miércoles, 21 de julio de 2010

Cueste lo que nos cueste (20-07-2010)

Cueste lo que nos cueste

Cada día comienza con algo distinto a lo que ayer dejamos, nada sabe de continuidad, todo lo contrario del trabajo, cuando lo hay. El mismo martillo neumático rebota sobre el suelo de la calle ante la que escribo. La misma furgoneta frente a la panadería descargando sus dulces recién elaborados y el pan fresco que pronto se hará blando en el interior de una bolsa de plástico. Continuidad y repetición, monotonía al fin que no se ajusta a los altibajos del hogar ni a las continuas transformaciones de un Gobierno que pretende poner a esta nación patas arriba. Mientras la vida sigue, hay quien se ocupa de que no sea la misma vida.

Dice Zapatero que frente a la nueva Ley del Aborto, a la que él sigue empeñado en llamar de Interrupción como si las palabras no significaran nada, ha habido una campaña de intolerancia radical contra la ministra Aído, pero nada dice sobre los niños no nacidos cuyo número se verá incrementado porque esta ley convierte el abortar en un derecho. Y expresa su opinión con tal sentimiento que hasta casi hace olvidar su intolerancia radical ante los derechos del niño no nacido. Zapatero y la Aído siguen, pero cientos de miles de niños se quedan cada año en el camino cortando su vida de raíz, radicalmente.

Dice Zapatero que va a gobernar, como si no fuera eso lo que se le está pidiendo desde hace más de dos años. Mucho “Gobierno de España” hay en su logotipo propagandístico, pero cuando le ha tocado gobernar en aquello que es intrínsecamente propio del Gobierno todo lo ha dejado en manos de otras fuerzas, llámense sociales o partidistas con las que él ha podido seguir presidiendo la nación, pero siendo otros los que han decidido por él y los que además han sacado rentables tajadas. Y, ahora, precisamente ahora cuando desde fuera de España le marcan las directrices a seguir es cuando dice que va a gobernar. Incluso se atreve a decir “cueste lo que me cueste”, como si a él le estuviera costando algo esta crisis, que vive de señorito como nunca ha vivido. A los que les cuesta es a los españolitos de a pie y cada día que pasa les va a costar más a pesar de los brotes verdes.

Lo que Zapatero sabe es prohibir. A él se podrían aplicar aquellas palabras de Chesterton: “Aparentemente, el progreso significa ser llevado hacia delante … por la policía”. Ha llenado todos los organismo de observatorios, y no precisamente astronómicos sino de tipo ideológico, dando cabida en ellos a una mayoría radical en todos los campos. Ha convertido el Estado subsidiario en el Estado padrecito que controla hasta las chuches. A los padres y las madres los ha rebajado a progenitores, mientras los hijos e hijas han desaparecido para pasar a ser criaturas. Progenitores para el Estado y criaturas de un Estado a las que él, como un dios, dicta lo que está bien y mal en cada momento, lo que es políticamente correcto y lo que es innombrable.

La crisis económica pasará, pero lo que no pasará tan fácilmente es la crisis de valores que este presidente ha acentuado. Y será difícil de superar porque hay mucha gente que no cree en ella. Quizás porque no se paran a pensar ya que “todo avanza tan deprisa –dicen- y tengo tantas cosas que hacer …” Aunque cabe la esperanza de que del mismo modo que la gente empezó a ser crítica con este gobierno cuando se le tocó el bolsillo, lo mismo pueda suceder cuando adviertan que no pueden decidir ni en el propio hogar. Quizás sea tarde, pero más vale tarde que nunca. Entonces, si no lo hemos hecho ya, será el momento de actuar, casi en extremis, pero habrá que hacerlo “cueste lo que nos cueste”.

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