Escribo en español unas palabras que
deben ser traducidas al inglés. Mi traductor, un buen amigo, dice que la
densidad del texto obliga a cambiar algunas expresiones si quiero que se me
entienda. Acepto el cambio de la palabra “ontológico”, casi como en aquella
propaganda televisiva en la que alguien acepta “pulpo” como animal de compañía.
Si no hay más remedio…
Ahora le toca el turno a la expresión
“absolutismo técnico”. Me dice que hay que explicarlo más, que mis oyentes no lo
entenderán. Y yo empiezo a preguntarme qué cosas son capaces de entender mis
oyentes. Porque está muy bien eso de que se expresen en inglés pero si no son
capaces de entender las ideas que en ese lenguaje se dicen vamos apañados. Y
quien dice inglés dice alemán, chino o mandarín, ¡qué más da!
Y, mira por dónde, sin quererlo, nos
encontramos aquí con una muestra de absolutismo técnico. Hay quien dice que
entiende un idioma sin tener idea de lo que dice. Algo así como los traductores
de Google. “Yo te he dicho lo que él ha dicho y si tiene sentido lo tendrás que
averiguar tú”. Vamos que o buscas un traductor profesional (como mi amigo) o
estás perdido. Aunque siempre cabe la posibilidad de que uno mismo aprendas el
idioma, claro.
Me explicaré. Lo que lamento es que con
el nuevo idioma sólo seamos capaces de expresar acciones. Mucho “to be” y nada
de lo que sigue a “to be o not to be”. Cuando la cuestión es poder pensar en
otro idioma. Aunque, en esencia, la cuestión es pensar y, como aquí el que
piensa pierde, a veces me digo que esto del énfasis por el conocimiento de otra
lengua es, más bien, una distracción. Evidentemente, no. Mediante las acciones
ordinarias podemos introducirnos en el mundo de las ideas. El problema es si se
da el suficiente conocimiento de otras cosas para poder fabricar ideas.
Esto se ve más claro con las ciencias
aplicadas y las ingenierías. Se aprende el idioma técnico en cuestión, unas
quinientas palabras para el caso de las Matemáticas, y a funcionar. A funcionar
la técnica, claro. Que para las humanidades no es lo mismo. De esta manera, la
técnica va conduciendo nuestras relaciones y delimitando nuestras expresiones a
lo puramente técnico.
Pero perdonen mi digresión. Todo esto viene
porque mi traductor decía que la frase “Mayor aún en
cuanto que fue ese conocimiento el que generó el absolutismo de la técnica que
hoy domina al hombre” habría que desglosarla más. Y, es que, hablaba yo de la
Naturaleza y el hombre. De que la victoria del hombre sobre la Naturaleza no es
más que una retirada táctica de ésta. Que la victoria del hombre sobre la
Naturaleza no es más que la conquista del hombre por una parte de aquella. Y lo
del absolutismo de la técnica venía por aquello que decía C.S. Lewis, que “la
victoria del hombre sobre la Naturaleza no es más que la sumisión de toda la
raza humana a algunos hombres”. Los que dominan la técnica, añado yo.
Aunque, quizás, lo que quería decir es que ese
absolutismo de la técnica –que no la técnica misma- nos está haciendo incapaces
de percibir todo aquello que no se explica con la pura materia. Eso.
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