viernes, 9 de abril de 2021

San John Henry Newman

 

            Hoy deseo comentaros este libro. Ya no pensaba leer ninguna otra biografía del Cardenal Newman o, a lo más, consideraba releer alguna. Y, es que, la vida y obra de Newman tiene tal riqueza que es casi insondable. Recordarla hace bien al espíritu y a la razón. Por eso pensaba releer algo de él, pero -como he dicho- nada que no estuviera ya en las estanterías de mi biblioteca. Esta, con muy buen criterio, me la dio a leer un amigo.


       Empezaré por el autor, Víctor García Ruíz, a quien conocí siendo universitario. De las pocas veces que le traté retengo una anécdota que he contado muchas veces a mis hijos, ya no sé cuántas veces pues la edad hace que me repita. Sucedió en el Colegio Mayor Albalat (Valencia) una tarde de domingo, al finalizar una película en 35 mm que tuve que proyectar. Al salir de la cabina, en la puerta me esperaba Víctor para hacerme la corrección oportuna: no se puede cortar la película hasta que haya finalizado la música de los créditos. Sólo me llevaba un año, pero denotaba una formación integral envidiable.

      Tres de los libros que tengo de Newman son traducciones suyas al castellano, así que no me extrañó que fuera autor de un ensayo biográfico. Esto es, conoce las fuentes desde su origen, las maneja en su original. A lo que hay que añadir que ha trabajado con José Morales, uno de los primeros biógrafos del Cardenal en lengua castellana. Todo esto sitúa, en mi opinión, a Víctor García Ruíz como autor idóneo de esta biografía. Más aún si tenemos en cuenta su currículum.

                En cuanto al libro, leído en los ratos libres de las dos últimas semanas, os diré lo que escribí por WhatsApp a un amigo mientras lo leía: me lo estoy pasando muy bien. Desde luego que lo inicié con la curiosidad de saber qué novedad podría aportarme, qué espacio iba a ocupar entre las biografías anteriores y a qué público iba dirigido. Aunque ya, desde la primera palabra del título, presentaba una novedad: “San”. Iba a leer la biografía de un santo. Ya no era el converso, maestro, doctor, cardenal o beato Newman, sino San John Henry Newman.

Sin embargo, no es un escrito piadoso, sino una continua narración de hechos bien argumentados que dan frescura y hacen amena su lectura. Se nota que el autor se siente cómodo escribiendo, que disfruta al hacerlo y que le gustaría extenderse más. Sus guiños y referencias a la actualidad, tanto social, literaria, cinematográfica o local (la Inglaterra que bien conoce, la Valencia en la que vivió), muestran lo mucho que tiene interiorizado a su personaje.

        Se trata pues de una biografía completa, con su cronología, obras de/y sobre el biografiado, referencias bibliográficas e índice onomástico. Nada de una semblanza, una aproximación o libro de lectura espiritual. En ella aparece la sombra alargada de Newman con sus alegrías y penas, con sus amigos y enemigos, con sus proyectos exitosos y sus fracasos. El Newman que busca la Verdad, que desea cumplir la voluntad de Dios (también -o sobre todo- por medio de la obediencia debida), que cuida la amistad con una delicadeza exquisita y que no tiene miedo a polemizar cuando es malinterpretado. Intelectual de proyectos a largo plazo, amante del silencio y el recogimiento, estudioso, reflexivo, disciplinado, puntilloso, reservado, confidente de/y con sus amigos, de rica vida interior que manifiesta con su vida, predicaciones y escritos. Pero, a la vez, un hombre de gran actividad exterior, viajero a su pesar, que no hace ascos de tratar con libras y guineas con el fin de sacar adelante los proyectos que se le encomiendan y que hace propios. 

              Aquí todo es Newman. Un Newman rodeado de nombres propios y acontecimientos al servicio de su desarrollo intelectual, que es deslumbramiento y aceptación de la Verdad, en su peregrinación hacia el catolicismo. Todo está puesto con este objetivo: conocer a Newman. Quizás por ello, el autor ha prescindido de profundizar en los personajes que le rodearon. Sobre todo, en aquellos más amados. Sí aporta datos sobre ellos, muchos datos, pero no logra darles el brillante resplandor que se merecen. He echado de menos el retrato sereno de un Keble o de Hurrell Froude. Pero quizá esta sea otra historia.

                Así queda claro a qué público va dirigido, más aún si se tiene en cuenta que no deja de aportar pistas para seguir profundizando. Resulta pues una lectura recomendable para quienes desconozcan a este personaje de cuyas ideas se nutrió el Concilio Vaticano II y que, con el tiempo, será nombrado Doctor de la Iglesia. Pero, a su vez, por su completitud, es un libro que conviene tener a mano.

              En particular, en este libro he descubierto la devoción que tenía por el Ángel de la Guarda y, con palabras del propio Newman, me ha hecho ver su vida como “un compuesto singular de cielo y tierra”, como “una vida hecha de espíritu y de barro”.

            El libro se articula en siete capítulos, que yo hubiera dejado en dos para mayor claridad del lector que se aproxima a Newman por vez primera. Sin quitar nada, los dos capítulos hubieran sido: el Newman no católico y el Newman católico, dejando como secciones de estos todo lo demás. También hubiera prescindido de frases en latín o inglés si no hay intención de traducirlas. Así como de paréntesis que podrían haberse añadido como referencias al final del libro. Pero, ¿quién soy yo para proponer minucias ante algo tan bueno?

                Finalmente, debo felicitar a la Editorial SAN PABLO por la buena edición de este libro, por la claridad de sus páginas, por el tamaño de su letra, por su estructura y fácil manejo. Y, sobre todo, por haber tenido la genial idea de dar a conocer la inmensa figura de San John Henry Newman.