viernes, 29 de enero de 2010

Día del maestro (26-1-2010)

Día del maestro

La semana que viene comienza el proceso de solicitud de centro para el próximo curso; pero antes, el viernes, celebraremos el día de la enseñanza o día del maestro, que no es lo mismo.

Cuando se habla de la enseñanza, se suele teorizar e incluso generalizar demasiado, porque también los padres son enseñantes o deberían serlo. A la vez que sirve de excusa al político para enaltecer el sistema educativo que defiende. Por eso prefiero llamar a ese día como siempre se ha hecho: día del maestro. Porque enseñantes hay muchos, pero maestros pocos. Y es justo que haya un día al año en el que se reconozca su labor.

E, incluso, prefiero la palabra maestro a la palabra profesor por parecerme más ambiciosa, más amplia, más comprometida. Palabras ambas en retroceso frente al adjetivo “docente”, muy usado en la enseñanza universitaria y con el que se pretende distinguir la tarea de enseñar de la de investigar. Diferencia necesaria a efectos económicos, claro. Las patentes dan dinero, los artículos en revistas de impacto dan prestigio,…, pero olvidan que la docencia puede llenar o vaciar las aulas de escuelas y facultades.

Tiene el maestro público un enemigo y es su condición de funcionario. Pues hoy se considera ésta una condición peyorativa. La gente critica frecuentemente a los funcionarios, aunque paradójicamente todos quieren ver a sus hijos hechos funcionarios. Si uno mira atrás, puede observar que el hecho de que tanto un maestro, como un médico, un licenciado en derecho o un ingeniero público, sea funcionario responde a la necesidad de garantizar un mínimo de calidad para la tarea que va a desempeñar. De manera, que lo que fue una medida de calidad se ha tornado en un motivo de desprecio.

Pero, más aún que la condición de funcionario, los maestros son atacados por sus vacaciones de verano. Hay motivos suficientes para justificar estas vacaciones, pues si un padre o una madre con dos hijos tienen un mes de vacaciones, ¿qué se puede dar al que tiene cien alumnos durante el curso? Y, es que, la tarea del maestro es cada vez más compleja. La sociedad ya no se limita a exigirle que imparta una formación académica, sino que también le pide que ayude a solucionar problemas personales, familiares, sociales y culturales. Sin olvidar que todo el que quiera es libre para acceder a este oficio. Pero el motivo administrativo es otro: los maestros y profesores cobran menos que los correspondientes funcionarios con idénticas titulaciones de exigencia.

Frente a todo esto, creo que deberíamos ver con renovado entusiasmo la tarea que desempeñan. Miremos atrás, busquemos en nuestra propia experiencia, no nos dejemos llevar por los recuerdos de esos que habiendo sido malos estudiantes no encuentran nada positivo en ella.

Y yo miro atrás. Y sólo puedo dar gracias por los maestros que he tenido. Desde el Colegio a la Universidad no hay ninguno del que pueda hablar mal. Todos me han enseñado a pensar, a sentir, a expresarme, a dominar el tiempo propio. Y si es cierto que ahora, cuando escribo apresurado, no puedo hacerlos presentes a todos, también lo es que hay caras que se me aparecen claramente. Son las de aquellos que me acompañan en este camino de la vida. Allí está don Rafael, el gran maestro de cuarto de primaria, el señor Escolano, la señorita Amparo Laporta, el señor Llorens, don Manuel Valdivia, don Vicente Miquel, …, toda una retahíla de maestros y catedráticos a los que estoy agradecido. Sencillos y sabios a su manera, cada uno con su propio librillo.

Y creo que el secreto de mi agradecimiento radica en el hecho de que siempre me exigí más a mi mismo que lo que les exigí a ellos. Nunca dudé de ellos. En todo caso, dudé de mí.

martes, 19 de enero de 2010

El drama de Haití (19-12-2010)

El drama de Haití

Mientras una parte del mundo llora por Haití, la otra parte -a la que la guerra y la hambruna ha secado sus lágrimas- sigue gritando desconsolada a la espera de que alguien se interese por ella. El drama de Haití es algo que hay que solucionar con presteza, pero no será el último, como no es el único. El río de generosidad emanado ante tamaña catástrofe debe seguir fluyendo hasta llegar al último rincón de la tierra. Porque abrir los ojos sólo después de la catástrofe no es suficiente.

Preocupados por el futuro, que se aventura sombrío con la amenaza del cambio climático, podemos perder de vista el presente. Hoy hay que ayudar a Haití, como ayer hubo que hacer lo propio en otras naciones. Pero mañana no es dentro de cien años y las actuaciones a largo plazo no pueden impedir las que son urgentes ahora. Después del drama de Haití, vendrá otro drama que ya se está gestando. Es más, que ya lo es, pero que parece no ser porque todavía carece de desenlace.

