lunes, 17 de octubre de 2011

Una de argumentos (18-10-2011)

Hay una edad en la que los niños se dan cuenta de que la vida no es tan fácil o, al menos, que les resulta más difícil que antes. Una apreciación que cualquiera de ustedes habrá oído a alguno de sus hijos cuando estos eran pequeños. Pero, aún tiene que pasar mucho tiempo para que adviertan que es difícil. Ya no más difícil que antes o ya no tan fácil como antes, sino difícil a secas.


Me decía una joven que la vida es difícil. Era una de esas estudiantes responsable que experimentan la carga del estudio y la propia debilidad humana ante una vida que se abre hacia los demás mientras pretende forjarse un futuro. Venía con lágrimas, como tantas otras, algo que no suelen hacer los muchachos hasta el punto de que uno llega a pensar que lo de la responsabilidad no va con ellos. Si bien sabemos que los jóvenes despiertan a la vida más tarde que las jóvenes.


Cualquiera de mis lectores sabe que la vida es difícil, que más de una vez puede parecer que más que vivir estamos sobreviviendo. En fin, ¿qué les voy a decir sobre las dificultades de la vida? Aunque tampoco me lo han preguntado. Pero sí ella, así que estoy obligado a responder. ¿Qué le respondo? ¿Qué le responderían ustedes?


¿Le digo que tiene razón, que la vida es difícil? ¿Le digo que su temor es coyuntural, fruto de la situación de cansancio físico en la que se encuentra pues lleva días durmiendo poco? ¿Me arriesgo a decirle que cierre el libro y se vaya a dar una vuelta, sabiendo que no lo hará o que si lo hace puede que ya no vuelva a tener fuerzas para sentarse? ¿Le digo que no debe preocuparse del futuro sino del presente? ¿Le hablo del carpe diem? ¿Le digo que la vida es algo más que estudio? ¿Le digo que no puede concentrar en un punto todas las posibles dificultades de la vida y que lo que hay que hacer es actuar en función de lo que vaya surgiendo? ¿Le digo que confíe en mi que tengo más experiencia? ¿Le digo que lo hable con sus padres? ¿Le digo que no hay que dramatizar? Todo eso le digo, aunque también podría enviarla a la orientadora y me quito el problema.


Pero, ¿puedo decirle algo más? O dicho de otra manera, ¿serán suficientes todos los argumentos humanos que se me puedan ocurrir –o que se les ocurra a ustedes- en función de la persona que tengo delante? Y si no lo fueran, ¿está preparada para otro tipo de argumentos?


¿Qué piensan ustedes?, ¿basta con este tipo de argumentos? Porque, si bastan, el que sobra es Dios. Si con argumentos que llamamos humanos podemos ir tirando, es comprensible que se viva sin Dios. Pero, entonces, debemos preguntarnos, ¿para qué Dios?


¿Ustedes argumentan a sus hijos siempre con razonamientos bidimensionales? Y ellos, … ¿ellos ven en ellas suficientes razones para la esperanza?

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