lunes, 13 de septiembre de 2010

El telediario (14-09-2010)

El telediario

Por fin he visto un telediario. Todos se han ido a comer a la feria y me he quedado solo en casa. Pero voy a intentar que no vuelva a suceder. Quedarme solo en casa a las tres de la tarde supone poner el telediario, lo que no recomiendo a nadie. Es preferible discutir amablemente con la familia sobre lo que hay que ver y acabar cediendo a los ruegos, aunque sea para ver Patito Feo, que poner el telediario. Es verdad que me perdí los primeros minutos y que no puedo juzgarlo en su totalidad. Quizás lo interesante lo dijeran en esos primeros minutos, si es que en los telediarios dicen algo interesante. Pues cada vez me parece más claro que dicen lo que queremos oír o bien lo que algunos quieren que oigamos. En cualquier caso, como digo, fui yo el que puse el telediario y de esta acción nadie ajeno es culpable. Como dice el viejo refrán, tú lo quisiste tú te lo ten fray Mostén.

Vergüenza ajena me dio ver a nuestro presidente en Oslo. No solo por que dijera que España va “bastante mejor”, sino por su modo de expresarse. Sus frases salen de manera espasmódica y eso que parece pensarlas mucho. Se queda parado, como en estado de éxtasis, como si estuviera traduciendo a otro idioma sus ideas cuando solo sabe hablar español, como si fuera a pronunciar una máxima inolvidable y digna de pasar a la historia, para luego no decir nada, ni siquiera más de cuatro palabras. No hay frase que le salga de corrido. No hay frase que no le salga cortada. No hay frase suya que no vaya en contra de la realidad. Y yo me preguntaba por lo que estarían pensando aquellos diplomáticos sonrientes que le escuchaban en silencio. Pues si este es el presidente de España, ¿cómo serán los españoles? Eso me decía yo que ellos pensaban.

Después tuve que soportar a los jefes máximos de CCOO y UGT. Verles empeñados en una huelga anunciada con tres meses de antelación, lo que creo que será digno del Guiness, me produjo vértigo intestinal. Y yo que un día estuve a punto de dejarlo todo para ser sindicalista, me decía. ¡Menudo error hubiera cometido! Treinta y cinco mil euros se han gastado en unos vídeos para animar a la huelga. Y yo con estos pelos.

A continuación vinieron las noticias de sociedad, accidentes, botellón, pasarelas, … y para cuando llegaron los deportes y el tiempo, que fueron el auténtico motivo por el que deseaba ver el telediario, ya me había quedado dormido.

Espero que mañana la familia coma en casa o bien que vayamos todos juntos a la feria, porque no soportaría ver cómo el telediario se ufana en propagar la noticia de que las clases han comenzado con normalidad y con más medios que en el curso pasado, porque la realidad es que hay menos medios y todavía no se han adjudicado todos los profesores que van a necesitar los centros. En fin, antes Disney Channel que un telediario.

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