lunes, 6 de septiembre de 2010

Ceja y bigote (31-08-10)

Ceja y bigote

En la guerra como en la guerra. El problema es estar en una guerra como blanco del enemigo. Un blanco movible, pero blanco. Porque enemigo hay. Un enemigo que combate en su terreno, con todas las ventajas que ello conlleva. Además de la sicológica que entraña un motivo por el qué luchar, incluso morir, que va desde tirar al invasor hasta imponer al resto de compatriotas su ideología, por muy anti diluviana que esta sea o nos parezca. El que combate por su tierra nunca se plantea qué estoy haciendo aquí, cuestión habitual en el soldado invasor.

España tiene un contingente de soldados en una guerra en la que proporcionalmente ha perdido más soldados que otras fuerzas aliadas. Y si ha sido mayor el número de muertos es porque están en un territorio más conflictivo o disponen de armamento menos idóneo. Porque lo que no se puede discutir de nuestros soldados es su valor y entrega, además de su estricta obediencia al mando. Y esto no lo sabemos por el Gobierno de España, sino porque las noticias, con sus respectivas imágenes, vuelan. Y lo más cruel no es sólo el hecho de que participamos en una guerra sin saberlo, sino que nuestros soldados no pueden moverse allí como si fueran soldados, que es lo que son. Y no pueden hacerlo porque políticamente no es correcto, porque en este país es presidente un hombre que hizo del no a la guerra su máxima bandera. Una máxima que sólo cumple de boquilla, evitando condecoraciones militares y todo vocabulario que suene a conflicto bélico, mientras que los soldados que manda caen casi indefensos.

Siempre recordaré a aquella anciana muy querida, más de ochenta y cinco años, que encabezaba una manifestación contra la guerra de Irak. Nunca había participado en ninguna manifestación, pero sí sabía lo que era una guerra y, por ello, porque lo sabía, salió a la calle en contra de una nueva. Recuerdo que, después de los acontecimientos que sobrevinieron, me decía haberse sentido manipulada. Había servido de locomotora a la política de un hombre sin principios. Nunca más, me decía. ¿Dónde están ahora aquellas pancartas que colgaban de algunos balcones de Albacete? No a la guerra, decían. Desaparecieron después de la victoria electoral del de la ceja y ni pancartas, ni manifestantes, se han vuelto a ver en la calle.

Pero la manipulación del de la ceja llega más lejos. En Tarazona, en los días del entierro del guardia civil recientemente asesinado en Afganistán, una mujer le decía a otra: “el del bigote se los llevó a la guerra y aún no los ha devuelto”. ¿Cómo que el del bigote? ¡Si fue el de la ceja! Nuestros soldados están en Afganistán porque el de la ceja y no el del bigote se los llevó, y otra cosa es si deben de permanecer o no. Que el del bigote hace ya casi siete años que no pinta nada. Y siete años dan para mucho. Tengo una amiga que en siete años se ha divorciado, se ha casado, ha tenido una hija y ha emprendido una nueva vida. Pero, ¿qué ha hecho el de la ceja en todo este tiempo? ¿No habría podido rehacerlo todo? Pues no, él y sus allegados siempre están con que si el del bigote hizo esto o aquello, aunque no lo hiciera.

¡Qué lamentable es tener un presidente que no llama a las cosas por su nombre! Antes se decía que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Ahora, en cambio, es el cinismo, la negación de lo evidente, lo que parece que permite a uno continuar en política. Claro que mientras que haya gente que se lo crea …

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