Si convenimos que el primer mayo reivindicativo fue en 1889, la fiesta de San José Obrero cumple este año la mitad de los que tiene aquél. Ahora bien, si aquel mayo fijó la fecha de la Fiesta del Trabajo como momento para reivindicar los derechos de los que carecían los trabajadores, la segunda fue instituida para recordar a partir de un modelo el significado cristiano del trabajo.
Así pues, la
institución de la fiesta de San José Obrero no fue un intento de ahogar las
justas reivindicaciones laborales, sino una iniciativa del Papa Pío XII dirigida
a los trabajadores cristianos para que, en una época en la que la ideología
marxista pretendía imponer su visión alienante del trabajo, conocieran su valor
como medio para acercarse a Dios, para participar en su misión salvífica y para
profundizar en la amistad con Cristo.
Como afirmó el
propio Papa aquel memorable 1 de mayo de 1955: “Durante mucho tiempo,
lamentablemente, el enemigo de Cristo ha estado sembrando la discordia
especialmente en la clase trabajadora, haciendo todo lo posible para difundir
ideas falsas sobre el hombre y el mundo, sobre la historia, sobre la estructura
de la sociedad y la economía”.
Fue esta situación,
que buscaba resolver los problemas sociales con sistemas que no derivan de Cristo,
agravada por la posible indefensión de los trabajadores cristianos, lo que
llevó al Papa a ponerlos bajo la protección de “S. Giuseppe artigiano”,
nombrándolo “Patrono de los trabajadores” e instituyendo el 1 de mayo como
fiesta litúrgica de San José Obrero. Así justificó su elección: “Porque estamos
seguros de que el humilde artesano de Nazaret no solo personifica ante Dios y
la Santa Iglesia la dignidad del trabajador manual, sino que es también el
guardián providente de ustedes y sus familias”.
San José, escribirá
san Juan Pablo II, es un modelo accesible a todos y, con palabras de san Pablo
VI, “modelo de los humildes, prueba de que para ser buenos y auténticos
seguidores de Cristo no se necesitan grandes cosas, sino que se requieren
solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y
auténticas”.
Algunos dirán con razón que aquellas insidiosas circunstancias
siguen siendo actuales y que sigue siendo necesario profundizar en el sentido
cristiano del trabajo. Quizás por eso el Papa Francisco instituyó el “año de
san José” y escribió la carta “Patris corde” con el “deseo -dirá- de que crezca
el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e
imitar sus virtudes, como también su resolución”. Y, es que, debemos ser conscientes
de que san José fue el primer trabajador cristiano. A su banco de trabajo se
acercaría Jesús y de este modo “José acercó el trabajo humano al misterio de la
redención”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario