La crisis del 2008 revalorizó la
institución familiar. A su alrededor se atrincheraron los más necesitados. Los
hijos vivieron de los padres, los nieto de sus abuelos. Y, en muchos casos,
tanto los unos como los otros tuvieron que aliviar su penuria acudiendo a
amigos, vecinos o instituciones benefactoras. Doce años después, una crisis de
salud pública ha sacudido nuestra endeble estructura laboral y social propiciando
otra económica, sufrida ya por muchos. Al dolor por la enfermedad y muerte de
seres queridos le sigue el paro y sus consecuencias.
Entre ambas se da, al menos, una
semejanza y una diferencia. Se asemejan en que fueron negadas por el Gobierno
de turno. Ya porque no las vieron venir o porque convenía negar lo que se
avecinaba: ¿error o falta de transparencia?
La diferencia consiste en que si en
la primera el Gobierno estaba en sus cosas (su famoso Plan E), ahora no, más
bien lo contrario. En ésta, el Gobierno se muestra como poder absoluto. Hasta
el punto de cortar y obstruir cualquier iniciativa personal. Requisaba los test
adquiridos por empresarios para sus trabajadores, requisaba mascarillas,
cerraba los laboratorios privados de análisis de sangre, … Decía hacer test que
no hacía, repartía mascarillas que no servían, … Compraba fuera de España material
inseguro, mientras que la empresas españolas homologadas se veían obligadas a
exportar ese mismo material a países vecinos.
Sin embargo, a la gestión personal
no le faltaban manos y conseguía los respiradores que no obtenía el Gobierno,
las mascarillas que no llegaban, los test … Manos que siguen alimentando a
miles de personas que la crisis económica ahoga ya. Hay consenso en aceptar que
estamos saliendo de la crisis sanitaria gracias a la entrega de los propios
profesionales de la salud, y que sus consecuencias han sido desinfladas por el
trabajo de chóferes, empleados de supermercado, ingenieros, agricultores,
ganaderos, así como por la iniciativa privada de grupos de profesionales o
amigos y empresarios comprometidos. La
económica ya se verá.
Por ello y a la vista del intento del Gobierno por
ahogar las iniciativas personales haciéndonoslas pasar canutas con sus
indicaciones contradictorias y sus timoratas medidas económicas, mi
consideración es: mientras que tengamos libertad personal podremos salvar lo
que nos rodea. Si dejamos nuestra libertad en manos del Gobierno, cuyo poder puede
llegar a ser tan grande como su ignorancia, pronto seremos esclavos.
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