lunes, 23 de julio de 2012

Las dos crisis (24-07-2012)


Me temo que, por mucho que escriba, me voy a quedar corto. Incluso puedo parecer repetitivo. Y, sin embargo, nunca he vivido con tanta intensidad lo que está sucediendo en España. Pero, por más que me aleje del problema para captarlo en su totalidad, me resulta difícil hacer una descripción original y hasta lo objetivo se me escapa oculto por el velo de los sentimientos, los míos y los de aquellos que me rodean. Hay cosas que no me atrevo a decir y otras que ya se han dicho.
A pesar del rescate bancario, la cuerda está tensada al máximo y lo que suceda esta semana será decisivo. Estamos al borde del precipicio. Si el BCE no compra deuda española, habrá intervención. Cada día que pasa implica más años de hipoteca, años en los que nuestro país andará como un paria entre sus socios -¿socios?- europeos. Más aún si España realiza una quita. Pero, por el momento, bastaría la compra de deuda que dé un poco de respiro, un poco de tiempo. Empezamos a hacer tarde los deberes y, desde entonces, vamos a contrarreloj. Pero, si ya la compraron cuando todavía no habíamos movido un dedo, ¿por qué no ahora? Se me antoja que la respuesta tiene menos que ver con los números que con el deseo de escenificar un ahogamiento hasta la humillación. Nos quieren parias, porque piensan que lo somos.
Estamos haciendo los deberes, pero no se fían. Se ha voceado que carecemos de liquidez e, incluso, de solvencia. Se alimenta una creciente desconfianza dentro de nuestro propio país. Se anuncia un otoño caliente que llenará las calles de odio y fuego. Se tiene una percepción negativa del destino de las anteriores ayudas. Se piensa que con ellas se ha fomentado la vagancia. Y, en algunos casos, así ha sido. Pero la desconfianza proviene, sobre todo, de que no creen sostenible un Estado con diecisiete Autonomías como las nuestras. Reinos de taifa, agujeros negros de la economía nacional, paraísos de políticos de medio pelo. Consuelos para el partido que pierde el Gobierno de la nación.
Y si esta es la situación, ¿qué podemos hacer? Una pregunta con dos direcciones; la primera, se dirige a la política general, a las medidas que puede tomar el Gobierno y cuya respuesta dejo en manos de los expertos del mismo.  La segunda, que reformulo así: ¿qué puedo hacer yo?, entra en el ámbito de las decisiones que puedo tomar y para las que tengo campo de maniobra. Evidentemente, las posibles respuestas varían dentro de un amplio espectro de situaciones personales que van desde haber alcanzado el precipicio hasta encontrarse en camino hacia él. En cualquier caso, la respuesta afecta a la propia vida, al propio estado en el que uno se encuentra, sin familia o con familia detrás.
Es cierto que nunca hubiera pensado que algún día llegaría a hacerme tal pregunta. Pero ha sido formulada -yo mismo la he enunciado- y necesita una respuesta.  ¿Qué respuesta daré? ¿Me enfadaré diciendo que yo no tengo la culpa de lo que ha sucedido? ¿Pasaré los días lamentándome del destino? Pero, ¡si es mi vida!, ¡es tu vida! Puede que las circunstancias, dantescas para algunos, hayan cambiado extraordinariamente el panorama de mi vida; pero si quiero una vida lograda –algo que tiene más que ver con la libertad interior que con la comodidad exterior- tendré que adaptarme al nuevo panorama. Y ante una pregunta exigente sólo cabe una respuesta personal exigente. ¿Qué soy, de qué dispongo, qué quiero, hasta dónde puedo? Se trata de contemplar la vida de otro modo para que siga siendo una vida lograda.
Que ¿es difícil? Ya lo sé, por eso decimos que estamos en crisis, una crisis global y otra personal. La primera está en manos del BCE o de nuestro Gobierno; la segunda está en nuestras manos, en nuestro modo de mirar la vida en cada momento. 

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