jueves, 30 de junio de 2011

Tres motivos de inquietud (28-06-2011)

Creo que la situación de España es inquietante no sólo por el agujero económico. Lo es también porque en las plazas han acampado a sus anchas los antisistema, en pequeño número pero el suficiente para hacer ruido a la espera de los acontecimientos. En un impasse que parece estar al servicio de los que han perdido las anteriores elecciones y pueden perder las siguientes. O al servicio, al menos, de los que en unas elecciones democráticas no llevan las de ganar. Exigen una “democracia-real-ya”, pero su exigencia se salta los cauces que establece nuestra democracia, que evidentemente puede ser mejorada a igual que puede serlo cualquier otra democracia del planeta.


¿Alguien sabe lo que significa “democracia real”? La democracia puede ser perfeccionada y debe ser perfeccionada, pero nunca será perfecta a gusto de todos. Ni siquiera lo fue aquella primera democracia, la ateniense, en la que se inspiran todas las actuales. Era un sistema político de participación en el que solo contaba la voz de unos quince mil hombres libres frente a otros muchos miles que no tenían derecho a levantar el brazo o dar su opinión. La “democracia real” es algo utópico a lo que se debe tender dentro de los cauces establecidos por la propia democracia. Lleva su tiempo, tiene sus etapas y sus foros.


¿”Ya”? Es orden autoritaria a la que uno se pliega sin reflexión. Conduce a izquierda o a derecha –como saben los de mi generación- según la voz del mando. Voz de firmes o descanso, imperativo que impide cualquier alternativa. Grito del niño mimado al que hay que obedecer al instante, ya, de ipso facto. Porque de lo contrario la arma con un pataleo y burrera que se sale de lo normal. Grito que anuncia malas maneras ante su posible incumplimiento. Voz del amo en boca de gente que no reconoce amo. Premura exigida por el inexperto. Precipitación obligada con razón o sin razón. Llamada a la revolución en un país necesitado más de una restauración y una reforma; restauración de fines y del sentido común, reforma de valores y modos de actuar.


Junto a la nefasta situación económica y a estos entusiasmos juveniles, además de los problemas ordinarios que suscitan los distintos modos de entender la sociedad, la sombra de los desaguisados del desgobierno de Zapatero se alarga con la presencia de BILDU en las instituciones vascas. Y este es un problema que inquieta no precisamente porque se desconozca qué se va a seguir de él, sino por todo lo contrario. Curiosamente, el presidente del Tribunal Constitucional, el mismo que permitió la entrada de este partido en las anteriores elecciones oponiéndose a la decisión tomada previamente por el Supremo, dice ahora que es posible retirarlo de las instituciones. Pero al hombre normal, a la mujer normal, este ahora sí, ahora no, no le encaja. De cualquier forma, lo cierto es que es un problema añadido a los ya importantes que sufre esta nación. Un problema que parecía tocar fondo hace siete años y que, como todo lo que toca el sinsentido del “todo vale”, ha crecido en este tiempo de manera desmesurada hasta crear el monstruo que hoy es. Toda una provincia española gobernada por defensores de terroristas. Amedrentando a los que piensan de manera diferente y exigiendo con la chulería que les caracteriza la independencia, en razón de unos argumentos tomados de una mente calenturienta del siglo XIX.


Estas tres cuestiones forman, entre otras, la herencia de Zapatero y su Gobierno. ¿Será la paz social, esa dulce paz en decadencia de la que hablamos en otra ocasión, el pago de esta heredad?

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