sábado, 4 de junio de 2016

Creación y mundo (II)

La fe es un don que hay que agradecer y trabajar, con esfuerzo y ayuda de la gracia, hasta alcanzar el límite de la unidad de vida. Tiene la fe un nombre: Cristo. Por eso, la característica de la espiritualidad cristiana es ir creciendo hasta configurarse plenamente con él. Orientarse, cada vez más, según la “lógica de Cristo”. Esta lógica está desarrollada en su “revelación”. Por eso pudo decir Guardini que con ella las cosas regresan a su lugar.
Escribí el anterior artículo motivado por la alegría de ver que “las cosas regresan a su lugar”. Y porque no supe expresarlo, hoy escribo otro. Tenía necesidad de contar la alegría que me supuso saber que alguien con autoridad (moral e intelectual) devolvía la “creación” al lugar que tenía cuando siendo niño empecé a dar los primeros pasos en la fe. Las cosas regresan a su lugar. Nada de aquellos años ha dejado de iluminarse y, ante cada nuevo fogonazo, desbordo de alegría.
La “alegre noticia” se va conformando. Una pieza aquí, otra allá, va adquiriendo forma, sentido, en medio del misterio. Vivo en un estado de ánimo semejante al del matemático que vislumbra que su investigación va en la dirección correcta. Incluido el sentimiento de inquietud que provoca la mera  posibilidad de no llegar a tiempo de encajar todas las piezas. No, no se trata de entenderlo todo. Conozco mis limitaciones. Se trata de pensar por mi cuenta los pensamientos de Dios. Aprender a pensar como Él. Y si, en su maravillosa pedagogía, comenzó por la “creación”, fue por algo, fue porque “la verdad no la crea el hombre por sí mismo, sino que la recibe respetuosamente de la creación de Dios”.  
Durante años, hablo de mis años y desde mi ignorancia, la verdad de la “creación” ha sido como silenciada. Por más que ya en 1950 -por citar algo que tengo a mano- el Papa Pío XII escribiera en su encíclica Humani Generis algo tan evidente como que “la evolución presupone la creación”, la gente sólo se atrevía a considerarla como un cuento. La Edad Moderna rechazó al Creador por tan largo tiempo que acabó olvidándolo, dice Guardini. Olvido de Dios, decía el Papa Benedicto XVI. Lo que es una prueba más de la importancia de realizar una buena catequesis de la creación.
Entenderá ahora, querido lector, mi alegría cuando el Papa Benedicto XVI reivindicó la importancia de la misma. Así como la que supuso leer la encíclica Laudato si’. La urgencia imprimida en las palabras del primero pedía algo más, quizás la fuerza de una encíclica. Y ahí estaba. 
Cuando escribo estas líneas, ya se ha hablado mucho sobre ella. Por suerte, después de las primeras críticas -internas, sobre todo- al Santo Padre tanto por la conveniencia del tema como por su contenido, han aparecido los que -en mi opinión- aciertan en considerarla una encíclica profética que continúa el magisterio -y hasta lo completa- de sus más inmediatos predecesores (Benedicto XVI, san Juan Pablo II, beato Pablo VI, …).  El Papa Francisco no se sube al carro de la ecología para hacer un guiño a nadie, sino que sigue en el camino que el Pedagogo divino inició hace más de cien mil años, “en el principio”.   
No se pone del lado de ninguna teoría científica que, incluso es cuestionada por algunos científicos. No da pie a otro caso Galileo. Lo que hace es aprovechar una hipótesis, extendida entre la mayoría y que preocupa desde hace tiempo a las Conferencias Episcopales, para recordar una verdad fundamental: la creación divina. El mundo como obra de Dios.
Recordar, en el sentido bíblico, es actualizar las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación. Una historia que es consecuencia del amor de un Padre Creador. Un acontecimiento que no es sólo un “ayer”, sino también un “hoy”. Su mano sigue estando presente hasta en el menor de los seres; hasta el último ser lleva impresa su divina huella. Hasta el bosón de Higgs la lleva.
Volviendo al inicio de este artículo: la fe significa ponerse a sí mismo dentro de este orden. Reconocer que el mundo es propiedad de Dios, quien lo confió a la responsabilidad del hombre. Sólo así las cosas regresarán a su lugar. 

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