A un mes del día de Navidad y
a poco menos de las elecciones en Cataluña. La fiesta más entrañable del
cristianismo junto a la de la democracia. Inicios de algo nuevo. Hechos
extraordinarios que preparamos de manera especial. Acontecimientos ante los que
el muelle de la vida salta, reacciona. Dan vida, despiertan del letargo de esa
otra que llamamos ordinaria. Surge el entusiasmo, la ansiedad, la razón procede
de manera distinta, pensamos, hablamos, nos interesamos por cosas dispares, nos
hacemos las grandes preguntas, reímos de otro modo, como si no hubiera habido
ocasión de hacerlo nunca. ¿Nunca?
La novedad estimula. Usted puede
multiplicar los ejemplos. Desde aquellos más alegres y afectivos hasta los más
luctuosos, porque también los tristes provocan reacción. Parece entonces que
vivimos y, a su vez, como consecuencia de tanta vida vivida en esos instantes,
surge la sombra dada por la cantidad de días vividos enajenados. Días en los
que decimos “hemos sobrevivido”. ¿Sobrevivido?
Sobrevivir es otra cosa. No
provoquemos la indignación de los que realmente sobreviven. Decir que hay días
no vividos porque hemos permanecido en lo ordinario, porque no hemos salido de
lo cotidiano, es entender la vida de una manera reactiva, infrahumana, porque
la vida es en esencia creativa, se construye frente a las objeciones surgidas
de las circunstancias. “No es vida la que pueda saltarse lo cotidiano”, dirá
Giussani para añadir después: “la vida es una trama de circunstancias que te
asedian, te tocan y te provocan”. Se vive en la realidad de cada momento. Y la
realidad es precisamente eso, el “lugar geométrico de las circunstancias que te
tocan”.
Escribía R. Guardini que “en
el ámbito de la experiencia de un gran amor todo lo que sucede es un acontecimiento”.
Indica así el camino: convertir lo cotidiano en un acontecimiento. Pero, claro,
para ello se necesita un amor, un ideal. Algo que haga ver que esas cuatro
paredes de la casa, del taller, del laboratorio, del aula o lo que usted quiera,
concreta las circunstancias de su mundo y da la posibilidad de hacerlas nuevas,
de hacerlas novedosas. ¿Qué es, para mí, ese algo?
“La gran cosa en cuyo ámbito
todo se convierte en acontecimiento es la fe” (L. Giussani).
NT.: Para una mayor profundización en las últimas ideas recomiendo: L. Giussani. Seguros de pocas grandes cosas (1979-1981). Ed. Encuentro, 2014.
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