miércoles, 14 de noviembre de 2012

"Llámeme sor Benedicta" (13-11-2012)


Los hitos que, como faros, jalonan el camino de la Humanidad son combinación de hechos y personas. Y, sin duda, una de ellas es Edith Stein. De origen judío y conversa al catolicismo, discípula y colaboradora predilecta de Husserl en la filosofía fenomenológica, luchó por los derechos de la mujer en la vida pública, ejerció de enfermera durante la primera Guerra Mundial e intentó en vano conseguir una cátedra universitaria –debido a la arraigada costumbre de negar la docencia universitaria a las mujeres-  por lo que tuvo que dedicarse la enseñanza secundaria, a la vez que escribía artículos para revistas internacionales e impartía conferencias incluso en universidades.
Gran defensora de su intimidad, silenciosa observadora, sincera y leal, siempre dispuesta a prestar mediación cuando se la solicitaban, Edith combatió las dificultades con una brillante inteligencia que supo acompañar de un esfuerzo continuo y de un carácter sencillo y servicial con el que atraía a aquellos que trataba, enseñaba o a los que, simplemente, participaban como oyentes en sus frecuentes conferencias, llenas de público hasta rebosar. Cinco años duraría su actividad de conferenciante, que se añadió a su intenso trabajo diario y le llevó a viajar por Alemania, Austria y Suiza.
Excelente profesora de la que se valía el propio Husserl para acercar hacia sí a los jóvenes universitarios, tuvo que replegarse poco a poco de toda su actividad ante la emergencia del nazismo que fue acorralándola hasta su muerte por asesinato en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942, día de su llegada al campo de concentración de Birkenau, cuando contaba 51 años.
Pero si hoy recuerdo su figura no es por las trabas debidas a su condición de mujer, ni tan siquiera por haber sido víctima de una de las ideologías totalitarias del momento, sino porque su vida y escritos traen al presente algunas de las esencias olvidadas por nuestra generación. Razón por la que animo a mis lectores a que conozcan alguna de sus obras o biografías que, traducidas al castellano, pueden encontrar en las editoriales Monte Carmelo, BAC y Palabra.
Con todo lo dicho, he guardado para el final lo que llamó primeramente mi curiosidad: el tratarse de una intelectual que por medio de su ciencia llega a la fe católica. Buscó como filósofa –mediante un estudio serio y científico- la más profunda significación de este mundo, el sentido de la vida, y la encontró en que es hechura de un Creador que sacrifica a su Hijo en la Cruz por amor a los hombres, a cada uno de ellos.
Los estudios de psicología con el profesor Stern le mantuvieron en el ateísmo hasta el encuentro con Max Scheler que le mostró que los fenómenos religiosos contribuyen esencialmente a la comprensión de la persona humana. Con palabras de Edih: “nos recomendaba continuamente considerar cada cosa con mirada libre de prejuicios, expulsar cualquier tipo de anteojeras. Me puso por vez primera en contacto con un mundo que, hasta entonces, desconocía por completo. Me desveló un campo de fenómenos ante los que yo no podía permanecer ciega. Cayeron las limitaciones de los prejuicios racionalistas en los que me habría criado sin saberlo, y de repente el mundo de la fe apareció ante mi”. Aunque sería el profesor Adolf Reinach el que acabaría influyendo decididamente sobre ella. (…)

La vida de Edith Stein fue -como la de muchos hombres- un vivir a los pies de la Cruz, pero sólo cuando se atrevió a levantar la mirada hacia el crucificado cambió su vida. El día de Año Nuevo de 1922 recibió el bautismo, tenía 31 años, lo que no le impidió seguir con todas sus actividades a las que sumaba ahora la Misa diaria. 

El 14 de octubre de 1933 ingresó en el Carmelo de Colonia, pero la persecución nazi le hizo cambiar dos veces de Carmelo, hasta que el 2 de agosto de 1942 fue arrestada en el de Echt (Holanda). Durante todo ese tiempo siguió investigando y carteándose con otros filósofos. En una de esas cartas, con lenguaje sencillo, incluso elemental, se lee: “¿Podría decidirse a llamarme sor Benedicta, tal como ahora estoy acostumbrada? Cuando oigo que me llaman señorita Stein, debo pensar de quién se trata”. Toda una lección de alta espiritualidad de quien será conocida por sor Benedicta Teresa de la Cruz, doctora de la iglesia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario