lunes, 15 de agosto de 2011

JMJ 2011 (16-08-2011)

Hoy comienza en Madrid una nueva Jornada Mundial de la Juventud que, instituida por el beato Juan Pablo II, se viene celebrando alternativamente entre Roma -jornada de celebración diocesana- y otra ciudad del mundo -jornada de celebración internacional-. Ciudades como Buenos Aires, Czestochowa, Dénver, Manila, París, Toronto y Colonia, han sido también sedes de la misma. La última jornada internacional tuvo lugar en Sídney (julio 2008), a la que le siguieron dos jornadas diocesanas en Roma. Con la primera de Roma en 1986 son ya 26 y, para Benedicto XVI, la jornada de Madrid será la séptima que se realiza bajo su presidencia.


Como recordarán los de mi edad (más jóvenes en aquel tiempo), es también la segunda que se celebra en España, después de la de Santiago de Compostela en 1989 que, bajo el lema "Yo soy el camino, la verdad y la vida", reunió a cientos de miles de jóvenes en el monte do Gozo y donde Juan Pablo II recordó las raíces cristianas de Europa estrechamente entrelazadas con la tradición secular del camino a la tumba del apóstol.


El lema de este año es “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. Y presenta los mismos objetivos que todas las anteriores: favorecer el encuentro personal con Cristo; vivir la experiencia de ser Iglesia católica, como misterio y comunión; tomar conciencia de la vocación de todo bautizado, llamado a convertirse en misionero; y redescubrir los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, que fortalecen la vida cristiana.


Como se puede deducir, ninguno de estos objetivos es anti-nada. Al contrario, son propuestas positivas que la Iglesia Católica dirige a los jóvenes, especialmente a aquellos que se consideran cristianos. Unas propuestas exigentes que, por su alta aceptación, demuestran que los jóvenes saben distinguir muy bien el grano de la paja. Porque aquí no se les va a proponer cosas facilonas ni palabras que adulen sus oídos, sino una manera exigente de vivir que fue encarnada hace dos mil años en la persona de Jesucristo. Y, es que, “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est). Antes o después, el tener, el placer y el poder se descubren incapaces de colmar las aspiraciones de la persona y surge la necesidad de construir la propia vida “sobre cimientos sólidos, que permanezcan incluso cuando las certezas humanas se debilitan” (Verbum Domini). Unos cimientos que sólo se encuentran en la persona de Jesucristo, fundamento de toda la realidad.


Por otro lado, el hecho de que en España el 75 por ciento de las familias soliciten religión para sus hijos y que el 68 por ciento de los jóvenes considere que la fe les ayuda a enfrentarse a los problemas de la vida (el 22% no sabe o no contesta), permite afirmar que la elección de nuestro país para la realización de esta jornada es una elección plenamente democrática. También el lema “firmes en la fe” es muy a propósito, aunque el proclamarse cristiano no sea cuestión de vida o muerte como sucede en otros países, como se puede deducir de la lectura de la prensa de estos días.


Me decía una amiga que su experiencia en la JMJ de Polonia fue maravillosa. No sólo el encuentro con el Papa, sino también todo lo que se organizó a su alrededor. Pensaba en el trabajo grandísimo que debía suponer su preparación y el sacrificio con el que los asistentes sobrellevaban las dificultades materiales. Una experiencia que todo cristiano debía de tener alguna vez. Una experiencia que puede hacer cambiar la propia vida y en la que se descubre gente que puede ser artífice de esta nueva orientación.


Por mi parte, lo tengo claro, estas jornadas serán una recarga de valores esenciales para una sociedad en crisis, no sólo económica, sino fundamentalmente agostada por la ausencia de valores que valgan la pena.

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