Querida
Catalina, me dices que otra vez un nuevo Gobierno pretende derogar la actual
Ley de Educación (LOMCE) para poner otra en su lugar y te preguntas: ¿qué
entenderán los políticos por educación cuando todo cambio de color en el
Gobierno conlleva la promulgación de un nuevo sistema educativo? No, no
respondas, deja la respuesta en el aire, como flotando, caerá por su propio
peso. Sólo las tiranías y totalitarismos pueden pretender una juventud hecha a
la medida de su ideología. Pero no duran.
Me
centraré, más bien, en la pregunta que me diriges: ¿qué piensas de esa norma
que impide que los profesores pongan a sus alumnos trabajo para casa? Y de
tanto que puedo decirte, no sé que escribir. Se me agolpan los argumentos en su
contra, pero no quiero entrar en una diatriba. Ni siquiera me esforzaré en
redactar la esencia de la tarea de enseñanza y aprendizaje. ¿Por qué? Porque no
quiero equiparar mi argumentación con la de aquellos que no sabiendo nada de
esto que llamamos educación tienen, en cambio, la misma fuerza que yo: un voto.
Por suerte, esto no pasa en medicina.
Desde
luego, Catalina, que esta norma -tal como tú y yo la vemos- plantea un
problema. Pero lo resolveré saliendo del enunciado del mismo. Pues en esta
España no se puede pretender convencer sobre la conveniencia o inconveniencia
de algo; las mentes llevan tiempo cerradas para los argumentos del contrario.
De manera que no voy a ejercer como contrario, me alío con ellos y respondo a
tu pregunta: ¿quieren ustedes que los profesores no pongan a sus alumnos
trabajos para casa?, pues creen un modelo educativo para aquellos que lo
prefieran, pero dejen otro modelo educativo para el resto. Esto es, dejen
ejercer la libertad de acuerdo con la Constitución, no impongan un modelo
único. Y, es que, más allá de trabajo para casa sí o trabajo para casa no, lo
que está en juego es la libertad de pensamiento de aquellos que no piensan como
el que manda. Es decir, el problema real es la intromisión actual del poder
ejecutivo en materia opinable.
Acabo con
una cita de Condorcet, al que tú bien conoces por tus estudios de Letras y al
que, quizás, hayas traducido alguna vez (envidio tu condición de políglota, ja,
ja). Escribió Condorcet: “Es preciso dar a todos, igualmente, la instrucción
que es posible extender a todos, pero no negar a parte alguna de los ciudadanos
la instrucción más elevada que es imposible hacer compartir a toda la masa de
individuos. Establecer la una porque es útil a quienes la reciben, y la otra
porque lo es a los mismos que no la reciben”. ¿Querrás creer que estas palabras escritas
hace más de dos siglos por un revolucionario escandalizan hoy a algunos?
¡Ah!,
Catalina, se me olvidada. Te envío recuerdos de uno de esos buenos profesores
que trabajan en uno de tus colegios de la comunidad valenciana. Que tengas una buena entrada de año; seguimos
en contacto. Un abrazo.
PD.: Hoy, además de conmemorar a los santos inocentes, recordamos a santa Catalina Volpicelli, virgen y fundadora.
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