lunes, 21 de noviembre de 2011

Las hojas secas (22-11-2011)

Hay días de otoño en los que, por la cantidad de hojas secas esparcidas por el suelo, parece que ya hayan caído todas, que no pueden caer más. Eso pensaba esta mañana cuando me dirigía al trabajo. Y, sin embargo, escribo convencido de que mañana será igual. Deberá pasar el otoño para que las hojas secas dejen de ser nuestros primeros testigos del día. Como deberá pasar el invierno para que aparezcan los primeros brotes verdes. Y no llegarán estos hasta llegado su tiempo. De tal modo que aquellos que, por diversas causas, se adelanten están destinados a perecer. Como perecieron, si los hubo, aquellos brotes verdes que repetidamente anunciaba Zapatero. A igual que quedará en nada la previsión que la ministra Salgado se atrevió a hacer la semana pasada.


Tras el cambio de Gobierno, obligado por el resultado de las elecciones del domingo, es opinión común que el traspaso de poderes debe hacerse en el menor tiempo posible. Hecho este que permitirá al nuevo Gobierno anunciar de inmediato las medidas que va a tomar para ganar la credibilidad de sus socios europeos. Un anuncio que debería darse antes incluso de la investidura del nuevo presidente.


Pero es evidente que esto no basta pues, como señala el catedrático Santiago Carbó (Cinco días, 21.XI.2011), hay otro reto del que se habla menos pero tan urgente como el primero. Y este reto no es otro que el de la deuda privada; esto es, las enormes dificultades que tienen los hogares y las empresas para reducir su propia deuda. Un reto “nada trivial –dirá Carbó- porque ese endeudamiento privado, en un contexto de elevado desempleo, hace difícil reactivar el consumo y está reduciendo la propensión a ahorrar”.


No sé si estamos en el otoño o en el invierno de la economía, pero lo que tengo claro es que su primavera tardará en llegar. Y que, mientras llega, no podernos cruzarnos de brazos y sentarnos a esperar. Desde Europa se nos está pidiendo, de manera más explícita en esta última semana, que colaboremos en nuestra recuperación. Algo así como lo que decía Tom Cruise en una de sus películas: “ayúdame a ayudarte”. Y en esa ayuda que se nos pide es clave la austeridad. Como lo es la colaboración de todos, palabra –todos- que Mariano Rajoi repitió varias veces en su primer discurso de la noche del domingo. Sin descartar la financiación internacional en caso de que persistan los problemas de liquidez.


Ahora bien, con una mayoría absoluta y ante un horizonte tan negro, quizás la austeridad deba sopesar también la posibilidad de grandes decisiones. Esto es, más que quedarnos en pequeños y numerosos recortes habría que afrontar pocos y grandes. Y en esta línea habría que pensar en la dilapidación que llevan a cabo las autonomías; algunas hasta con embajadas propias. Así como la posibilidad de devolver al Gobierno central algunas de las competencias ya transferidas, como la sanidad y la educación, si no otras. Y en un mundo en el que se habla tanto de productividad también sería conveniente analizar la productividad de aquellos bancos que fueron insuflados de dinero público. Así como revocar el blindaje escandaloso de algunos de sus directivos.


La última hoja seca no anuncia la llegada de la primavera, pero sí el comienzo de una nueva etapa.

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