lunes, 3 de enero de 2011

A cerca de los reyes Magos (04-01-2011)

A cerca de los reyes Magos

Se acerca un niño y me pregunta: “¿verdad que papá Noel es más de Navidad que los reyes Magos?” Y, aunque intuyo lo que quiere decir, le respondo: ¿qué significa “es más de Navidad”? “Pues eso –contesta-, ser más de Navidad”. Y como presumo que no voy a sacarle explicación alguna que supere la síntesis anterior que, al fin y al cabo, es bastante clara, le contesto que no, que los reyes Magos aparecen en la misma historia que da lugar a la Navidad, la del nacimiento del niño Jesús y que, por tanto, ocupan un lugar preferente al de papá Noel.

Entiendo que su pregunta está cargada de lógica pues lleva varias semanas viviendo la Navidad con las imágenes de Disney Channel o algún otro canal televisivo cuya única figura navideña, si la hay, es el bueno de santa Claus, que para el niño es lo mismo. Porque nuestra laica sociedad, antes de justificar el deseo de Paz y la necesidad de la fraternidad humana basándose en el hecho histórico y trascendente que dio lugar a esos sentimientos, prefiere echar mano de los cuentos. Intención que derrumba toda racionalidad en beneficio de una magia que se vuelve fantasía en la madurez o en escepticismo y desgana ante esos mismos sentimientos que quería inculcar. Es la vuelta a los mitos que no resisten la racionalidad de nuestra civilización y, menos aún, el cotidiano devenir de la vida ordinaria.

Durante un tiempo considerable el niño se ha embebido de dibujos animados y series que giran en torno a los buenos sentimientos que representa papá Noel. Personaje envuelto en un halo de candor y generosidad, a veces torpe y distraído, que trae juguetes a los niños desde algún lugar secreto y perdido de nieves perpetuas. Que se desplaza en un trineo tirado por seis renos mágicos capaces de despertar los mismos sentimientos bondadosos del amo.

Que los reyes Magos también traen regalos, mejor que mejor. Pero no deben ser personajes importantes –se dice el niño- cuando sólo aparecen al final de las fiestas y, además, en silencio, sin mensaje alguno, cabalgando sobre aburridos y lentos camellos, trayendo unos regalos que solo los adultos saben apreciar. De manera que no resulta sorprendente que para muchos niños la Navidad sea papá Noel con su trineo de renos cargado de regalos. O, mejor aún, la Navidad es la posibilidad de recibir regalos.

Y es verdad que la Navidad está relacionada con los regalos, como es verdad que, tal y como piensan los niños, la Navidad es el momento del año en el que pasan cosas de verdad, cosas que no pasan siempre. Pero lo es por el mismo hecho que tuvo lugar en aquella primera Navidad, en el que una virgen estrechaba entre sus brazos a su hijo para decirle, con palabras de Jean-Paul Sartre, “este Dios es mi niño. Esta carne divina es mi carne. Está hecha de mí. Tiene mis ojos, y la forma de su boca es la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí”. Y este es el gran regalo que da motivo a que los hombres nos hagamos regalos en Navidad. El motivo por el que los reyes Magos traen regalos. La causa por la que ha tenido que inventarse un personaje infantil que trae regalos.

Como reza un himno de la iglesia oriental, tan perseguida actualmente, “¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo, que por nosotros has nacido hombre en esta tierra? Cada una de las criaturas, obra tuya, te trae en realidad el testimonio de su gratitud: los ángeles, su amor; el cielo, la estrella; los sabios, sus dones; los pastores, su asombro; la tierra, la gruta; el desierto, el pesebre. Pero nosotros, los hombres, te traemos una Madre Virgen”.

No, niño mío, no es más de Navidad papá Noel. Son más de Navidad los reyes Magos, los sabios que vinieron de oriente y cuyos descendientes hoy, pobres y perseguidos por el integrismo asesino, continúan llevando al Niño el mejor de los regalos: sus propias vidas. Aquellos primeros Magos trajeron regalos al niño, que se regaló primero, y este es el origen de la costumbre de los regalos. Una costumbre que se perpetúa en el tiempo y de la que podrás disfrutar cuando vuelvas a casa después de la cabalgata de reyes de la calle ancha. Pero no olvides que en ese día de reyes hay hombres y mujeres que sufren en la tierra, también en Albacete, y que el Señor sufre con ellos.

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