Estimado Basilio, me alegró recibir tu carta. Estoy
totalmente de acuerdo con lo que escribes. También he observado lo mismo. El
alumnado entiende lo que explico y, después, hace bien los ejercicios que propongo,
pero al día siguiente presenta las mismas dudas. Sí, las mismas. No sería
demasiado grave si sólo sucediera al día siguiente, pero la escena se repite
día tras día. Cada mañana van saliendo uno a uno a la pizarra a resolver
ejercicios tipo (nada que haya que pensar), les corrijo, les indico que se
separen de la pizarra para que adviertan lo esencial del ejercicio y, a la vez,
en su conjunto. Me dicen que lo entienden. Pero al día siguiente cometen los
mismos errores. Y, como tú, me pregunto, ¿qué está pasando?
Coincido
con tu diagnóstico: no lo trabajan en casa. Evidentemente no es algo nuevo,
pues por algo escribió Pascal (¡en el siglo XVII!): “después de habérseme dado
el gusto de entender debo tomarme el trabajo de aprender”. Pero sí es nueva
esta actitud en cuanto que se ha generalizado. Parece que el alumnado debe
entender y aprender en el aula, y sólo en ella. Opinión que comparten muchas de
sus familias. Pero a este paso sólo es posible dar unos tres temas por curso y,
luego, querrán los padres que sus hijos sean médicos, ingenieros, …
Como
tú, echo de menos el trabajo en casa. Un trabajo de afianzamiento, de
adquisición de destrezas, de automatismos, en el que surgen las dificultades
que frenan el desarrollo que tan evidente les ha parecido en clase. Son “sus
dificultades”, las de cada uno, aquellas que podrán preguntar en el aula para
ser resueltas. Porque, por mucho que el profesor les enumere dificultades,
ellos, ya sea por distracción o excesiva confianza, no logran retenerlas. Es en
casa, en el silencio de la habitación de estudio, mediante un lápiz y un papel,
como podrán averiguar sus verdaderas dificultades y, en consecuencia,
superarlas con o sin ayuda.
Basilio,
continuaré otro día. Gracias, de nuevo, por tu carta. Como dices, sirve para
eso que llaman terapia de grupo. Tú me cuentas y yo te cuento. Pero me gustaría
que sirviera también para cambiar lo que no funciona en educación. Un abrazo y
feliz día de tu santo (22 de marzo).
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