jueves, 19 de enero de 2012

De vuelta con la vida (17-01-2012)

Con permiso de la crisis económica, podríamos hablar hoy de la crisis de valores y, más en concreto, de la falta de confianza en la vida que supone el que en España tengamos una Ley que establece, como derecho, quitar la vida al no nacido hasta la 14ª semana. Más aún cuando gran parte de los que la han aprobado han dado sobradas muestras de ineptitud, sin olvidar sus privilegiadas situaciones económicas y su arbitrario dechado de subvenciones.


¿En quién pensaban cuando la aprobaron? Porque, si consultamos los datos del 2010, llegamos a que el 98,16 % de los abortos se realizaron en algunas de las 147 clínicas privadas subvencionadas para este menester con fondos públicos, lo que ha supuesto el récord del último decenio. Además de que, como ahora no hay necesidad de justificar el peligro para la salud de la mujer, este caso de abortos ha bajado del 96,7% al 8,1%, lo que desmonta uno de los argumentos más repetidos. Y en cuanto al efecto de la píldora (PDS), cuya venta aumentó un 83% (lo que supone un buen negocio para algunos), las estadísticas señalan que el número de abortos ha aumentado un 1,4% respecto al 2009. Y si el flojo crecimiento de abortos puede suponer un alivio para alguien es porque se olvida de que ha disminuido la población de España y que la relación entre abortos y nacimientos también experimentó un aumento: de 22,58 abortos por cien nacimientos en 2009 a 23,35 en 2010.


Me decía un amigo que el único negocio que no se ha visto afectado con la crisis ha sido el de pompas fúnebres, pero olvidaba el de la píldora, el de los preservativos y el de las clínicas abortistas. Y aunque las cifras anteriores demuestran que hay quien hace negocio de este execrable crimen, todas ellas no pueden con el número 1. Porque basta con un aborto consentido y justificado para llegar a la conclusión de que esta sociedad ha perdido el norte.


La actual crisis económica, como la de principios del siglo pasado, será recordada en los manuales de economía o historia durante años, pero la ceguera del mundo presente ante el valor de la persona no nacida será recordada por siglos como se recuerdan los motivos del declive de otras civilizaciones. “¡Qué amarga es la ironía de aquellos que promueven el aborto como una atención de la salud materna!”


Leía estos días el abandono de un niño de diez días, algo nada nuevo, y me trajo a la mente una noticia aparecida en este mismo periódico que ocupaba la dieciseisava parte de una página, decía que en Rusia se habían instalado urnas para abandonar a los recién nacidos. Textualmente: “Las madres que no quieran quedarse con sus hijos recién nacidos podrán abandonarlos garantizando las condiciones higiénicas de los pequeños en lugar de emplear, como suele ocurrir en estos casos, los cubos de basura”. Y no puedo menos que pensar que esta generalización de la locura acabará siendo un obstáculo para la continuidad de nuestra civilización. No hay que ser muy inteligente para pensar que algo va mal.


En hospitales matamos a los niños que no han nacido y en urnas de la calle –higienizadas, claro- abandonamos a los niños recién nacidos. Creo que ya va siendo hora de que reaccionemos. Que confiemos en la vida, que no nos hagamos amos de ella, de ninguna vida.


Que en medio de esta crisis económica seamos capaces de echar por tierra la ley Aído. Sin complejos, porque de cada unidad de tiempo depende una vida. Y en negativo: con el pasar del tiempo se carga de muertos la memoria de esta civilización, la nuestra.

1 comentario:

  1. ¿Perder el norte? Es imposible perder lo que nunca se ha tenido. Desde que está documentado se ha asesinado y abandonado bebés y, miles de años después, toda nuestra tecnología no nos ha hecho mejores.

    Una sociedad en la que se respete la vida solo la vamos a encontrar en las utopías literarias. No se me ocurre ninguna vía evolutiva o un evento dramático capaz de cambiar nuestra enfermiza naturaleza. Ni siquiera en la ciencia-ficción.

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