viernes, 16 de marzo de 2012

Perseverancia en el Altozano (13-03-2012)

Le pregunto si siguen reuniéndose en la plaza del Altozano los días 25 de cada mes y me responde que sí, que allí están a las diez de la noche. Son los defensores de la vida, los que claman contra los abortos quirúrgicos que se practican en alguna clínica de Albacete. Son los que proponen alternativas a esa mujer que busca deshacerse del niño de sus entrañas porque le han dicho que ahí acabará su sufrimiento. Cuando, en realidad, ese será el comienzo de otro drama, el que agitará su conciencia. Un drama que le perseguirá mientras tenga conciencia. Y, es que, para dar de lado al sufrimiento, no basta con matar al niño, hay que matar también la propia conciencia. El eco del lamento más tierno que la humanidad puede conocer sólo se insonoriza con el silencio de ese otro eco –igualmente interno- que hace al hombre y a la mujer ser humanos: la conciencia. ¿Qué es un hombre o una mujer sin conciencia?

Le he preguntado si aún se reúnen. Suena mi voz como desde la lejanía del drama. Como si lo que no viera no existiese, como si la defensa de estos hombres y mujeres ya no tuviera motivo desde que se aprobara la última Ley, la Ley Aído, la Ley de salud reproductiva. Como si ya no fuera abortado ningún niño, como si ésa no siguiera siendo la solución final, la única solución que algunos ofrecen a esa ya madre. Pero el drama continúa en su primer acto.

En el mundo se suceden los acontecimientos tristes, las catástrofes. Y los estados van de aquí para allá para poner su granito de arena. Y los hombres aportan lo que pueden aquí y allá movidos por su conciencia. Pero unos pocos, tan sólo unos pocos, quedarán donde el drama se ha producido; porque el drama sigue aunque la información nos lleve a otra parte, aunque los informativos y las noticias nos hagan mirar a un nuevo drama. Y en esto radica la grandeza de esos hombres y mujeres, en que se quedan; se quedan aunque no son actualidad, aunque el drama haya sido olvidado por tantos otros que lo comparten. Porque el drama sigue, aunque su solución quede en manos de unos pocos. Perseverantes en una sociedad donde la perseverancia no se entiende como valor, porque es el cambio la razón de su existencia. Y así nos va, alocados en un activismo que se asemeja al movimiento de partículas desordenadas que olvida preservar el núcleo de la propia existencia: la vida.

Dice C. S. Lewis que “llamamos real a lo que muchos ven, y sueño a lo que ve uno solo”. En tal caso, este drama es real, no es un sueño. Y si juzgáramos la gravedad de un acontecimiento por el número de muertos que produce, el aborto ocuparía el primer puesto en el ranking consecuente.

Me alegra saber que en España se va a derogar la Ley actual, pero nada escribiré sobre la selección de sexos que este tipo de leyes está propiciando, no sólo en China sino también en Europa; ni la eugenesia que genera; ni la abundante ayuda económica que Obama da a los movimientos proabortistas; …; me basta hacerlo sobre esa gente que me suple en mi inconsciencia, que clama por la vida haga frío o calor en nuestra plaza del Altozano. Y al hacerlo me siento menos cómplice de esta sociedad que cuela un mosquito y deja pasar un elefante.

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