La reciente Ley de Eutanasia, pedida
por una reducida minoría y aprobada con mayoría en el Congreso, que dejará sin
presupuesto a la especialidad médica de cuidados paliativos, basó su propaganda
en uno de los obstáculos que impiden captar el valor profundo de toda vida
humana: una errónea comprensión de la “compasión”. Para no sufrir es mejor
morir: es la llamada “eutanasia compasiva”. Y así empieza el plano inclinado de
esta inhumana ley: matando al prójimo por amor al prójimo. Un plano que acaba:
matando al prójimo porque no es como nosotros queremos que sea. Cuando, en
realidad, la compasión es acoger al enfermo, ofrecerle afecto, atención y
medios para aliviar su sufrimiento. Esto es, cuidarlo aunque no pueda ser
curado.
Siguiendo con los libros, compartiré
una escena de “Job o la tortura de sus amigos”, breve y jugoso librito del
filósofo Fabrice Hadjadj. Los protagonistas de esta escena quinta son Job y su
mujer: descansa Job en la cama cuando es visitado por su mujer que le habla así:
“dentro de mí, tu dolor es peor que el mío”, “el grito que brota de tus labios
me desgarra las entrañas”, “¿cómo soportar verte en este estado?”, “yo sufro
demasiado al saberte sufriente”. Responde Job: “Estás junto a mí, querida
mujer, y este hospital se transfigura en palacio. Esos vendajes son adornos de
fiesta”. Hasta que aquella dice: “He venido para proporcionarte el remedio,…,
Esta inyección, …, Es el pinchazo de la bella durmiente, …, Despertarás en un
mundo donde no existe ya dolor, …, Es absolutamente indoloro”. Entonces,
replica Job: “El hecho de que tú pretendas para nosotros una separación
indolora no puede sino aumentar más mi dolor”.
Esta mujer puede representar a
familiares, amigos o personal sanitario que en vez de saber estar, velar o
consolar (ser-con en la soledad), transformándose así en presencias llena de
esperanza, se niegan a aceptar a los que sufren, incapaces de contribuir
mediante la verdadera compasión a que el sufrimiento sea compartido y
sobrellevado. Prefieren manipular la vida del otro y, es que, estas leyes
provocan una gran insensibilidad hacia el cuidado de los enfermos. Con palabras
de Job: ¡qué abismal puede llegar a ser la abominación!
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