He tenido la suerte
de acompañar la construcción de este libro casi desde sus orígenes. Todo empezó
cuando me propuso la lectura de un borrador al que siguieron otros tantos
borradores. Por suerte, entre borrador y borrador, me invitaba a un café de
trabajo. En estos encuentros descubrí cómo lee el Nuevo Testamento y la
profundidad con la que lo conoce. Se mete como un personaje más que se
interroga y busca relaciones para tener una visión global a la vez que
detallista. Cuando vi su tabla de convergencias entre los evangelios sinópticos,
entendí el trabajo realizado. Disfrutaba contando sus pequeños descubrimientos,
las relaciones encontradas, describiendo la ley de Noé, la de Moisés o el mundo
judío, entre otras cosas.
Me causa gran
satisfacción saber que este libro haya sido incluido en una colección donde aparecen
autores clásicos como Louis de Wohl, Marcel Auclair, Jan Dobraczynski o José
Luis Olaizola, entre otros. Este hecho, junto a la noticia de que se lee ya en
Argentina, Colombia, Puerto Rico, Ecuador, …, es prueba de que estamos ante un
gran libro.
La novela arranca en
el año 45 de nuestra era, en “un mundo sin esperanza y sin Dios”, que dirá san
Pablo. Un mundo como el nuestro, vamos. Un recorrido por los grandes focos culturales
del momento, desde Roma a Jerusalén, pasando por Alejandría y su universidad,
Antioquía o lo que queda de Grecia, ayuda a entender la acción desarrollada. Coincide
con la extensión del cristianismo, pues entre Jerusalén y Roma se desarrolla la
Iglesia primitiva.
Su personaje central
es san Lucas, toda una figura sobre la que se han celebrado congresos, de la
que existe toda una iconografía y de la que se deriva una gran espiritualidad.
Autor de un evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos introduce
en la interioridad de María, nos recuerda el compromiso misionero y nos acerca
a la presencia y la acción del Espíritu Santo.
El libro, en cuanto
novela, te engancha y, en cuanto contenido evangélico, te hace pensar y volver
a los primeros tiempos del cristianismo, al concepto de Mesías, a la fracción
del pan, al Hijo de Dios. A la vez que te aproxima a aquellos personajes que
hicieron la primera Iglesia: María, Pablo, los apóstoles y aquellos primeros
cristianos cuyos nombres pueden leerse en los evangelios y que son también protagonistas
en esta novela.
Finalmente, he de
decir que me parece un libro que puede ayudar a recristianizar la cultura. En
un tiempo en el que los jóvenes buscan modelos a seguir, es oportuno mostrarles
que los mejores ejemplos de vida se encuentran entre los santos. Los hay de
todo tipo, con muchos y variados carismas, seguro que cualquier joven podrá
descubrir que uno de ellos es el modelo que le atrae, la vida que desea seguir,
el camino cierto que añoraba. Ofrezcamos buenas lecturas a nuestros jóvenes.
Aquí tienes un buen libro.
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