Hoy deseo comentaros este libro. Ya no pensaba leer ninguna otra biografía del Cardenal Newman o, a lo más, consideraba releer alguna. Y, es que, la vida y obra de Newman tiene tal riqueza que es casi insondable. Recordarla hace bien al espíritu y a la razón. Por eso pensaba releer algo de él, pero -como he dicho- nada que no estuviera ya en las estanterías de mi biblioteca. Esta, con muy buen criterio, me la dio a leer un amigo.
Empezaré por el
autor, Víctor García Ruíz, a quien conocí siendo universitario. De las pocas veces
que le traté retengo una anécdota que he contado muchas veces a mis hijos, ya
no sé cuántas veces pues la edad hace que me repita. Sucedió en el Colegio
Mayor Albalat (Valencia) una tarde de domingo, al finalizar una película en 35
mm que tuve que proyectar. Al salir de la cabina, en la puerta me esperaba
Víctor para hacerme la corrección oportuna: no se puede cortar la película
hasta que haya finalizado la música de los créditos. Sólo me llevaba un año,
pero denotaba una formación integral envidiable.
Tres de los libros
que tengo de Newman son traducciones suyas al castellano, así que no me extrañó
que fuera autor de un ensayo biográfico. Esto es, conoce las fuentes desde su
origen, las maneja en su original. A lo que hay que añadir que ha trabajado con
José Morales, uno de los primeros biógrafos del Cardenal en lengua castellana. Todo
esto sitúa, en mi opinión, a Víctor García Ruíz como autor idóneo de esta
biografía. Más aún si tenemos en cuenta su currículum.
En cuanto al libro,
leído en los ratos libres de las dos últimas semanas, os diré lo que escribí
por WhatsApp a un amigo mientras lo leía: me lo estoy pasando muy bien. Desde
luego que lo inicié con la curiosidad de saber qué novedad podría aportarme,
qué espacio iba a ocupar entre las biografías anteriores y a qué público iba
dirigido. Aunque ya, desde la primera palabra del título, presentaba una
novedad: “San”. Iba a leer la biografía de un santo. Ya no era el converso,
maestro, doctor, cardenal o beato Newman, sino San John Henry Newman.
Sin embargo, no es un escrito piadoso, sino una continua
narración de hechos bien argumentados que dan frescura y hacen amena su
lectura. Se nota que el autor se siente cómodo escribiendo, que disfruta al
hacerlo y que le gustaría extenderse más. Sus guiños y referencias a la
actualidad, tanto social, literaria, cinematográfica o local (la Inglaterra que
bien conoce, la Valencia en la que vivió), muestran lo mucho que tiene
interiorizado a su personaje.
Se trata pues de una
biografía completa, con su cronología, obras de/y sobre el biografiado,
referencias bibliográficas e índice onomástico. Nada de una semblanza, una
aproximación o libro de lectura espiritual. En ella aparece la sombra alargada
de Newman con sus alegrías y penas, con sus amigos y enemigos, con sus
proyectos exitosos y sus fracasos. El Newman que busca la Verdad, que desea
cumplir la voluntad de Dios (también -o sobre todo- por medio de la obediencia
debida), que cuida la amistad con una delicadeza exquisita y que no tiene miedo
a polemizar cuando es malinterpretado. Intelectual de proyectos a largo plazo, amante
del silencio y el recogimiento, estudioso, reflexivo, disciplinado, puntilloso,
reservado, confidente de/y con sus amigos, de rica vida interior que manifiesta
con su vida, predicaciones y escritos. Pero, a la vez, un hombre de gran
actividad exterior, viajero a su pesar, que no hace ascos de tratar con libras
y guineas con el fin de sacar adelante los proyectos que se le encomiendan y que
hace propios.
Aquí todo es Newman.
Un Newman rodeado de nombres propios y acontecimientos al servicio de su
desarrollo intelectual, que es deslumbramiento y aceptación de la Verdad, en su
peregrinación hacia el catolicismo. Todo está puesto con este objetivo: conocer
a Newman. Quizás por ello, el autor ha prescindido de profundizar en los
personajes que le rodearon. Sobre todo, en aquellos más amados. Sí aporta datos
sobre ellos, muchos datos, pero no logra darles el brillante resplandor que se
merecen. He echado de menos el retrato sereno de un Keble o de Hurrell Froude.
Pero quizá esta sea otra historia.
Así queda claro a
qué público va dirigido, más aún si se tiene en cuenta que no deja de aportar
pistas para seguir profundizando. Resulta pues una lectura recomendable para quienes
desconozcan a este personaje de cuyas ideas se nutrió el Concilio Vaticano II y
que, con el tiempo, será nombrado Doctor de la Iglesia. Pero, a su vez, por su
completitud, es un libro que conviene tener a mano.
En particular, en este
libro he descubierto la devoción que tenía por el Ángel de la Guarda y, con
palabras del propio Newman, me ha hecho ver su vida como “un compuesto singular
de cielo y tierra”, como “una vida hecha de espíritu y de barro”.
El libro se articula
en siete capítulos, que yo hubiera dejado en dos para mayor claridad del lector
que se aproxima a Newman por vez primera. Sin quitar nada, los dos capítulos
hubieran sido: el Newman no católico y el Newman católico, dejando como secciones
de estos todo lo demás. También hubiera prescindido de frases en latín o inglés
si no hay intención de traducirlas. Así como de paréntesis que podrían haberse
añadido como referencias al final del libro. Pero, ¿quién soy yo para proponer
minucias ante algo tan bueno?
Finalmente, debo
felicitar a la Editorial SAN PABLO por la buena edición de este libro, por la
claridad de sus páginas, por el tamaño de su letra, por su estructura y fácil
manejo. Y, sobre todo, por haber tenido la genial idea de dar a conocer la
inmensa figura de San John Henry Newman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario