martes, 8 de febrero de 2011

Muchacha de los mandados (08-02-2011)

Muchacha de los mandados

“Prefiero ser una muchacha de los mandados en el convento que una reina en el mundo”, escribió María Faustina Kowalska en su Diario (Ediciones Levántate ). Preferencia insólita, como raro es hablar hoy de conventos; menos aún en un artículo de opinión de un martes cualquiera. Parece que uno no puede pensar en ellos sin relacionarlos con la Edad Media, esa edad que algunos escritores describen como oscura y sombría. Y en la que, si leemos a Ken Follet o a tipos semejantes, nunca falta un obispo avariento y lujurioso. Parecen algo de otro tiempo, tan lejanos como Teresa de Jesús o, incluso, algo que pudo llegar a su final en aquella triste quema de los años treinta. Y así, sin más, ya como motivo literario, ya como hecho histórico, la vida conventual queda unida a la fantasía o desplazada al pasado. Pero no es así. La tozuda realidad muestra que sigue siendo un modo de vida que no ha perdido vigencia ni fecundidad. Y lo más sorprendente es que perdura sin necesidad de propaganda. Sin vocero ruidoso que la propague. Más bien, voz silenciosa es la que lo anuncia, que sin palabras empuja suavemente. Voz que llama desde dentro, vocación se dice, llamada.

“Una muchacha de mandados”, escribe. Eso prefiere. No como otros que sin quererlo lo serán. “El chico de los recados”, se decía. A los que habiendo desaprovechado el tiempo ya no les queda otra cosa. Y hoy, ni eso. Ella podía haber soñado en otra cosa. Haber aspirado a algo más, pero se conforma con ser “muchacha de mandados”. Como aquella otra gran filósofa, Edith Stein, discípula de Husserl, que en el año 1933 ingresa en el Carmelo de Colonia. Y como tantas otras, de cabeza humilde unas, de inteligencia preclara otras. Como esa “alumna de diez” a la que tuve el gusto de dar clase y que hoy está en un convento de Albacete. Y que he vuelto a ver, después de tantos años, en ese video que hay colgado en Yo Tube donde algunos jóvenes explican el significado de la adoración a Dios con motivo de la reciente creación en nuestra ciudad de la Adoración Eucarística Permanente.

Porque no se puede disociar el ser “muchacha de mandados” de “en el convento”. Porque sólo en un convento se puede preferir ser muchacha de mandados a ser reina del mundo. Quizás porque al estar en él ya, en cierta manera, se es reina del mundo. Están por encima del mundo, pero sin abandonar el mundo. O, al menos, sin desinteresarse por él. Que nada de lo humano les es ajeno. Seguro es que saben del paro, del hambre, de los problemas de los emigrantes, de la enfermedad de muchos, de la soledad de otros tantos. Pero saben algo más, algo que muchos de nuestros jóvenes nunca conocerán porque nadie lo explica, porque no es políticamente correcto hacerlo, saben de Quién se fían y cuán grande es su Misericordia.

Es bello saber que en esta ciudad hay un lugar en el que ser “muchacha de los mandados” no es nada despectivo. Que mientras el mundo lucha por el poder otros luchan interiormente por el Amor. Que en medio del estrés cotidiano hay quien tiene el sosiego suficiente para intentar transformar esta sociedad en unión a su Creador, Redentor y Santificador.

Y esto nos hace pensar. Además de que nos invita a no defraudarlas con nuestras egoístas ambiciones. Ya lo decía santa Teresa de Jesús: “solo Dios basta”. Con Dios hasta se puede preferir ser muchacha de los mandados, por muchas carreras que se posean, antes que reina del mundo. ¿Ustedes lo entienden?

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