lunes, 24 de enero de 2011

Y el undécimo, no molestar (25-01-2011)

Y el undécimo, no molestar

Las posibles consecuencias de la ley de Igualdad de la ministra Pajín, a la que los andaluces llaman ley de igual-da, confirman la idea de mi amigo X según la cual el socialismo es estalinista, al menos en España. Esto es, por el bienestar de que gozan los miembros del partido socialista es deducible que dejaron de ser marxistas, pero por su manera de gobernar no cabe duda de que no ha abandonado el estalinismo.

El estalinismo, que sepultó en su tiempo a más de veinte millones de seres humanos y que consiguió engañar durante decenas de años a muchos intelectuales de Occidente, pretendía formar un hombre nuevo a la sombra del comunismo, un ser puro –políticamente correcto, diríamos hoy-. Y para hacerlo posible contaba con la delación, la denuncia y la calumnia. El artículo 58, propaganda contrarrevolucionaria, llevó a los gulag a millones de rusos denunciados por sus propios vecinos. Para más detalles, tienen las obras de Shalamov (Relatos de Kolimá), Solzhenitsyn (Archipiélago Gulag) o Martin Amis (Koba el Temible), entre otros.

No entiendo que para respetar a las personas de otro sexo (que no género) o a las que presentan alguna deficiencia haya que promulgar una ley de carácter penal. Hacerlo supone echar la toalla y decir que nuestra sociedad solo entiende el castigo como medida educativa. Y si no es así, menos aún entiendo que sus promulgadores sean precisamente los que no quieren hablar de castigos como medidas correctoras en la educación de los jóvenes.

Algo huele a podrido en las intenciones de la posible ley. Además de que tiene toda la pinta de querer servirse de las personas deficientes para conseguir su verdadero fin: el establecimiento de la ideología de género, que confunde el sexo con su ejercicio. Y ya vimos en otro artículo el odio que la ideología de género tiene a algunas instituciones.

Sin olvidar la llamada a la delación, que suele provenir de una falta de gallardía en corregir al que se equivoca o, peor aún, de la envidia que invita a la calumnia. Delación que inspirará temor entre los desconocidos o desconfianza entre los conocidos. Estado de miedo, en general, que fue lo que caracterizó a la sociedad estalinista.

En tal estado de convivencia, los hombres sólo se atreverán a mirar los pies de las mujeres, ni siquiera a los tobillos como hacían nuestros abuelos a falta de piernas visibles, y las mujeres no mirarán las espaldas del varón. Por lo que no es de extrañar que éstos acaben proponiendo el velo para las mujeres y que estas sugieran que los varones vayan con túnicas sin ceñir. Algo tan lamentable como el miedo que supondría tener en el propio grupo de trabajo a alguien de otro sexo. Porque con esta ley toda delación está permitida y el peso de la defensa recae sobre el acusado. Adiós a la inocencia supuesta. Dejen paso al estado policial.

Pero también podría suceder lo contrario. Esto es, una denuncia “porque no me mira”. (…) ¡Huy, qué lío! (…) Con lo sencillo que lo tenían nuestras abuelas con aquel undécimo mandamiento: “y el undécimo, no molestar”. Pero la ministra Pajín, a instancias de su líder, no se fía ni del undécimo, por muy laico que sea el origen de este.

No hay comentarios:

Publicar un comentario