lunes, 2 de enero de 2012

El nuevo año (03-01-2012)

Decía Bismark que “la vida es como visitar al dentista; se piensa siempre que lo peor está por venir, cuando en realidad ya ha pasado”. Y, al comenzar el nuevo año, desearía que esto fuera así, que lo peor ya hubiera pasado. Pero, aunque así fuera, siempre llegará un día en el que habrá que volver al dentista y todo volverá a empezar. Mas no nos dejemos llevar por los deseos, porque la realidad actual es que seguimos en el dentista, en el sillón abatible frente al foco de luz, con la boca abierta, mientras una mano introduce el torno que gira con su sonido estremecedor.


La historia enseña que a un tiempo de “vacas gordas” le sigue otro de “vacas flacas”. El error de nuestra sociedad ha sido olvidar la historia; el error de cada hombre (de cada mujer) ha sido pensar que eso no le podía pasar a él (a ella). La idea del progreso sin fin es una gran mentira, como lo es su contraria, la de la desesperanza.


La gente felicita el nuevo año con el deseo de que pase pronto, la gente parece que no quiere vivir un año. Si fuésemos osos lo entendería. ¡Que tengas una buena hibernación! Que cuando despiertes haya pasado el crudo invierno y la primavera se descubra a tus ojos. Muchas gracias, pero no soy un oso. La vida se hace en el tiempo con lo que soy en cada instante. No quiero dejar de ser aunque sea por un instante. Por favor, no me quite un año. Hace tiempo que lo sé: “No es que morir nos duela tanto // es el vivir lo que nos duele más”, como escribió Emily Dickinson.


Si, como tenían costumbre algunos bárbaros, echara en una caja una chinita negra por cada día difícil y una blanca por cada día fácil, a mi muerte se encontrarían poquísimas blancas y gran cantidad de negras. En tal caso, de seguir su felicitación, si hubiera invernado el tiempo de las negras, podría decirse que casi no habría vivido. Déjeme que viva el 2012, aunque cada día deba poner una chinita negra. Déjeme con la ilusión de tener la oportunidad de añadir alguna blanca. Déjeme que ejerza la esperanza, que yo sé de quién me he fiado.


Para el que sufre, el tiempo pasa lentamente, pero no es el tiempo lo que duele, sino lo que acontece en él. Que pase el tiempo es una manera de decir que pase el sufrimiento, pero es también un modo de decir que no vale la pena vivir con sufrimiento. Mas no quería llegar tan lejos en mi reflexión. No es un hombre (una mujer) enfermo, ni desempleado, ni hambriento, el que me desea que pase el año cuanto antes. Es un hombre (una mujer) que teme que la difícil situación económica por la que atraviesa el país le afecte más allá de las medidas anunciadas en el último Consejo de Ministros. Le agradezco su intención, pero no me arredra su temor. Yo lo veo de otra manera, tengo la mirada puesta en cosas distintas a las de años atrás; ha llegado el tiempo de construir y de arreglar los desaciertos anteriores.


Estamos en el dentista, puede que lo peor esté por llegar, pero es otro dentista. El anterior hablaba y echaba agua, ponía el respirador, pero no hacía nada. Este, por fin, ha empezado a curar, su torno estremecedor actúa ya sobre la primera pieza. Pronto echaré a la caja mi primera chinita blanca, eso espero.

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