéese de este tren totalitario si no quiere perder su libertad o que la pierdan sus hijos. Y, como botón de muestra, la asignatura afectivo-sexual que quiere imponer el Gobierno de Castilla La Mancha.