Cientos de cadáveres apilados o desperdigados por el suelo, pillaje y rapiña. Hedor a podredumbre, insalubridad, carencia de alimentos básicos. Muerte y desorden. El gran absurdo: la vida de unos que vale poco para otros. En algunos lugares es fácil perder la vida, no por causas naturales sino por egoísmos humanos.

Con lo de Haití, la televisión y la prensa ha mostrado la realidad de una parte del mundo. Cada cadáver es un ser humano; padre, madre, hombre, mujer, niño o niña. Una historia acabada. Pero un ser humano. Ya no hay en él belleza que atraiga o gesto alguno que lleve a considerarlo individualmente. Presenta un rictus de dolor que nos mueve a compasión y nos coloca, frente a frente, ante una de las pocas verdades de esta vida: también los hombres mueren. Y lo hacen entre cientos, entre miles, de forma que ese ser personal e individual que creíamos ser, y que nuestro yo había enaltecido, se derrumba ante el hecho de aparecer como uno más. Otra realidad de la vida: lo poco que somos.

Cuando al finalizar una charla el jueves pasado, ya conocido el desastre, alguien me preguntaba: ¿causalidad o casualidad?, no tuve duda al afirmar: ¡causalidad! Pero una causalidad de la que desconozco la causa. Para mi es incomprensible el motivo por el que muere tanta gente inocente. Pero no es el azar. Porque este mundo no se mueve por azar. Ni siquiera la ciencia se mueve por azar. El azar –decía el famoso matemático Poincaré- no es más que la medida de nuestra ignorancia. Tampoco es cosa de dioses enfadados y caprichosos. El drama de Haití es una realidad que esconde una verdad ante la cuál no puede permanecer el hombre indiferente. Y toca a cada hombre descubrirla. Creo que tiene que ver con el sentido de la vida. La fe nos puede ayudar, pero también la razón.

miércoles, 13 de enero de 2010

Impresiones (12-01-2010)

Impresiones

El problema de los que niegan que algo pueda ser blanco o negro sin más, consiste en que acaban viéndolo todo en gris. Y así van: desorientados ellos y desorientando a los que arrastran.

Si un hecho es claro es que, en general, los medios de comunicación de esta comunidad tratan mejor al Gobierno Regional que a la oposición. No lo escribo porque ésta haya denunciado que el 80 por ciento de los programas informativos de TCM se vuelcan con el PSOE, dejando sólo el 20 para ellos, sino porque lo aprecio en algunos otros medios.

Es cierto que se pueden leer artículos de opinión en los que se critica al Gobierno regional, pero siempre van acompañados de sus contrarios, lo cuál sería lógico si hubiera un equilibrio de 50 a 50, pero no lo hay. Y no es porque el Gobierno lo haga bien y la oposición mal, sino porque los medios tienden a destacar tanto lo bueno del primero como lo malo de ésta.

Con todo, los que se dedican a hacer política saben muy bien que los artículos de opinión los lee poca gente y que, los que los leen, siguen casi siempre al columnista que piensa como ellos. Por eso, el hecho de publicar distintas opiniones no cuestiona la línea editorial. Otra cosa muy distinta sucede con los titulares y fotos. Aquí es donde se nota la tendencia hacia el PSOE que tienen la mayor parte de medios de comunicación de nuestra comunidad.

Si fuera un buen retratista dibujaría a la perfección, sin necesidad de que estuviera presente, la sonrisa de José María Barreda, así como la faz de nuestra alcaldesa. ¡Están tan de continuo en los medios de comunicación! Y si también pudiera pintar, insisto que sin necesidad de modelo, a María Dolores de Cospedal sería gracias al cargo nacional que ocupa en su partido. A la que no sabría dibujar es a Carmen Bayod.

Ha habido días en que la foto de la alcaldesa de Albacete ha aparecido hasta cuatros veces en un mismo medio de comunicación, por ninguna foto de la oposición. Hasta el punto de que he preguntado si es que la oposición no hace nada. Y he llegado a la conclusión de que sí hace, pero que para algunos medios no es noticia lo que hace. Y no es noticia porque lo hace la oposición, que es lo más grave. Las cámaras se empeñan en sacar a Barreda y a nuestra alcaldesa y, aun cuando vayan acompañados de la oposición, no se hará mención de ésta en el pie de foto o en el comentario televisivo.

Así que a la oposición local, con Carmen Bayod a la cabeza, no le basta hacer bien las cosas, sino que además tiene que pelear para que se pueda ver que lo hace. Una dificultad que, a nivel nacional, no es tanta puesto que existen medios nacionales dispuestos a hacer justicia a favor de la oposición. Carencia que, a nivel local y regional, deja en bandeja el gobierno a los que ya lo ostentan.

