Por
mucho que le doy vueltas no encuentro ningún tipo de perversión o trauma en
estos chicos y chicas –de más de cincuenta años- con los que hoy comparto mesa.
Todos ellos estudiaron en escuelas diferenciadas; los chicos en colegios de
chicos y las chicas en los correspondientes a su sexo. Nada raro si pensamos en
la edad que tienen. Era lo normal en aquella época, como ahora lo es la
educación mixta (coeducación la llaman). Antes había muchos colegios
diferenciados y pocos mixtos, mientras que ahora sucede lo contrario.
Nada
tendría que comentar si no fuera porque desde hace algún tiempo hay quienes
pretenden dejar fuera del modelo público -el subvencionado y gratuito- a la
escuela diferenciada. Una discusión que se plantea, como todo en España,
precisamente cuando en muchas de las grandes democracias se está promocionando
la escuela diferenciada. Y, es que, en España siempre llegamos tarde, cuando
los demás están de vuelta.
En
el caso de la educación, esta polémica se debe quizás a la razón de origen que
algunos quisieron imponer a la educación pública, como alternativa enfrentada a
la educación religiosa, algo que los años debía de haber borrado pero que
algunos mantienen por creerse poseedores de tal educación, pues es la única
forma de que la aplicación de sus ideas les salga gratis. No obstante, ahora, la mayoría de los
colegios religiosos son mixtos, como lo son gran parte de los privados.
Entonces, ¿qué argumentos quedan para mantener la polémica? Más aún, si como se
sabe, los centros concertados resultan tan económicamente rentables al Estado,
¿qué motivos hay para no subvencionar con fondos públicos a los centros de
educación diferenciada?
Siempre
ha habido una gran reticencia a subvencionar los centros que no son de
iniciativa estatal, precaución lógica y necesaria e, incluso, justa si se
permitiera la desgravación fiscal a aquellas familias que eligen libremente
otro tipo de centros. Una reticencia que se subsanaría, como en otras naciones,
mediante una evaluación periódica de los resultados académicos de los centros
que soliciten la subvención. Pero la cuestión va más allá, no es sólo cuestión
económica, lo es ideológica principalmente. Tiene que ver con la ideología de
género.
No
hay estudios pedagógicos serios que justifiquen la preferencia por la escuela
mixta. Más bien, al contrario, recientes investigaciones y, sobre todo,
experiencias concretas, están llevando a muchos países desde Estados Unidos
hasta Australia a la vuelta de la escuela diferenciada.
Tampoco la UNESCO ve discriminación en este tipo de centros siempre que “ofrezcan facilidades equivalentes en el acceso a la
enseñanza". Y esto tampoco es problema pues todos conocemos el riguroso
proceso de admisión que se lleva a cabo en los centros financiados con fondos
públicos.
Sobre
el papel, la única pega es la vigente ley de educación (LOE, 2006) cuyo
legislador profesaba la ideología de género. Tan obsesionado estaba que llegó a
crear un Ministerio de Igualdad. Pero esto no es más que un formalismo para impedir
que echen por tierra su dogma de la escuela mixta. Tampoco es una pega contundente
pues hoy hay otra mayoría absoluta que quizás piense que, ante lo opinable, es
mejor no poner puertas a la libertad. ¿Por qué impedir la oferta de los dos
tipos de escuelas? ¿Por qué imponer una y no otra?
Miro
de nuevo a mis contertulios. Alegres, sencillos, sin complejos, cada cual con
sus problemas, ellos y ellas, poseedores de los mismos derechos, respetuosos
con los demás –si no se ponen pesados-. Todos estudiamos en escuelas
diferenciadas, era lo normal.
Interesantes reflexiones, la anterior era tan lúcida como esta. Me alegró verte esta mañana. Saludos.
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