miércoles, 16 de marzo de 2011

El grito silencioso (15-03-2011)

El grito silencioso

Hace casi dos semanas falleció el doctor Bernard Nathanson, del que sólo conozco algunas generalidades. Pero lo poco que conozco es suficiente para que no quede en el olvido. No puedo hacer un semblante de su figura, salvo comentar que comenzó su vida profesional realizando abortos, hasta la tremenda cantidad de setenta y cinco mil, para rectificar después y emplear los muchos años que le quedaron en defensa de la vida.

Lo que sí puedo decir es que su video El grito silencioso es una obra clave de la filmoteca de divulgación médica sobre la maldad del aborto, sobre el carácter inhumano del mismo. Nadie que lo haya visto ha podido resultarle indiferente. ¿Así se realiza un aborto?, ¿esas bestialidades se le hacen al niño o niña no deseado, no deseada? Tras su visionado caen por tierra la palabrería hueca y los eufemismos que lo sustentan. No hay interrupción, es una eliminación de un ser vivo mediante un ensañamiento bestial. ¿Qué digo bestial?, ni las bestias son tan sofisticadas cuando matan. Y así, tal y como escribiera Miguel Delibes en su artículo Aborto libre y progresismo publicado en dos ocasiones por el ABC (1986 y 1992), el quirófano esterilizado, cualquier quirófano en el que se practique un aborto, produce la misma náusea que una cámara de gas, que una explosión atómica.

Delibes escribió su artículo a casi un año de distancia de la realización del primer aborto legal en España, 9 de agosto de 1985. Y fue, precisamente, en la primavera del año 1985 cuando aproveché el video de Nathanson para mi primera defensa pública de la vida. Además del video, contaba con la ayuda del doctor Francisco Lara, ginecólogo albacetense. No fue fácil conseguir que aprobaran su proyección, tuve que recurrir al espíritu de la “democracia” tan fresco en aquellos años. Una palabra que en aquel entonces abría puertas, inspiraba libertades. Casi mágica, diríamos hoy. Tras la proyección siguió el debate. Y, como las imágenes hablaban por sí mismas, los partidarios de la ley del aborto tuvieron que retrotraerse al embrión. ¿Tiene vida?, y en caso afirmativo, ¿es una vida humana? La misma cuestión que se repitió el año pasado, veinticinco años después. Cuya respuesta positiva, dada por millares de médicos, biólogos y demás espectro científico, es una y otra vez desoída por la moderna progresía. Porque –como escribe Delibes en el citado artículo- “es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para éstos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado”.

No obstante, ese día del que hablo, la gente no estaba para abstracciones, menos aún para descalificaciones. La violenta realidad del aborto la había impresionado y conmovido a la vez. Por eso, cuando intervino un hombre del público -nunca olvidaré su cara ni su oficio- con el argumento del sentido común:”el hecho de que exista la duda sobre la posibilidad de que sea un ser humano, ¿no es suficiente motivo para que no lo matemos?”, la sala estalló en aplausos. Aplausos y felicitaciones hacia tal ocurrencia que dieron lugar al término del debate. El vídeo de Nathanson había despertado las conciencias mostrando una realidad desconocida para la mayoría, mientras que las palabras de aquel hombre –que ejercía uno de los oficios más denostados por la progresía- las había conciliado con la inocencia de la infancia, las había liberado del peso de tanto horror. No, con ellos no podían contar para llevar a cabo tal aberración, aunque sólo fuera por la duda.
Con el paso de los años me he preguntado qué fue de aquella gente, de su opinión, ¿supuso aquella sesión un éxito de afirmación de la vida? Creo que sí. Pero, en tal caso, ¿cómo entender que se haya llegado a aprobar una ley que convierte el aborto en un derecho? ¿Dónde están aquellas voces que acomplejaron a la progresía? Y solo me cabe una respuesta: la gente sigue gritando y manifestándose contra esa ley, pero para nuestro legislador no son más que un grito silencioso, como el de los niños y niñas que mostró Nathanson en su vídeo. Nada importa la debilidad de la vida humana embrionaria, los fetos callan, no pueden hacer manifestaciones callejeras, no pueden protestar, son aún más débiles que los débiles –escribirá Delibes-, no tienen ni voz ni voto, políticamente son irrelevantes. Pero, ¿hasta cuándo?

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