domingo, 22 de septiembre de 2019

Biodiversidad y familia

La entomología clasifica miles de escarabajos. Uno de ellos es objeto de estudio de un doctorando que pide referencias sobre posibles modelos matemáticos. Hay que averiguar cómo le afecta el cambio climático y viceversa. Mientras me pone al día de su investigación sale la palabra biodiversidad. Una palabra recurrente que viene a significar la diversidad de especies animales y vegetales de un determinado hábitat. Preservar la biodiversidad es un objetivo de nuestro siglo. Pero yo, perdonen, sonrío sardónicamente cuando la oigo pronunciar a algunos. ¿Por qué? Decía F. Hadjad(*) que “la experiencia de la familia política es, sin duda, la prueba más fuerte de la biodiversidad” e ironizo porque no aprecio en algunos el deseo de preservarla.
Pasa como con la familia natural, que algunos ahora llaman clásica o heteropatriarcal con el fin de hacerla parecer anticuada o sospechosa de violencia de género. Porque no hay mayor ni más importante biodiversidad que la que surge de la diferencia biológica existente entre la mujer y el hombre. Partiendo de esta diferenciación sexuada va surgiendo un hábitat difícil de sustituir. Hijos e hijas que convierten a otros en padres y madres que, a su vez, hacen abuelos y abuelas. Entre medias hay suegros y suegras, yernos y nueras, tíos y tías, primos y primas. La familia política, con todas las rarezas de sus miembros. Todo un hábitat que preserva a los que lo forman y da solidez al entramado social.
No son teorías, son realidades. No hay ideología de fondo, es la propia naturaleza. Han podido comprobarlo en la pasada crisis económica. O, sin ir tan lejos, visitando un hospital. Si el enfermo tiene familia, allí siempre hay alguien que le cuide. Si no la tiene, tendrá que echar mano de la cartera para contratar a un acompañante. La Consejería construye un hospital, pone camas que se llenan de enfermos, contrata -siempre menos de los necesarios- médicos, enfermeros, auxiliares y celadores, pero todo queda frío sin ese familiar que te humedece los labios con un paño mojado. Incluso todo se viene abajo sin el familiar que llama al timbre de emergencia a media noche o te acerca el orinal con cariño. Son insustituibles. Valdría la pena cuidar un poco más esta biodiversidad.

(*) Recomiendo el libro Últimas noticias del hombre (y de la mujer), de Fabrice Hadjadj, Biblioteca HOMOLEGENS, 2017

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