lunes, 7 de mayo de 2012

1 de mayo (01-05-2012)

En un tiempo en el que el paro aumenta, el calendario nos trae, casi con ironía, la fiesta del trabajo, el día del trabajador. Y en la calle ondearan las banderas rojas, reivindicativas y anacrónicas de aquellos que llenaron de gulags el siglo pasado. Sin rubor alguno mostrarán sus hoces y martillos voceando la paz que tan expertos son en profanar. Y acusarán del paro al Gobierno con la fuerza acumulada durante largos años de aplauso al anterior. Reventarán ahora en proclamas insultantes cuando ya han reventado más de cinco millones y medio de trabajadores. Teniendo como siempre el mismo objetivo: el empresario y la gente que no piensa como ellos. Milongas, eso ofrecen, milongas y mentiras.


Con todo, hoy sería un gran día si hubiera más trabajo, si lográramos dar empleo a los que lo ansían; pero no es así, la crisis se prolonga y, cada vez, son más los que la sufren en carne viva. Habíamos oído la cifra de seis millones y se nos antojaba exagerada, pero cada mes que pasa nos aproxima a ella. Sabíamos que este año iba a ser malo, pero no tanto o, al menos, no tan pronto. Ha bastado el primer trimestre. Y es claro que a final de año todos habremos perdido algo, unos más que otros, pero algo.

Y ante este lamento, me vienen a la cabeza aquellas palabras que W. F. Flórez pone en boca de uno de sus personajes de “El bosque animado”: “¡El trabajo! ¡Bello y consolador trabajo! ¡Don sin el que la vida se queda como un ciego que perdió el báculo en que apoyarse!” No hay mayor realidad. Venimos de una sociedad acostumbrada al tiempo libre y al ocio que se ha quedado sin aquello que la hacía posible: el trabajo.

El Gobierno se empeña en medidas de austeridad que generen confianza en el exterior, mientras que los de las banderas rojas se esfuerzan en boicotearlas. Encienden de rabia la calle. Sangre y fuego proclamaba aquel chaval al que estos vitorearon. Y ahora que no está Fraga, la calle es de ellos. Por suerte es sólo la calle.

Se habla de generar empleo, pero ¿quién, en su sano juicio, se atreve a montar una empresa o a contratar trabajadores sabiendo que puede encontrase con éstos? Y, así, los que de vuelta a la sensatez, hartos ya de reivindicaciones anacrónicas, tienen necesidad de encontrar trabajo se encuentran con que sólo una minoría de empresarios son capaces de arriesgarlo todo.

Pero vivimos en un mundo globalizado inmerso también en crisis económica –y más tipos de crisis- que hace pensar en la necesidad de la unión para poder salir de ella. Unión, solidaridad, cooperación e ingenio. Y si no nos viene de fuera, debe venir de dentro. Autonomías con sentido de Estado, empresarios que no manufacturen en oriente y banderas rojas que no ahoguen a los empresarios. Todos, al fin, trabajadores.

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