En esta línea de apariencias que, en este caso, ni son blancas, ni son negras, pudiendo ser grises, vengo observando que en algunos medios hay veda abierta hacia el señor Zapatero, y es que lo hace tan mal que en caso contrario se vería el plumero. Hombre, siempre hay algunos que defienden su política, pero lo hacen más por principios históricos o intereses económicos (piénsese en el elevado número de políticos que irían al paro si perdieran el cargo) que por convencimiento racional. Pero no ocurre lo mismo con Barreda y nuestra alcaldesa, hacia los que observo cierto proteccionismo. Quizá porque lo hacen bien o quizá porque esa sea la manera de mantener el régimen, como en Andalucía. Y creo que esta es la táctica de algunos medios de comunicación: permitir cualquier crítica sobre el Gobierno de la Nación y evitar cualquier otra sobre el Gobierno regional o local. Aparente desapego con el primero y excesiva comprensión hacia los segundos. Cuando, en realidad, estos no son más que una prolongación de aquel.

Impresiones de un ciudadano de a pie, que quizás la oposición pueda concretar.

miércoles, 6 de enero de 2010

Tarde de Reyes Magos

Tarde de Reyes Magos

Cada uno tiene sus fiestas preferidas, las mías son las de Navidad. Hasta el punto de que, en estos días, se me hace difícil escribir sobre algo distinto. Y, ¡miren que el nuevo piloto de la Unión Europea da de sí! Pero hoy no quiero hablar de capitanes intrépidos, sino de Reyes.

Escribo Reyes, aunque en la fuente principal, el evangelio de Mateo, leo “magos que llegaron del Oriente”. Y así es como prefiero verlos, como magos. Porque esa palabra designaba a los hombres de ciencia en aquellos tiempos. Quizás porque guardaban en secreto las causas de su saber, de tal modo que el cumplimiento de sus predicciones, así como algunos de sus experimentos, parecían cosa de magia.

Pero no eran más que hombres de ciencia, dedicados al estudio, preferentemente a la astrología y que, por ello, eran muy apreciados por reyes y gobernantes. No tanto por la ciencia astronómica en sí misma, como por las consecuencias terrestres que a ella le atribuían. Los magos decidían los comienzos de las guerras, pronosticaban pestes e intuían tiempos de bonanza. Lo necesario para que el poderoso se hiciera más fuerte aun con el riesgo de equivocarse. Oficio que perduró en Europa hasta bien entrado el siglo XVII y que dio de comer a científicos tan célebres como Kepler. Después pasaron a llamarse matemáticos imperiales, que suena ya a algo más racional y menos enigmático. Y eso entiendo que eran mis queridos Reyes Magos. Más astrónomos que astrólogos, más matemáticos que adivinos.

Mis hijos me preguntan si existen los Reyes Magos y les respondo: existieron. Porque la historia de estos magos que llegaron a Jerusalén desde el Oriente es tan real como la propia Nochebuena. Sucedió en tiempos de Augusto, en los días del Rey Herodes. Y llegaron preguntando: “¿dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”.

Cuesta pensar que habiendo recorrido cientos de kilómetros siguiendo la estrella, la pierdan precisamente antes de llegar. Pero así es la vida del científico, o eso creo, que después de días y días de progreso puede llegar un momento en el que parezca que el trabajo ha sido infructuoso. Y es consuelo en mi trabajo el que vuelvan a verla: “y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el Niño”. Algunos posibles teoremas han quedado en el camino, pero la consecución de otros ha llenado el vacío de aquellos. Y hemos avanzado.

Con todo, aquella pregunta formulada ingenuamente a Herodes, desencadenó el “drama de Belén”, muchos niños inocentes perecieron, para recordarnos que la ciencia no es indiferente. Y parece converger con la opinión que, en pleno siglo XX y después del bombardeo de Iroshima y Nagasaki, expusiera el padre de la bomba atómica: “ya no se puede decir que los matemáticos no conocen el pecado”. Porque una ciencia sin ética es como una bomba que el tiempo hará estallar. Y al pensar en la ciencia no lo hagamos sólo en la Física o en las Matemáticas, pensemos también en la medicina, la economía y tantas otras.

Muchas verdades se encierran en aquel viaje de los magos de oriente que postrados ante el Niño le adoran, tal y como contemplo, ahora mientras escribo, en la felicitación navideña que he recibido de nuestro presidente Barreda. Ha tenido gusto y conciencia del hecho histórico, no como otros.

Mis hijos me preguntan si creo en los Reyes Magos y les respondo que sí. Creo que, cada año, en la tarde del cinco de enero, después de la cabalgata de reyes, me esperan en casa sus regalos. No sé si los han depositado sus pajes o ellos mismos, pero sé que a ellos se los he de agradecer. He ido a casa corriendo desde la calle Ancha. Como, después de abrir los regalos, corro ante el Belén para ver cómo dejan sus cofres a los pies del Niño y le ofrecen oro, incienso y mirra. Entonces me pregunto si eran tres, pero otro interrogante hace olvidar al anterior: ¿qué le regalaré al Niño el próximo año?